“Me temo que no”.
Gabriela le entregó un panecillo.
“Entonces llévate esto. Debes comer algo”.
Riley le dio las gracias a Gabriela, bebió un poco más de café y se precipitó hacia su auto.
Durante el corto viaje a Quántico, fue inundada por una sensación peculiar.
Comenzó a sentirse mejor de como se había sentido durante los últimos días, hasta un poco eufórica.
Era en parte una subida de adrenalina, por supuesto, ya que su cuerpo y mente estaban preparadas para un nuevo caso.
Pero también era algo bastante inquietante, una sensación de que las cosas de alguna manera estaban volviendo a la normalidad.
Riley suspiró al darse cuenta de eso.
Se preguntó qué significaba el hecho de que cazar monstruos se sentía más normal para ella que pasar tiempo con la gente que amaba.
“No puede ser... normal”, pensó.
Peor aún, le recordó a algo que su padre, un oficial de la Marina brutal y amargado, le había dicho antes de morir.
“Eres una cazadora. Te mataría si trataras de vivir mucho tiempo en aquello que las personas llaman normal”.
Riley deseaba con todo su corazón que eso no fuera cierto.
Pero en momentos como estos, no pudo evitar preocuparse. ¿Era imposible para ella desempeñar los papeles de esposa, madre y amiga?
¿Era inútil siquiera intentarlo?
¿“La caza” era lo único que realmente tenía en la vida?
No, definitivamente no era lo único.
Seguramente ni siquiera lo más importante en su vida.
Con firmeza, se sacó la cuestión desagradable de su mente.
Cuando llegó al edificio de la UAC, se estacionó, entró a toda prisa y se dirigió directamente a la oficina de Brent Meredith.
Ella vio que Jenn ya estaba allí, viéndose bastante más despierta de lo que Riley se sentía. Riley sabía que Jenn, como Bill, tenían un apartamento en la ciudad de Quántico, así que no había estado tan apurada en llegar. Pero Riley también atribuyó parte de la frescura mañanera de Jenn a su juventud.
Riley había sido igual a Jenn de joven, lista y ansiosa de entrar en acción en cualquier momento, a cualquier hora del día o de la noche, y capaz de pasar mucho tiempo sin dormir si así lo exigía el trabajo en cuestión.
¿Esos días habían quedado atrás?
No era un pensamiento agradable, y no hizo nada para mejorar el estado de ánimo ya inquieto de Riley.
Sentado en su escritorio, Brent Meredith se veía tan formidable como siempre, con sus rasgos negros y angulosos y mirada severa.
Riley se sentó, y Meredith fue directo al grano.
“Hubo un asesinato esta mañana. Sucedió en la playa pública de la Reserva Natural Belle Terre. ¿Alguna de ustedes está familiarizada con el lugar?”.
Jenn dijo: “He ido un par de veces. Un lugar estupendo para ir de excursión”.
“Yo también he ido”, dijo Riley.
Riley recordaba la reserva natural bastante bien. Quedaba en la Bahía de Chesapeake, a un poco más de dos horas en auto de Quántico. Tenía varios cientos de hectáreas de bosque y una gran playa pública en la bahía. Era una zona popular para los amantes del aire libre.
Meredith tamborileó los dedos sobre su escritorio.
“La víctima se llamaba Todd Brier, un pastor luterano de la ciudad cercana de Sattler. Fue enterrado vivo en la playa”.
Riley se estremeció un poco.
¡Enterrado vivo!
Había tenido pesadillas con eso, pero en realidad nunca había trabajado en un caso relacionado con este tipo de asesinato macabro.
Meredith continuó: “Brier fue encontrado aproximadamente a las siete de las mañana, y parecía que solo llevaba muerto aproximadamente una hora”.
Jenn preguntó: “¿Por qué es un caso del FBI?”.
Meredith dijo: “Brier no es la primera víctima. Ayer fue encontrado otro cuerpo cerca, una joven llamada Courtney Wallace”.
Riley contuvo un suspiro.
“No me digas”, dijo. “También enterrada viva”.
“Exacto”, dijo Meredith. “La mataron en una de las rutas de senderismo en la misma reserva natural, al parecer también temprano en la mañana. Fue descubierta más tarde ese día cuando un excursionista se encontró con el suelo movido y llamó a los servicios del parque”.
Meredith se echó hacia atrás en su silla y la movió de un lado a otro.
Dijo: “Hasta ahora, la policía local no tiene ningún sospechoso o testigo. Aparte de los lugares y el MO, no tienen casi nada. Ambas víctimas eran personas jóvenes y sanas. No ha habido tiempo para averiguar si estuvieron conectadas de alguna forma, aparte del hecho que ambas estuvieran allí temprano en la mañana”.
Riley trató de darle sentido a lo que acababa de oír, pero no tenía casi información.
Ella preguntó: “¿La policía local acordonó el área?”.
Meredith asintió.
“Cerraron la zona boscosa cerca de ese sendero y la mitad de la playa al público. Les dije que no movieran el cuerpo en la playa hasta que mi gente llegara”.
“¿Y el cuerpo de la mujer?”, preguntó Jenn.
“Está en la morgue de Sattler, la ciudad más cercana. El médico forense del distrito Tidewater está en la playa en este momento. Quiero que ustedes se vayan para allá lo antes posible. Llévense un vehículo del FBI, algo que llame la atención. Tengo la esperanza de que si al menos el FBI está visible en la escena, eso desacelere al asesino. Mi conjetura es que estos no serán sus últimos asesinatos”.
Meredith miró a Riley y Jenn.
“¿Alguna pregunta?”, preguntó.
Riley tenía una pregunta, pero no sabía si debía hacerla.
Finalmente dijo: “Señor, quiero hacer una petición”.
“¿Qué?”, dijo Meredith, reclinándose en su silla de nuevo.
“Quiero que el agente especial Jeffreys sea asignado a este caso”.
Los ojos de Meredith se abrieron.
“El agente Jeffreys está de licencia”, dijo. “Estoy seguro de que la agente Roston y tú pueden manejar este caso perfectamente bien”.
“Eso no lo dudo”, dijo Riley. “Pero…”.
Ella vaciló.
“Pero ¿qué?”, preguntó Meredith.
Riley tragó grueso. Sabía que a Meredith no le gustaba cuando los agentes pedían favores personales.
Ella dijo: “Creo que tiene que volver al trabajo, señor. Creo que le haría bien”.
Meredith frunció el ceño y no dijo nada por un momento.
Luego dijo: “No lo asignaré oficialmente al caso. Pero si quieres que trabaje con ustedes de manera informal, no me opondré”.
Riley le dio las gracias, tratando de no ser demasiado efusiva para que no cambiara de parecer. Luego ella y Jenn requisaron un VUD oficial del FBI.
A lo que Jenn comenzó a conducir hacia el sur, Riley sacó su teléfono