ni el estrés postraumático que podrían sufrir. Riley veía imágenes de antorchas en su mente a veces, pero su TEPT estaba disminuyendo. Estaba sanando. Pero estaba segura que todas las personas tenían que sentir las cosas primero antes de poder recuperarse de ellas.
“Y ahora”, dijo Riley, “haré unas declaraciones y ustedes me dirán si son mitos o realidades. Aquí les va la primera. 'La mayoría de los asesinos en serie matan por razones sexuales'. ¿Mito o realidad?”.
Muchos estudiantes levantaron las manos. Riley señaló a un estudiante en la primera fila que se veía ansioso.
“¿Realidad?”, preguntó el estudiante.
“Sí, realidad”, dijo Riley. “Aunque pueden haber otras razones, el componente sexual es la más frecuente. Esto puede adoptar varias formas, a veces unas bastante extrañas. Derrick Caldwell es un ejemplo clásico. El médico forense determinó que cometió actos de necrofilia antes de descuartizar a las víctimas”.
Riley vio que la mayoría de sus estudiantes estaban tecleando notas en sus portátiles. “Aquí les va otra declaración. “Los asesinos en serie infligen más violencia a sus víctimas a medida que siguen matando”.
Los estudiantes volvieron a subir las manos. Esta vez Riley señaló al estudiante que estaba sentado unas filas atrás.
“¿Realidad?”, dijo el estudiante.
“Mito”, dijo Riley. “Aunque ciertamente he visto algunas excepciones, la mayoría de los casos no muestran ningún cambio con el tiempo. El nivel de violencia de Derrick Caldwell fue consistente en sus asesinatos. Pero era imprudente, no era ningún genio malvado. Se volvió codicioso. Tomaba a una víctima cada mes y medio. Hizo que su captura fuera casi inevitable por llamar tanta atención”.
Miró el reloj y vio que su clase estaba a punto de terminar.
“Eso es todo por hoy”, dijo. “Pero hay muchas hipótesis erróneas sobre los asesinos en serie y un montón de mitos aún circulan por allí. La Unidad de Análisis de Conducta ha recopilado y analizado los datos, y he trabajado en casos de asesinatos en serie en todo el país. Todavía nos falta mucha información por cubrir”.
La clase terminó y Riley comenzó a empacar sus cosas para irse a casa. Tres o cuatro estudiantes se agruparon alrededor de su escritorio para hacerle preguntas.
“Agente Paige, ¿no estuvo involucrada en el caso de Derrick Caldwell?”, le preguntó un alumno.
“Sí”, dijo Riley. “Esa es una historia para otra ocasión”.
No le animaba mucho el hecho de pensar en tener que contar esa historia, pero se guardó ese detalle.
Una joven le preguntó: “¿Caldwell fue ejecutado por sus crímenes?”.
“Todavía no ha sido ejecutado”, dijo Riley.
Riley intentó escabullirse a la salida, esperando que eso no la hiciera parecer grosera. No se sentía cómoda discutiendo la ejecución inminente de Caldwell. La verdad es que probablemente sería programada para un día de estos. Como su captor principal, estaba más que invitada para presenciar su muerte. No había decidido aún si iría o no.
Riley se sintió bien a lo que salió del edificio a una tarde agradable de septiembre. Después de todo, todavía estaba de licencia.
Sufría de TEPT desde que un asesino maniático la había mantenido en cautiverio. Logró escapar y acabar con su atormentador. Pero ni siquiera había tomado una licencia en ese entonces. Siguió trabajando y hasta terminó otro caso. El caso que tuvo lugar al norte del estado de Nueva York tuvo un final macabro, el asesino se degolló enfrente de ella.
Ese momento aún la atormentaba. Cuando su supervisor Brent Meredith le informó de otro caso, decidió no tomarlo. Accedió a enseñar una clase en la academia del FBI en Quántico en su lugar por sugerencia de Meredith.
Riley pensó en lo acertada de su decisión mientras conducía a casa. Finalmente sentía que la paz reinaba en su vida.
Aún así, comenzó a sentir una sensación familiar e insidiosa en ese momento, una sensación que hacía que su corazón latiera con fuerza. Se dio cuenta que era una sensación intensa de anticipación, de algo siniestro que estaba por venir.
Y aunque intentó imaginarse a sí misma en esta paz por siempre, sabía que no duraría.
Capítulo Dos
Riley sintió una punzada de temor a lo que su celular comenzó a vibrar en su cartera. Se detuvo en frente de la puerta principal de su nueva casa adosada y sacó su celular. Su corazón dio un vuelco.
Era un mensaje de Brent Meredith.
Llámame.
Riley se preocupó. Quizás su jefe le estaba escribiendo solo para ver cómo estaba. Ya se había vuelto algo habitual en él últimamente. Por otro lado, quizás quería que volviera al trabajo. ¿Qué haría ella si eso fuera así?
“Le diré que no, obviamente”, pensó Riley.
Sin embargo, eso era más fácil decirlo que hacerlo. Su jefe le agradaba, y sabía que podía ser muy persuasivo. Era una decisión que no quería tener que tomar, así que guardó su celular.
Cuando abrió su puerta principal y entró al espacio luminoso de su nuevo hogar, su ansiedad momentánea se esfumó. Todo parecía estar tan bien desde que se había mudado.
Una voz agradable llamó.
“¿Quién es?”.
“Soy yo”, respondió Riley. “Llegué a casa, Gabriela”.
La mujer guatemalteca corpulenta de mediana edad salió de la cocina, secándose las manos con una toalla. Le agradaba ver el rostro sonriente de Gabriela. Tenía años siendo la criada de la familia, mucho tiempo antes de que Riley se divorciara de Ryan. Riley estaba agradecida por el hecho que Gabriela había aceptado mudarse con ella y su hija.
“¿Cómo estuvo tu día?”, preguntó Gabriela.
“Excelente”, dijo Riley.
“¡Qué bueno!”.
Gabriela volvió a la cocina. El olor de una maravillosa cena ondulaba por toda la casa. Oyó a Gabriela comenzar a cantar.
Riley se quedó parada en su sala de estar, disfrutando de su entorno. Ella y su hija tenían poco tiempo de mudadas. La pequeña casa en la que habían vivido cuando se disolvió su matrimonio era demasiado aislada como para ser segura. Además, Riley había sentido la necesidad urgente de cambio, tanto para ella como para April. Era el momento de reconstruir su vida ya que por fin tenía el divorcio y Ryan estaba siendo generoso con la manutención.
Todavía le faltaban algunos detalles. Algunos de los muebles eran bastantes viejos y se veían fuera de lugar en un ambiente tan prístino. Tenía que reemplazarlos. Una de las paredes se veía algo vacía, y a Riley ya no le quedaban fotos que colgar allí. Hizo una nota mental para ir de compras con April este fin de semana. Esa idea hizo a Riley sentirse cómodamente normal, una mujer con una vida familiar agradable en lugar de una agente rastreando algún asesino desviado.
Ahora se empezó a preguntar dónde estaba April.
Se detuvo para escuchar. No escuchaba música salir del cuarto de April. Entonces oyó a su hija gritar, el grito venía del patio trasero.
Riley jadeó y corrió por su comedor hasta llegar a la gran cubierta del patio trasero. Cuando vio el rostro y el torso de April por encima de la valla, le tomó a Riley un momento darse cuenta lo que estaba sucediendo. Entonces se relajó y se rio de sí misma. Su pánico automático había sido una reacción exagerada. Pero también había sido instintivo. Riley había rescatado a April de las garras de un loco que la había atacado para vengarse de su madre recientemente.
April desapareció de su vista y luego apareció