Swami Keith S.

Sanación de los chakras y conciencia del karma


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peligrosa porque puede convertirse en un trastorno obsesivo-compulsivo y debilitar o desestabilizar el autocontrol de un individuo. Prácticamente todas las formas de violencia y de conducta autodestructiva, le deben su característica de obsesivo-compulsiva a la falsa voluntad y a las emociones expresadas a través de personalidades falsas en el plano emocional.

      A algunos, la pérdida del autocontrol y la acumulación de una falsa energía emocional puede llevarlos a adoptar patrones de conducta adictiva. Cualquier cosa, desde la obsesión por el sexo, los trastornos alimenticios, el abuso de drogas, hasta las adicciones afectivas, pueden ser las causas de la expulsión de uno o más cuerpos de energía emocional y de su suplantación por una voluntad, emoción y/o personalidad falsa.

      El equipaje kármico a nivel etéreo

      Los sentimientos emergen desde el plano etéreo, lo que significa que vibran dentro de un espectro de frecuencias más bajo que las emociones, las cuales emergen desde el plano astral, el mundo del alma. De ahí que los sentimientos sean más densos y más precisos que las emociones. Algunos son tan densos, que se asemejan mucho a las sensaciones físicas. De hecho, muchos de los padecimientos psicosomáticos más comunes y de los trastornos relacionados con el estrés (que se han generalizado ampliamente en la civilización moderna), son padecimientos sutiles provocados por la acumulación de equipaje kármico a nivel etéreo. El síndrome de fatiga crónica, el trastorno por deficiencia de atención, la depresión crónica y aguda, los trastornos por ansiedad, los ataques de pánico, así como la dificultad para respirar, el dolor de espalda y la colitis, son algunos de los bien conocidos padecimientos que se originan por la excesiva acumulación de equipaje kármico a nivel etéreo.

      Los sentimientos y las sensaciones son una función de la energía descalificada a nivel etéreo que, al igual que cualquier forma de energía, necesitan de un medio energético a través del cual desplazarse. Sin la suficiente energía descalificada que sirva como dicho medio, la percepción del ambiente interno a nivel etéreo se verá restringida y los individuos se encontrarán aislados de sí mismos a nivel etéreo y con la consiguiente pérdida de la sensibilidad, de autoconciencia y de placer.

      El equipaje kármico a nivel físico-material

      Las sensaciones emergen desde el nivel físico-material, lo que significa que vibran en un espectro de frecuencias más bajo que los sentimientos. De hecho, si el flujo de la energía descalificada a nivel físico-material se ve desestabilizado por el equipaje kármico, derivará en la pérdida de la sensación y de los placeres corporales. Esto puede dar como resultado una disfunción sexual, como impotencia y eyaculación precoz en los hombres, y disfunción orgásmica en las mujeres. De hecho, cualquier tipo de aversión hacia la estimulación sexual común y al placer puede ser producto del mismo factor de raíz, una interrupción en la transmisión y la transmutación de la energía descalificada a nivel físico-material.

      Si bien el equipaje kármico podría tener un impacto negativo en el estado anímico y en el ímpetu, también podría tener un efecto destructivo en el desempeño físico. Al acumularse en los puntos estratégicos del cuerpo físico-material, el equipaje kármico podría incluso crear el ambiente propicio para el detrimento. De hecho, el detrimento puede ocurrir siempre que el equipaje kármico acumulado nos obligue a compensar la densidad añadida en el nivel físico-material realizando micromovimientos que tensionen el cuerpo en sus puntos más débiles, es decir, en las coyunturas y los puntos donde se unen los tendones con el cartílago. Esta tensión añadida puede provocar un grave detrimento, particularmente en los atletas que le exigen a su cuerpo físico-material el máximo desempeño.

      Cuando el equipaje kármico se convierte en una carga demasiado pesada a nivel físico-material, una persona puede volverse iracunda y agresiva con sus seres queridos, en un vano esfuerzo por tener algún control sobre sí misma y sobre su sistema de energía a nivel físico-material. Cuando los arrebatos verbales no ofrecen ningún alivio, nuestra expresión puede volverse violenta. Los arrebatos violentos pueden ser exteriorizados o interiorizados, o bien, pasar de uno a otro de manera errática. La violencia puede ser pasiva o enérgica. Si ésta es pasiva, entonces puede ser interpretada de manera ritual a través de actividades sexuales sadomasoquistas. Si, por el contrario, es enérgica, puede entonces volverse explosiva y ser interpretada a través del abuso sexual o de la agresión física.

      Para aquéllos que interiorizan su ira, el equipaje kármico puede dar lugar a una serie de patrones y conductas adictivas. Aunque casi todas las conductas adictivas son resultado de alteraciones que se llevan a cabo a nivel etéreo, los patrones adictivos pueden ser trasladados al nivel físico-material en donde pueden interrumpir el flujo de la energía sexual y del prana. Esto, a su vez, puede interrumpir la producción de los compuestos que producen placer en el cerebro. La alteración de la química corporal puede entonces llevar a una dependencia física, especialmente si las personalidades afectadas son incapaces de controlarse a sí mismas y a su entorno inmediato.

      Karma y cultura

      El apego kármico no debe ser visto exclusivamente como un problema individual o afectivo sino, de manera más amplia, como una dificultad cultural. Al moldear las personalidades y restringir el acceso al Yo, el equipaje kármico y el apego que origina, tienen un efecto colectivo sobre la cultura.

      Así como el propósito colectivo moldea la voluntad colectiva de una cultura, podríamos decir que la energía calificada (al menos, en cierto grado), es la responsable de la creación de instituciones políticas, sociales, educativas y económicas, así como de las distinciones de clase y de la presión social —todo lo cual puede ser utilizado para limitar el placer y bloquear el acceso a la intimidad, a la alegría y a la placidez.

      Es un hecho admitido que, dentro de cada cultura, abundan las distinciones de clase y las expectativas que surgen de la presión social y que se espera que la gente se comporte, piense e incluso sienta de una manera acorde a su posición social. Efectivamente, en muchas culturas, a las personas les son negados los valores a través del continuo proceso de aculturación en un guión que es adoptado por la cultura, pero moldeado por el equipaje kármico. Cada individuo aprende rápidamente que debe subordinarse (hasta cierto grado) a su voluntad individual y adaptarse al guión, o sufrir las consecuencias.

      De una u otra forma, el guión le da a la vida una estructura; sin embargo, en la mayoría de los casos, ésta es una estructura inadecuada. De ahí que mucha gente no pueda adaptarse de manera natural al guión. Esta desafortunada minoría queda con dos alternativas, ninguna de las cuales resulta satisfactoria. La primera es el ostracismo social. La segunda es la renuente aceptación de una serie de valores que los convertirá en algo antinatural —seres distanciados de sí mismos y de los demás, incapaces de mantener una intimidad y antagónicos a su propio dharma (el trayecto de la vida).

      Con la pérdida de la intimidad y de la empatía que sucede cuando se ha abandonado el dharma, terminan por identificarse a sí mismos y a aquellos que los rodean como simples objetos. Como resultado de esta yuxtaposición antinatural, la autoestima estará determinada más por los valores temporales y superficiales (como la belleza física, la prosperidad material y el desempeño deportivo, laboral, etcétera.) que por los permanentes valores del carácter, la integridad, la empatía y la inteligencia.

      Al eclipsarse el propósito de la intimidad y del dharma por una avalancha de reglamentos y de expectativas, la dualidad (el concepto del Yo con Dios) se consagra como una verdad que inmortaliza al Yo. Como resultado, todo aquel que se encuentra fuera de nuestra propia mente y de nuestro ego, se convierte en el otro. Aun dentro del microcosmos, se lleva a cabo una división que, invariablemente, nos lleva a una pérdida del equilibrio y de la autoconciencia. Como consecuencia, el deseo materialista, el temor y la necesidad de controlar los acontecimientos de manera interna y externa, se convierten en la principal fuerza de motivación oculta tras las acciones de los individuos, de las agrupaciones y de las naciones. Conforme la gente comienza a perder de vista su objetivo (el dharma) y a sustituir las falsas metas (apoyadas por su cultura) por metas reales apoyadas por el Yo, surgen los acontecimientos catastróficos en la vida privada y pública de las personas que, a la larga, obligan a las agrupaciones y a todas las naciones a chocar entre sí, en un vano intento por controlar los sucesos, por crecer