las páginas de este libro pretendemos también proyectar la visión del itinerario místico de un alma.
Padre de una gran familia. Dios ha suscitado un hombre, en el mundo de nuestro tiempo, para bien de la Iglesia y de las almas. Don divino que hay que agradecer; primeramente, a Dios; y, en parte, a don Josemaría, pues tomó dócilmente sobre sí el secundar los designios de Dios. No volvió las espaldas al mundo. Se interesó por su marcha y progreso. Puso audacia y optimismo en sus afanes apostólicos. Proclamó que la santidad no es tan sólo para unos cuantos privilegiados. Abrió, en fin, con su mensaje los caminos divinos de la tierra . Caminos de santificación para todos los que, en medio del mundo, se identifican con Cristo, trabajando por amor a Dios y a los demás hombres.
En la misión del Fundador va también el carisma de su paternidad: Padre y Pastor de una porción del pueblo de Dios. Ya en vida tuvo, como los antiguos patriarcas, larga descendencia espiritual. El 17 de mayo de 1992, día en que la Iglesia declaró oficialmente su subida a los altares, una inmensa multitud de hijos de su espíritu—gentes de todas las razas y condición de vida— llenaban apretadamente la plaza de San Pedro en Roma.
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Agradezco la valiosa ayuda recibida de monseñor Álvaro del Portillo, Obispo Prelado que fue del Opus Dei; de su sucesor monseñor Javier Echevarría, Obispo Prelado actual; y de quienes han tenido a bien comprobar la exactitud de algún dato de este libro.
Finalmente he de confesar que, llevado del laudable deseo de no dejar cabos sueltos en esta historia, por mínimos que parezcan, sigo revisando a fondo los otros dos volúmenes. Verán la luz en su día, querido lector, que no por mucho madrugar amanece más temprano.
ANDRÉS VÁZQUEZ DE PRADA
1 Apuntes, n. 244.
1. La ascendencia familiar
Josemaría Escrivá de Balaguer nació en Barbastro (Aragón) el 9 de enero de 1902; y murió en Roma el 26 de junio de 1975.
Pocas semanas antes de su muerte, tratando de dar el justo enfoque a su existencia, manifestaba un hondo sentido de la Providencia divina al decir: El Señor me ha hecho ver cómo me ha llevado de la mano 1. Entre los años que van de 1902 a 1975 hay, para él, una fecha culminante: el 2 de octubre de 1928, día de la fundación del Opus Dei. Este hecho sobrenatural marcó su vida de tal manera que, en cualquier referencia autobiográfica, se refleja la conciencia imborrable de una misión personal. Así, al describir su venida al mundo:
Dios Nuestro Señor fue preparando las cosas para que mi vida fuese normal y corriente, sin nada llamativo.
Me hizo nacer en un hogar cristiano, como suelen ser los de mi país, de padres ejemplares que practicaban y vivían su fe2.
Nació Josemaría a última hora de un día de invierno, hacia las diez de la noche. Por esta razón, un tanto humorísticamente, calificaba sus primeros momentos como pasos de “noctámbulo” , pues había comenzado a vivir teniendo toda una noche por delante. Aunque en ese dicho apuntaba, más bien, una velada alusión a la larga noche de oscuridades que, durante años, envolvió su misión espiritual 3. Al día siguiente, 10 de enero, se le inscribió en el Registro Civil, donde quedó asentado, entre otros datos,
«Que dicho niño nació a las veintidós del día de ayer en el domicilio de sus padres, calle Mayor, nº 26.
Que es hijo legítimo de D. José Escrivá, comerciante, de 33 años, y de Dª Dolores Albás, de 23 años, naturales de Fonz y Barbastro respectivamente.
Que es nieto por línea paterna, de D. José Escrivá, difunto, y de Dª Constancia Cerzán [sic], naturales de Peralta de la Sal y Fonz respectivamente.
Y por línea materna, de D. Pascual Albás, difunto, y de Dª Florencia Blanc, naturales de Barbastro.
Y que el expresado niño ha de ser inscrito con los nombres de José María, Julián, Mariano» 4.
Días más tarde, el 13 de enero, fiesta litúrgica de la octava de la Epifanía, en que se conmemoraba el Bautismo del Señor, el Regente de la Vicaría de la catedral de Barbastro impuso al niño, en la pila bautismal, los nombres que figuraban ya en el Registro Civil: José, por ser el del padre y del abuelo; María, por devoción a la Virgen; Julián, por caer en el Santoral del día; y Mariano, en atención al padrino de bautizo 5.
Andando los años, Josemaría mostró un hondo agradecimiento al sacerdote que le confirió este sacramento. El regente se llamaba Ángel Malo —nombre no fácil de olvidar— y su memoria pasaría a diario a los mementos de las misas que don Josemaría celebró durante medio siglo 6. Iguales sentimientos de gratitud tuvo para con sus padrinos de bautizo.
En cuanto a la pila bautismal de la catedral de Barbastro, de noble y hermosa factura, es uno de los objetos artísticos descritos en el Liber de Gestis del Cabildo, año de 1635 7. De muy poco le valieron, sin embargo, antigüedad y belleza. En 1936, al pasar por allí la furia iconoclasta, fue quebrada en varios pedazos y arrojada al río. En esa pila habían recibido las aguas del bautismo millares de cristianos, entre ellos la madre de Josemaría. En aquella pila de la catedral vio de niño bautizar a sus hermanitas más pequeñas. Sus restos eran dignos de respetuosa consideración. De modo que, cuando en 1957 el Obispo y el Cabildo catedralicio le regalaron los fragmentos salvados de la destrucción, mandó enviarlos a Roma para recomponerlos y darles un puesto honroso:
Acaban de llegar a Roma — escribirá en 1959— los restos de la fuente bautismal de la Catedral de Barbastro, que Vuestra Excelencia y el Excelentísimo Cabildo han tenido a bien regalar al Opus Dei, y no puedo dejar de agradecer al Señor Obispo —como lo haré también directamente al Cabildo— esa delicadeza, que tanto me ha conmovido.
Esas piedras venerables de nuestra Santa Iglesia Catedral, bien restauradas aquí en Italia por estos hijos míos, ocuparán un puesto de honor en la Casa Generalicia.
Gracias de nuevo, Excelencia, por esa amabilidad que siempre recordaremos con profundo reconocimiento 8.
No fue la pila bautismal la única víctima de la barbarie marxista. Mayores males padeció el Registro Civil de Barbastro. Por esas mismas fechas quedaron reducidos a ceniza documentos y archivo. La inscripción de nacimiento allí existente no es, pues, la original de 1902 sino una copia certificada en 1912 9. Dicho sea de paso, la citada copia contiene algunos leves errores de nombres y lugares. Poco se le daba de ello al padre de Josemaría, a no ser por una inexactitud ortográfica que tocaba en lo vivo la raíz de su parentela. Don José, hombre pacífico si los hay, no estaba dispuesto a sobrellevar pacientemente agravios a su apellido.
El caso es que en algunos documentos el nombre “Escrivá” aparece trastocado en “Escribá” 10. Esta inocente desconsideración ortográfica no era muy de extrañar, puesto que en castellano no existe diferencia fonética ente la b y la v. Lo malo era que, al pronunciar el nombre con acento grave, es decir, sin cargar el acento en la última sílaba, sugería de inmediato algo muy distinto: el nada elogioso pareado evangélico de “escribas y fariseos” .
De chanza ligera puede calificarse la broma de los compañeros del colegio, que sacaban a Josemaría los colores a la cara con lo de “escribas y fariseos” 11. Tampoco se libraba de las pullas su hermana Carmen. Hasta que un día el padre, indignado, salió en defensa del apellido, exigiendo a Josemaría que no tolerase jamás desafueros de esa clase. Advertencia que le quedó bien grabada al hijo, que tuvo que emprender batalla contra la b. En una nota sobre su vida interior, de mayo o junio de 1935, dice refiriéndose a la estudiada particularidad de su firma:
—Comencé alrededor de 1928, exagerando la V de mi apellido, sencillamente para que no me pusieran Escrivá con b. Y en nota posterior recuerda: fue mi padre (que está en el Cielo) quien me mandó que no tolerara la b en el apellido: me dijo algo de nuestra ascendencia... Oct. 1939 12.
De tales faltas gramaticales no estaba exento el Regente que le bautizó