las tercas mareas aprendieron
la virtud del repliegue, el ocultarse
entre rocas y limo.
Caminantes oblicuos,
en la tenacidad de sus dos pinzas
sujetan el vacío que penetran
sus ojillos feroces como cuernos.
Nómadas en el fango y habitantes
en dos exilios:
extranjeros
ante los pobladores de las aguas
y ante los animales de la tierra.
Trepadores nocturnos,
armaduras errantes,
hoscos, pétreos, eternos fugitivos,
siempre rehúyen la inmortalidad
en imposibles círculos cuadrados.
Su frágil caparazón
incita al quebrantamiento,
al pisoteo…
¶ (Hércules vengó así la mordedura
y Juno que lo envió en misión suicida
para retribuirlo situó a Cáncer
entre los doce signos del Zodiaco
a fin de que sus patas y tenazas
encaminen al sol por el verano,
el tiempo en que germinan las semillas.)
Se ignora en cuál momento dio su nombre
a ese mal que es sinónimo de muerte.
Aun cuando termina el siglo veinte
permanece invencible
—y basta su mención para que el miedo
cruce el rostro de todos los presentes.
BIOLOGÍA DEL HALCÓN
Los halcones son águilas domesticables.
Son perros
de aquellos lobos.
Son bestias de una cruenta servidumbre.
Viven para la muerte.
Su vocación es dar la muerte.
Son los preservadores de la muerte
y la inmovilidad.
Los halcones: verdugos, policías.
Con su sadismo y servilismo ganan
una triste bazofia compensando
nuestra impotente envidia por las alas.
Irás y no volverás
IDILIO
Con aire de fatiga entraba el mar
en el desfiladero.
El viento helado
dispersaba la nieve de la montaña.
Y tú
parecías un poco de primavera,
anticipo
de la vida yacente bajo los hielos,
calor
para la tierra muerta,
cauterio
de su corteza ensangrentada.
Me enseñaste los nombres de las aves,
la edad
de los pinos inconsolables,
la hora
en que suben y bajan las mareas.
En la diafanidad de la mañana
se borraban las penas
del extranjero,
el rumor
de guerras y desastres.
¶ El mundo
volvía a ser un jardín
(lo repoblaban
los primeros fantasmas),
una página en blanco,
una vasija
en donde sólo cupo aquel instante.
El mar latía. En tus ojos
se anulaban los siglos,
la miseria
que llamamos historia,
el horror
agazapado siempre en el futuro.
Y el viento
era otra vez la libertad
(en vano
intentamos anclarla en las banderas).
Como un tañido funerario entró
hasta el bosque un olor de muerte.
Las aguas
se mancharon de lodo y de veneno.
Los guardias
brotaron como surgen las tinieblas.
En nuestra incauta dicha merodeábamos
una fábrica atroz en que elaboran
defoliador y gas paralizante.
“MORALIDADES LEGENDARIAS”
Odian a César y al poder romano.
Se privan de comer la última uvita
pensando en los esclavos que revientan
en las minas de sal o en las galeras.
Hablan de las crueldades del ejército
en Iliria y las Galias.
Atragantados
de jabalí, perdices y terneras
dan un sorbo
de vino siciliano
para empinar los labios pronunciando
las más bellas palabras:
la uuumaaaniiidaad, el ooombreee, todas ésas
—tan rotundas, tan grandes, tan sonoras—
que apagan la humildad de otras más breves
—como, digamos por ejemplo, gente.
Termina la función. Entran los siervos
a llevarse los restos del convite.
Entonces los patricios se arrebujan
en sus mantos de Chipre.
Con el fuego del goce en sus ojillos,
como un gladiador que hunde el tridente,
enumeran felices los abortos
de Clodia la toscana,
la impotencia de Livio, los avances
del cáncer en Vitelio.
Afirman que es cornudo el viejo Claudio
y sentencian a Flavio por corriente,
un esclavo liberto, un arribista.
¶ Luego al salir despiertan a patadas
al cochero insolado
y marchan con fervor al Palatino
a ofrecer mansamente el triste culo
al magnánimo César.
CONTRAELEGÍA
Mi único tema es lo que ya no