T. Harv Eker

Los secretos de la mente millonaria


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Archivo de riqueza n.º 17

       Bien, ¿y qué diablos hago ahora?

       Sobre el autor

      Este libro está dedicado a mi familia:

      mi cariñosa esposa, Rochelle, mi increíble hija,

      Madison, y mi imponente hijo, Jesse.

      Agradecimientos

      Escribir un libro parece un asunto individual, pero la realidad es que, si quieres que lo lean miles o —co­mo yo espero— millones de personas, se requiere a todo un equipo. En primer lugar me gustaría dar las gracias a mi esposa, Rochelle, a mi hija, Madison, y a mi hijo, Jesse. Gracias por dejarme el espacio que he necesitado para hacer lo que vine a hacer aquí. También me gustaría dar las gracias a mis padres, Sam y Sara, así como a mi hermana, Mary, y a mi cuñado, Harvey: por vuestro interminable amor y apoyo. A continuación, un inmenso «gracias» a Gail Balsillie, Michelle Burr, Shelley Wenus, Robert y Roxanne Riopel, Donna Fox, A. Cage, Jeff Fagin, Corey Kouwenberg, Kris Ebbeson y a todo el equipo de Peak Potentials Training: por todo vuestro duro trabajo y dedicación para realizar una contribución positiva a la vida de la gente así como por hacer de Peak Potentials una de las empresas de desarrollo personal de más rápido crecimiento del mundo.

      Gracias a mi brillante agente literaria, Bonnie Solow, por la ayuda que continuamente me prestas, por tus ánimos y por guiarme entre los pormenores del negocio editorial. Va otro gran «gracias» para el equipo de HarperBusiness: a su editor, Steve Hanselman, que tuvo visión para este proyecto y puso en él tanto tiempo y energía; a mi maravilloso corrector, Herb Schaffner; al director de mercadotecnia, Keith Pfeffer, y al director publicitario, Larry Hughes. Un especial agradecimiento a mis colegas Jack Canfield, Robert G. Allen y Mark Victor Hansen por vuestra amistad y continuo apoyo desde el principio.

      Por último, estoy profundamente agradecido a todos los asistentes al seminario Peak Potentials, así como a su personal de refuerzo y a los socios de las empresas conjuntas: sin vosotros no habría ningún seminario «promotor de cambio de vida».

      ¿Quién diablos es T. Harv Eker y

       por qué tendría yo que leer este libro?

      Al comienzo de mis seminarios la gente se queda im­pactada cuando una de las primeras cosas que les digo es: «No crean una palabra de lo que les voy a decir». ¿Por qué sugeriría tal cosa? Pues porque yo sólo puedo hablar desde mi propia experiencia. Ninguno de los conceptos y percepciones internas que comparto son inherentemente ciertos o falsos, correctos o incorrectos. Simplemente, reflejan mis propios resultados, así como los resultados asombrosos que he visto en la vida de miles y miles de mis alumnos y alumnas. Dicho eso, sin embargo, tengo la creencia de que si usas los principios expuestos en este libro transformarás totalmente tu vida. Y no te limites a leerlo. Estúdialo como si tu vida dependiese de él. Después, prueba sus principios tú mismo. Si algo te funciona, sigue haciéndolo. Lo que no te sirva, sea lo que sea, tienes todo el permiso para tirarlo a la basura.

      Sé que puedo parecer pretencioso, pero en lo referente al dinero, puede que éste sea el libro más importante que jamás hayas leído. Comprendo que es una afirmación atrevida, pero el hecho es que este libro te proporcionará el eslabón que falta entre tu deseo de lograr el éxito y el propio éxito. Como a estas alturas ya habrás descubierto, se trata de dos mundos distintos.

      Seguramente has leído otros libros, has escuchado cintas o CDs, has participado en cursos y te has interesado por numerosos sistemas para hacerse rico, ya sea con propiedades inmobiliarias, acciones o negocios. Pero ¿qué ocurrió? En el caso de la mayoría de la gente, ¡no mucho! Obtienen una breve carga de energía y, después, vuelven a la situación anterior.

      Por fin, tenemos una respuesta. Se trata de una respuesta sencilla, que además es una ley que no hay manera de burlar. Todo se reduce a esto: si tu «patrón financiero» subconsciente no está «programado» para el éxito, nada de lo que aprendas, nada de lo que sepas y nada de lo que hagas hará cambiar mucho las cosas.

      En las páginas de este libro te desvelaré el misterio de por qué hay gente que está destinada a ser rica mientras otros parecen condenados a vivir una vida de apuros. Comprenderás las causas fundamentales del éxito, la mediocridad o el fracaso financiero y comenzarás a cambiar tu futuro económico positivamente. Entenderás cómo las influencias de la infancia moldean nuestro patrón financiero y cómo dichas influencias pueden conducir a pensamientos y hábitos contraproducentes. Experimen­tarás con poderosas declaraciones que te ayudarán a sustituir tus modos de pensar improductivos por «archivos de riqueza» mentales para que pienses —y triunfes— exactamente como lo hacen los ricos. Apren­derás también, paso a paso, estrategias prácticas para incrementar tus ingresos y construir riqueza.

      En la primera parte de este libro, explicaré cómo cada uno de nosotros se halla condicionado para pensar y actuar en lo referente al dinero, y esbozaré cuatro estrategias clave para corregir nuestro patrón mental del dinero. En la segunda parte examino las diferencias entre cómo piensa la gente rica, la de clase media y la pobre, y te proporciono diecisiete actitudes y acciones que has de adoptar y que te conducirán a crear cambios permanentes en tu vida económica. A lo largo de todo el libro compartiré también contigo unos pocos ejemplos de los miles de cartas y correos electrónicos recibidos de alumnos y alumnas que han asistido al Seminario Inten­sivo Mente Millonaria y que han logrado extraordinarios resultados en su vida.

      Te preguntarás: ¿cuál es tu experiencia? ¿De dónde procedes? ¿Siempre te fueron bien las cosas? ¡Ojalá!

      Al igual que muchos de vosotros, yo tenía supuestamente un gran «potencial» pero la verdad es que me reportaba muy poco. Me leía todos los libros, escuchaba todas las cintas e iba a todos los seminarios. Quería de verdad, de verdad, de verdad ser próspero. No sé si era por el dinero, por la libertad, por la sensación de logro o simplemente para demostrar a mis padres mi valía. Estaba casi obsesionado por convertirme en un hombre de «éxito». De los veinte a los treinta años inicié varios negocios distintos, cada uno de ellos con el sueño de hacer fortuna, pero mis resultados iban de mal en peor.

      Trabajé sin descanso, pero seguía corto de dinero. Tenía la «enfermedad del monstruo del lago Ness»: había oído hablar de algo llamado beneficios, pero nunca veía ninguno. No dejaba de pensar: «En cuanto empiece en el negocio adecuado, en cuanto me suba al caballo adecuado, obtendré beneficios». Pero estaba equivocado. Nada estaba funcionando… al menos para mí. Y fue la última parte de esa frase lo que finalmente me hizo caer en la cuenta. ¿Cómo es que otros triunfaban exactamente en el mismo negocio en el que me encontraba y sin embargo yo seguía arruinado? ¿Qué le estaba pasando al «Sr. Gran Potencial»?

      Así que comencé seriamente a hacer algo de introspección. Examiné mis auténticas creencias y vi que, aun cuando dijese que de verdad quería ser rico, tenía al respecto algunas preocupaciones profundamente arraigadas. Más que nada, sentía miedo. Miedo al fracaso o lo que es aún peor: miedo a triunfar y después, de algún modo, perderlo todo. Entonces sí sería un perfecto imbécil que se había cargado lo único que tenía a su favor: el «gran potencial». ¿Y si descubría que no tenía lo que realmente había que tener y que mi destino era vivir una vida de apuros?

      Quiso entonces la suerte que recibiese unos consejos de un amigo de mi padre que era extremadamente rico. Había ido a la casa de mi familia a jugar a las cartas con mi padre y sus amigos, y, al pasar yo, advirtió mi presencia. Era ya la tercera vez que me había mudado a casa de mis padres y estaba viviendo en la «suite inferior», también conocida como sótano. Supongo que papá se había quejado de mi lamentable existencia, porque cuando me vio tenía en los ojos la expresión de condolencia reservada normalmente para los afligidos en un funeral.

      Me dijo: «Harv, yo empecé igual