para ayudarte con tus hermanas?”.
Todas las bromas huyeron de su mirada. "Apenas lo explica, pero sí".
La ira apenas contenida se encendió en lo profundo de Olivia. Le importaba mucho a ella. Aunque no tanto como su otra pregunta.
Respiró hondo y se movió para pasar el dedo sobre una flor cercana. Suprimiendo su ira y aprovechando su coraje, ella dijo: “No sabes nada acerca de mí”.
“Sé todo lo que necesito”. Él se detuvo a su lado.
Ella se volvió hacia él, con el corazón palpitante, y le hizo la única pregunta que realmente importaba: “¿Por qué yo? Y no te atrevas a usar el compromiso como excusa”.
La comisura de su boca se torció como si estuviera a punto de sonreír y luego lo pensó mejor. “No deseo cazar una esposa, no tengo tiempo para cortejar y seducir a una dama. Eres conveniente”, dijo él.
"Qué hermoso". Olivia se puso rígida, su voz plana. "Es una maravilla que no me desmayo en tus brazos ante sentimientos tan románticos". Su voz goteaba sarcasmo.
El duque se acercó y colocó sus manos sobre sus hombros. “Puedes ganar mucho en el negocio. No solo te convertirás en duquesa, sino que también disfrutarás de una generoso asignación, además de tu dote. Y, tendrás toda la libertad que se le permite una esposa”.
Olivia no podía hacer nada más que mirarlo con horror. No veía calidez en su mirada, no escuchaba ternura en sus palabras. El duque no la amaba. Un hecho que había entendido bien desde el momento en que su carta llegó, un hecho que había aceptado años atrás.
Su falta de atención no la tomó por sorpresa, pero su frialdad, sí. Era un hombre frío y calculador, incapaz de amar a nadie. Él veía su matrimonio inminente como nada más que un acuerdo comercial.
Su estómago se agrió al darse cuenta de que eso significaba que no podía emparejarlo con Juliet. Su amiga deseaba el amor, soñaba y creía en él. El duque aplastaría su espíritu y arruinaría su alegre disposición.
Olivia nunca podría permitir que tal cosa sucediera. No para ella misma y ciertamente no para Juliet. Tendría que encontrar otra forma de salvarse de este terrible arreglo.
Qué locura… La palabra hizo eco en su mente. Si esperaba deshacerse de él, tendría que hacer algo drástico.
¿Pero qué?
CAPÍTULO 4
Olivia se sentó en el jardín, tomando el té con Emma y Julieta. El día las saludaba con un cálido sol y una suave brisa con el aroma de las orquídeas y las madreselvas. Qué perfecto sería si ella no tuviera que preocuparse por su inminente final. Agregó un terrón de azúcar a su té y luego dijo: "Me temo que el duque puede ser el diablo".
La risa de Juliet tintineó en el aire mientras Emma le daba a Olivia una mirada severa.
“Te digo la verdad”, dijo Olivia con firmeza, mientras agitaba su té.
La risa de Julieta se desvaneció en una brillante sonrisa. “Estoy segura de que no lo es”.
“Por supuesto, no lo es”, agregó Emma, ajustando su sombrero para protegerse mejor la cara del sol.
Olivia sacudió la cabeza. “Si vieras la forma en que se comporta cuando estamos solos, cambiarías de opinión”, dijo, luego se llevó la taza de té a los labios y tomó un sorbo lento de la bebida caliente.
“¿Por qué? ¿Qué hace exactamente? Juliet se inclinó hacia delante, sus ojos bailaban con picardía. “¿Debes confiar en nosotras?”.
Olivia miró a Emma, que simplemente tomaba un sorbo de té como si no tuviera ninguna opinión o curiosidad sobre el tema. Sus miradas se encontraron y Emma bajó su taza de té. “Sí, confía en nosotras para que puedas tranquilizarte”.
“Muy bien”, Olivia apoyó los codos sobre la mesa. “Para empezar, dice cosas inapropiadas”.
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