Trent se apartó y apoyó las manos en las caderas, rindiéndose.
–De acuerdo. Está bien.
–Gracias –ella asintió con la cabeza, sorprendida de que hubiera cedido tan pronto–. De hecho, me alegro de que hayas aceptado sin discutir, porque tú y yo… No podríamos… Eh… –le miró los labios–. No seríamos capaces de hacer el trabajo… Quiero decir… Yo no trabajo así… –comenzó a hablar más despacio, sin dejar de mirarle los labios–. Yo, eh… Tenemos que mantener la distancia profesional –lo miró con una expresión de deseo desesperado.
Trent la conocía lo bastante como para saber que lo deseaba, y el sentimiento era mutuo.
–De acuerdo –la agarró de la mano y echó a andar–. Vamos. Tenemos que hablar de esto en privado.
–¿Adónde me llevas?
–A algún sitio donde los empleados no vean nada.
–Pero no se trata de eso.
Trent no se lo creía.
–Se trata de eso precisamente. Tú quieres lo mismo que yo. Y yo voy a hacer que ambos tengamos lo que queremos.
Trent comenzó a caminar en dirección hacia la cabaña más alejada. Julia iba detrás de él.
Abrió la puerta y la invitó a entrar. Julia se quedó a su lado. Su aliento entrecortado le acariciaba la cara.
Un ligero aroma a gardenias llenaba la estancia.
–Estabas a punto de convencerme hasta que empezaste a hablar de la distancia profesional.
–¿Por qué?
–Tú y yo no podemos trabajar juntos todo el día sin desearnos por la noche. Sabes que es verdad, Julia. Nuestra distancia profesional dura tanto como un suspiro. Al final terminaríamos sucumbiendo, o afrontando las consecuencias.
Ella levantó la barbilla.
–¿Por eso me contrataste, Trent?
–Te contraté porque eres brillante. Sabes lo importante que es el Tempest West para mí. Si quisiera una mujer con la que tener sexo, no tendría… –Trent no terminó la frase.
–No tendrías que contratarla.
Trent soltó el aliento y la agarró de la cintura.
–Ven aquí.
Ella fue hacia él y la tensión desapareció en cuanto Trent comenzó a acariciarla. Entonces la hizo inclinar la cabeza y la besó en los labios.
–Te he echado de menos.
–Eso quería oír –susurró ella y le puso los brazos alrededor del cuello.
Él le dio un apasionado beso y se apretó contra su cuerpo. Extendió las palmas de las manos sobre su trasero y escuchó los gemidos que escapaban de aquellos labios de fresa. Sus sentidos despertaron y su cuerpo se puso tenso y firme.
Ella entreabrió los labios y exhaló suspiros de pasión mientras él le acariciaba la lengua. Sus pechos turgentes aplastaban el pectoral de Trent y este le presionaba el vientre con su potente miembro . Él le levantó el vestido y deslizó las manos por sus muslos suaves. Le apartó las braguitas y acarició su sexo desnudo.
–Oh… Trent.
Después, la pasión se apoderó de ellos. Julia le arrancó la camisa, le quitó las botas y le desabrochó el cinturón. En unos segundos él la levantó en el aire. Ella enroscó las piernas alrededor de su cintura y comenzó a moverse. Trent no pudo contenerse más y la penetró con una embestida poderosa, dándole la bienvenida con la que siempre había soñado.
Julia le deslizó un dedo por la mandíbula a Trent. Él fingía dormir, pero una sonrisa lo delató. Yacían juntos en la cama de un espacioso dormitorio.
–¿De verdad crees que soy brillante?
Trent gruñó.
Ella se inclinó y le dio un beso en la boca.
–¿De verdad?
Él abrió un ojo.
–Buscar cumplidos antes del amanecer no te hará ganar puntos.
–¿Necesito más puntos? –preguntó ella, haciéndose la inocente.
Trent se giró y le puso un dedo en la nariz a Julia.
–No te pongas quisquillosa. Si consigues más puntos acabarás conmigo antes de ir al trabajo.
Julia se tumbó boca arriba y miró al techo. La noche anterior habían puesto la habitación patas arriba y ella había tenido tres orgasmos intensos.
–¿Por qué crees que es así?
Trent guardó silencio un momento y Julia pensó que no iba a contestar.
–No tengo ni idea. Pero es así. No intentes analizarlo. Disfruta.
Julia disfrutaba mucho haciendo el amor con él. Nunca había tenido aventuras fugaces y la única relación larga que había tenido había sido un desastre. Entonces se había propuesto no volver a mezclar el amor con el trabajo, pero la promesa no había durado mucho.
–Las cosas se podrían complicar –le dijo.
Él le dio un beso.
–No lo harán si no lo permitimos.
–Aparte de que Evan sea tu hermano y Laney mi mejor amiga, tú eres mi jefe. ¿No ves un problema en potencia?
–No, en absoluto.
¿Acaso no veía que siempre habría una conexión entre ellos aunque las cosas salieran mal? Su instinto le decía que se alejara de esa situación. ¿Pero cómo iba a hacerlo? ¿Cómo iba a olvidar a un hombre tan apuesto e inteligente? Un hombre que la hacía vibrar con una simple caricia…
–Trent, hablaba en serio cuando te dije que no quiero que los empleados se enteren de nuestra relación.
Él asintió. En sus negros ojos había sinceridad.
–Lo entiendo. ¿Algo más?
Julia negó con la cabeza y respiró hondo.
–No. Creo que eso es todo.
–Bien –él le acarició un pecho y trazó círculos perezosos alrededor de la aureola–. Disfruta, cariño –le dijo antes de besar el rosado pezón.
Julia se estremeció y su cuerpo respondió sin reservas.
–Oh, Trent, usamos los últimos preservativos anoche.
–Julia, relájate. No vamos a necesitar protección para lo que tengo en mente.
Dos horas más tarde, satisfecha y sensual, Julia salió de la cabaña y se dirigió a su suite del hotel. Se dio una ducha y se puso un pantalón informal, una camisa y unos botines. Tenía una cita con la gerente en el tercer piso del ala norte.
–¿Ha visto todo el hotel, señorita Lowell? –le preguntó Kimberly Warren. La gerente resultó ser una hermosa rubia recién salida de la universidad.
–No. El señor Tyler me lo va a enseñar esta tarde.
–El señor Tyler está muy orgulloso del Tempest West. Todos esperamos que tenga una idea brillante para aumentar la ocupación. Queremos que sea del noventa por ciento.
Julia no se sorprendió el conocer las expectativas de Trent.
–Ese es un porcentaje ambicioso. No creo que los otros hoteles consigan una ocupación tan alta.
–El señor Tyler confía en usted, señorita Lowell.
–Llámame Julia –dijo, sonriendo.
–De acuerdo, Julia. Te enseñaré tu despacho. El señor Tyler me pidió que