sin relacionarse en profundidad con las implicaciones que hay detrás de ella. La disciplina de la renuncia es muy austera, en cierto sentido. De hecho, resulta demasiado austera para algunas personas. Muchas personas encuentran que no es lo suficientemente romántica. Es una dura verdad, una dura realidad.
Hemos estado hablando del karma en su forma de situación individual, pero la gente también siente curiosidad por las situaciones kármicas colectivas de las civilizaciones. Fundamentalmente, países enteros están viviendo o prosperando en la dualidad. La lógica dualista es un lenguaje común para todos. Muy pocas personas consiguen alcanzar el nivel en el que se trasciende la dualidad. Todo el mundo está en el mismo nivel, en términos de comunicación con el lenguaje dualista. Para observar el karma de una civilización, así como para observar el karma en general, se necesita tanto de luz como de oscuridad, para ver de forma adecuada la imagen. Cuando observamos el karma, tratamos de considerar las situaciones a medida que surgen. Aparecen como una caja de sorpresas, sin ninguna razón en absoluto. Las situaciones están ahí dispuestas.
Cuando aplicamos esa lógica budista básica a la observación de todo el desarrollo de la sociedad, no podemos decir que vaya a haber una edad de oro. Por esa razón, tampoco podemos decir que habrán tiempos oscuros.6 Pero los tiempos oscuros existen en ciertas áreas desfavorecidas de la energía en el mundo. En esa situación, la cuestión sigue siendo si las energías serán canalizadas hacia la destrucción y la negatividad o hacia lo creativo y lo positivo. En cualquier situación, siempre existe esa interacción.
Por ejemplo, en Estados Unidos se da una insatisfacción; existe un dolor y lamentos constantes. Y también, por eso, Estados Unidos se está convirtiendo en el centro espiritual del mundo. Ese tipo de interacción tiene lugar todo el tiempo. No se puede afirmar que un país o una era entera esté entrando en una edad de oro o de tiempos oscuros, como tales. La agresión, la velocidad y el caos de los individuos siempre plantean las mismas preguntas, sin importar cuál sea el panorama general, y esas preguntas proporcionan nuevas respuestas. No podemos destruir la civilización. La civilización no puede ser aniquilada, porque la civilización no es una entidad. Es un grupo. Es una mancomunidad. Y debido a que hay una riqueza común, cuando en un lado se presenta una depresión, el otro lado empieza a elevarse. Es como el cambio del día a la noche. La situación tiene lugar todo el tiempo.
Algunas personas hablan del Kali Yuga, que son los clásicos tiempos oscuros que se profetizaron para el continente indio. En realidad era una profecía localizada más que una predicción mundial y universal. Pero al mismo tiempo, el Kali Yuga podría ocurrir en este país o en cualquier otro. A veces, creo que cuando las personas piensan de esta manera van en busca de emociones. Han explorado toda la tierra, han inspeccionado todo el mundo y no han encontrado ninguna isla del tesoro ni ningún cielo en la tierra. Así que buscan más olas o esperan otro entretenimiento, pero ese entretenimiento no parece llegar en absoluto.
También podría ser útil diferenciar los problemas nacionales, internacionales y mundiales de los problemas individuales. Por ejemplo, podríamos buscar el conocimiento en esta vida, y justo antes de que estemos a punto de descubrir la respuesta, nos muramos. Pero otras personas pueden recoger el testigo de tu trabajo y pueden hacer ellas el descubrimiento. Esas personas encuentran la respuesta y son capaces de ponerla en práctica. Ese tipo de situación kármica a nivel nacional o mundial es muy poderosa. Es una situación que jamás perece. De forma automática, la depresión plantea la pregunta de por qué estamos aquí, y la pregunta, de forma automática, ofrece la respuesta y comenzamos a darnos cuenta de algo. Los dos lados de una situación juegan entre sí, que es el concepto indio de maya o lalita: bailar con una situación.
La situación en realidad baila consigo misma constantemente. La química ayuda a mantener ambos lados de la situación. La química positiva no puede existir sin la negativa, y viceversa. Así que la oscuridad y la luz son complementarias.
2. Karma y renacimiento
El karma se encuadra en el mismo marco que nuestra comprensión básica de la batalla del ego y de la naturaleza del ego. Podríamos decir que el karma es la ley que se rige por la acción y que esa acción se rige por nuestro estado psicológico. Así que «karma» es un término que se usa para ayudarnos a desarrollar una mayor comprensión de la acción samsárica.
La palabra karma también se refiere a una de las cinco familias búdicas, que describen la actividad de los seres iluminados.7 En este contexto, el tipo de karma, o la cualidad del karma, del estado iluminado también se refiere a la acción. Pero en ese caso la acción es una acción no-condicionada, libre de interdependencia y libre de causa y efecto. Es una forma de acción iluminada.
La naturaleza samsárica del karma se refiere a la creación perpetua de nuestra propia trampa, la creación perpetua de la neurosis y la confusión. De manera muy relevante, el karma nos proporciona la clara evidencia de que nuestras actividades son producto de nuestra propia acción. Nuestro estado no es resultado de un planificador divino que planea el mundo, o que cargó con obligaciones a unas personas en particular, o que castigó a algunas personas y ofreció una recompensa a otras. El karma es una evidencia bastante precisa con respecto a que lo que hacemos es nuestra propia acción y lo que obtenemos es nuestro propio resultado, nuestra propia situación.
Si de verdad entendemos esto, es posible desafiar el karma, para prevenir la inevitabilidad de la causa y el efecto, así como el flujo del karma. Podemos encauzar el karma de maneras diferentes: hacia un karma bueno o hacia un karma malo. Todos los diferentes tipos de karma que podamos tener podemos dirigirlos en diferentes direcciones, siempre y cuando sepamos cómo hacerlo. No solo eso, sino que es posible prevenir la causa y el efecto kármicos por completo y prevenir ese flujo kármico. Eso nos da una esperanza y libertad enormes, ya que no tenemos que hablar de boca para afuera a nadie, sino que tenemos que trabajar con nosotros mismos.
Según la tradición budista, la situación kármica se desarrolló justo al principio del nacimiento del ego. El karma surge en la primera fase, o skandha, del ego: el skandha de la forma, cuando se desarrolla el desconcierto básico. Ese desconcierto básico se encuentra presente cuando se desarrolla un sentido de separación, un sentido de «yo» y «el otro». Y en ese mismo momento, se crea la acción volitiva del karma. La analogía para la creación del karma, según la tradición budista, es una olla hecha sobre un torno de alfarero. El torno gira todo el tiempo y, cuando echas arcilla sobre él, la arcilla se convierte en una maceta. La pugna constante por tratar de mantenerse a uno mismo es como el torno giratorio de un alfarero. El intento de solidificar nuestras acciones con el propósito de preservar la seguridad es comparable a echar arcilla en el torno del alfarero. Cuando se termina de hacer la olla, hemos construido nuestro propio ataúd. Hemos creado nuestro propio cielo o infierno –cualquiera que sea el mundo que hayamos creado–. Entonces el recuerdo de nuestra acción pasada evoca un patrón habitual.
Esto se describe en las escrituras como la cara que ponemos cuando alguien dice «agrio» o cuando pensamos en lamer un limón. Como ya hemos tenido la experiencia de comer un limón y hemos saboreado esa acidez, con solo pensar en esa experiencia, hacemos una mueca y arrugamos nuestro rostro como si en ese momento estuviéramos de hecho comiendo el limón. El hábito se forma a partir del recuerdo, desde ese punto de vista. El recuerdo de ciertas cosas es placentero, y algunos recuerdos son dolorosos. A menudo remodelamos nuestra situación actual de acuerdo con ese hábito, o instinto de simio, como podríamos llamarlo.
Al seguir ese hábito, nos ajustamos a ciertos patrones particulares. Entonces un hábito o patrón da a luz al siguiente. Lo solidificamos y se vuelve muy familiar. Cuando has hecho algo dos veces, tres veces, por cuarta vez, por quinta vez, resulta más fácil repetir el patrón una y otra vez. En lugar de empezar de nuevo con algo novedoso, podemos retornar a lo que hicimos en el pasado, lo cual nos resulta más fácil que hallar una gran variedad de nuevas maneras de lidiar con la situación. El patrón ya está desarrollado. Esto es a lo que nos referimos cuando decimos que somos gobernados por el karma. Por lo tanto, la siembra constante de semillas de karma depende del recuerdo.
En realidad, ese recuerdo no tiene nada que ver con el pasado. Ocurre en nuestro estado actual. Tienes un