Theodor W. Adorno

Sobre la teoría de la historia y de la libertad


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construir la historia sin hacernos culpables del pecado cardinal: infiltrar un sentido que no existe. [Fin de la transcripción].

      1 De 4 de las 28 lecciones del semestre de invierno de 1964-1965 no se han conservado transcripciones de grabaciones, sino solo las anotaciones que realizó Adorno y con ayuda de las cuales dictó sus clases. Es probable que, en las clases en cuestión –se trata, además de la primera lección, de carácter introductorio, de la 11, la 13 y la 20–, no haya funcionado el grabador; en todo caso, en la presentación (Theodor W. Adorno Archiv, Vo 9735-10314), en los pasajes correspondientes de la transcripción, se ha indicado expresamente que estas lecciones “faltaban”. En su lugar, en las tres primeras de las lecciones faltantes, ya en vida de Adorno se añadieron, en cada uno de los casos, unas transcripciones realizadas por Hilmar Tillack, quien durante años asistió a los cursos de Adorno. De estas lecciones son reproducidas en forma completa tanto las anotaciones de Adorno (Vo 10315 y ss.) como las transcripciones de Tillack, mientras que de la lección 20 solo pudieron reproducirse las anotaciones, que son complementadas aquí por un extracto de una versión temprana del capítulo de Dialéctica negativa sobre la libertad, a la que hacen referencia las anotaciones.

      2 Entre 1964 y 1966, Adorno trató en no menos de tres lecciones sucesivas objetos y temas que están también en el centro de Dialéctica negativa –es decir: el libro sobre dialéctica del que se habla en la siguiente oración de las anotaciones–, que apareció por primera vez en 1966; la presente lección se refiere al tema de la filosofía de la historia y de la moral que, en Dialéctica negativa, se discute en los capítulos dedicados a Kant y Hegel. Esta era una situación particular en la medida en que, en Adorno, generalmente la actividad docente se desarrollaba, en alguna medida, paralelamente al trabajo de escritura sin vincularse con él. Sobre lo “particular” que lo llevó a proceder de manera diferente en el caso de Dialéctica negativa, se expresó al comienzo de la lección homónima, en el semestre de invierno de 1965-1966, de un modo que es, al mismo tiempo, revelador acerca del clima en el que tenía que impartir sus clases universitarias en aquel entonces: “Ustedes saben que la definición tradicional de las universidades demanda la unidad de investigación y enseñanza. Y mi propio trabajo tiene que sufrir arduamente de esta problemática; es decir: el volumen de tareas docentes y administrativas que en verdad recae sobre mí me vuelve casi imposible, durante los tiempos del semestre, atender a mis tareas de investigación –si es posible hablar de investigación en filosofía–, no solo como correspondería objetivamente, sino también como corresponde a mis propias inclinaciones y capacidades. En una situación tal, y bajo una coacción y una presión tales, uno desarrolla ciertas facultades que es posible denominar, del modo más adecuado, astucia campesina. Intento, pues, hacer justicia a esta situación llevando adelante mis lecciones esencialmente a partir del libro voluminoso y bastante enjundioso en el que estoy trabajando desde hace seis años y que llevará el título de Dialéctica negativa […]. Soy consciente de que puede objetarse, contra un proceder tal, lo que suele objetar la conciencia positivista, a saber: que, como profesor universitario, solo debería presentar resultados terminados, concluyentes e inatacables. No quiero hacer de la necesidad virtud, pero opino, con todo, que esta opinión justamente no se adecua bien al concepto de filosofía; que la filosofía justamente es el pensamiento en un permanente statu nascendi; y que, como el gran fundador de la dialéctica, Hegel, ha dicho, en la filosofía importa tanto el proceso como el resultado; que proceso y resultado […] incluso son la misma cosa. Además, opino que precisamente es propio del pensamiento filosófico un momento de intento, de experimentación, de lo no concluido que diferencia a la filosofía de las ciencias positivas […]. En consecuencia, les presento reflexiones que, en tanto no han encontrado aún su forma verbal, la forma que puedo lograr y que es para mí, hasta donde llegan mis capacidades, la definitiva, justamente presentan los rasgos de lo experimental. Y puedo […] realmente más animarlos, a través de lo que les digo, a pensar conmigo y a formular reflexiones semejantes, que proporcionarles un saber tan seguro que puedan llevárselo tranquilos a casa” (NaS IV-14, pp. 296 y ss.). Las tres lecciones de 1964 a 1966 fueron precedidas por un curso titulado “Ontología y dialéctica”, del que surgió la idea para el libro que luego recibió el título de Dialéctica negativa. No carece de importancia, para las cuatro lecciones, el hecho de que ellas hayan sido desarrolladas en un tiempo en que los textos paralelos del libro aún no habían encontrado su forma definitiva; es decir, el hecho de que las lecciones, según le gustaba decir a Adorno, representaban un work in progress o, mejor aún, un estadio determinado, en cada caso, de la Dialéctica negativa en proceso de gestación.

      3 La teoría de Kant sobre el antagonismo social fue tratada por Adorno ante todo en la lección 6, cf. infra, pp. 127 y ss.; la teoría de Hegel sobre el progreso en la conciencia de la libertad, en la lección 12, cf. infra, pp. 225 y ss. El hecho de que, en Kant, la construcción aporética de la libertad no se aplique a lo nouménico, sino a lo fenoménico, es decir, que dicha construcción se basa en el antagonismo de la sociedad burguesa, lo ha desarrollado Adorno especialmente en el apartado “Momentos ónticos e ideales” en el capítulo sobre la libertad de Dialéctica negativa (GS 6, pp. 252 y ss. [pp. 237 y ss.). Las dos primeras versiones –es decir, la versión dictada, que en Adorno estaba siempre al comienzo, y su primera corrección manual– de este capítulo, que en un principio llevaba como título “Determinismo. Paráfrasis de Kant” y cuyo título definitivo es “Libertad. Para la metacrítica de la razón práctica”, surgieron entre el 3 de diciembre de 1964 y el 20 de enero de 1965, es decir, en forma prácticamente simultánea a las presentes lecciones, que tuvieron lugar entre el 10 de noviembre de 1964 y el 25 de febrero del año siguiente. En relación con la crítica de Adorno a la definición hegeliana de la historia, cf., en cambio, el capítulo “Espíritu del mundo e historia natural” de Dialéctica negativa (GS 6, pp. 335 y ss. [pp. 277 y ss.]), que originariamente llevaba como título “Espíritu objetivo” y surgió inmediatamente antes del capítulo sobre la libertad; la primera corrección de la versión dictada de este capítulo fue concluida el 15 de noviembre de 1964.

      4 Probablemente, Adorno tenía en vista, al hablar de teoría de las espirales, la construcción de la historia de A Study of History (1934-1961) de Arnold J. Toynbee, que por cierto ve surgir y morir las más diversas civilizaciones en un movimiento cíclico comparable; pero, ante todo, en los últimos volúmenes de su obra principal incorpora una evolución ascendente jerárquicamente organizada que está determinada de manera esencial por la religión; la teoría de la historia de Toynbee ocupa, en esa medida, más bien una posición intermedia entre las teorías progresivas lineares y las cíclicas. (Sobre su crítica explícita a la teoría de los ciclos, cf. Der Gang der Geschichte. Aufstieg und Verfall der Kulturen, trad. de Jürgen von Kempski, 4ª ed., Stuttgart, 1954, pp. 248 y ss.). A través de la imagen de la espiral ha visto la historia de la humanidad nadie menos que Goethe, a quien invocan una y otra vez todas las tentativas morfológico-culturales (cf. notas 5 y 6): “El círculo que tiene que describir la humanidad es bastante definido y, al margen de la gran paralización impuesta por la barbarie, ha descripto su curso ya más de una vez. Si se le quiere adscribir un movimiento en espiral, la humanidad retorna una y otra vez a aquella región que ya ha recorrido. Por esta vía se repiten todas las perspectivas verdaderas y todos los errores” (Johann Wolfgang von Goethe, Sämtliche Werke, Jubiläums-Ausgabe, vol. 40: “Schriften zur Naturwissenschaft”, 2ª parte, ed. de Max Morris, Stuttgart-Berlín, 1907, pp. 120 y ss.).

      5 Sobre Oswald Spengler, de cuya filosofía de la historia cíclica habla Adorno en el estudio “Sobre estática y dinámica como categorías sociológicas” (GS 8, p. 237 [Escritos sociológicos I, pp. 202 y ss.); cf. también los trabajos de Adorno sobre él: “Spengler después de la decadencia” (GS 10.1, pp. 47 y ss.), “¿Tendrá razón Spengler?” (GS 20.1, pp. 140 y ss.), así como la temprana reseña de El hombre y la técnica (GS 20.1, pp .197 y ss.).

      6 Como Spengler, también Toynbee y Frobenius (cf. infra, nota 19) son considerados representantes de la morfología de la cultura: una teoría según la cual las culturas sufren un cambio formal orgánico, en analogía con el desarrollo de los individuos desde la infancia, pasando por la juventud y la madurez,