Javier Tapia

Mitología azteca


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sedentarios, si tomamos en cuenta la cultura Olmeca, que nos ha legado las grandes cabezas olmecas con rasgos negroides, por más que en el INAH (Instituto Nacional de Antropología de México) se empeñen en ver rasgos de jaguar; y urnas con esculturas de diferentes caracteres raciales, desde orientales hasta europeos, que se pueden observar hoy en día en el Museo de Antropología e Historia de la Ciudad de México, y en los de Xalapa y Veracruz.

      No se sabe exactamente desde cuándo hay presencia humana en el hoy llamado continente americano, pero las cifras más o menos oficiales rondan entre los trece mil y los treinta y cinco mil años de antigüedad, gracias a la ruta del Estrecho de Bering, muy publicitado, y al paso occidental de Groenlandia, que casi nunca se menciona a pesar de las armas, herramientas y vestigios solutrenses que se encuentran tanto en Canadá como en la Península Ibérica, lo que nos remite a presencia humana en el norte de América desde el paleolítico superior.

      Cabeza Olmeca

      La Historia no siempre la escriben los vencedores, la escribimos los escritores, por encargo o libremente (los vencedores no siempre saben escribir), y a menudo incurrimos en graves errores que nuestros lectores toman por buenos, sobre todo cuando el tema es sobre una cultura desconocida, la cual ha sido malversada de antemano y añade sus errores a los nuestros.

      Urna Olmeca

      La Historia debería basarse en datos y hechos fehacientes, y ser parte de la memoria colectiva con el fin de acumular conocimiento y no repetir errores, pero raras veces es así. A cambio de eso, se fundamenta en panegíricos sobre dudosos héroes; en fechas acomodadas, en ideologías prejuiciosas o en creencias absurdas, por no hablar del hoyismo, o ese querer ver con los ojos del hoy. Inmersos en una cultura determinada, los hechos del ayer de culturas, como la nahua, que no conocemos ni entendemos, pero sobre las cuales escribimos alegremente de oído o basándonos en famosos autores, académicos o no, que citan las notas oficiales independientemente de su veracidad, como si las antiguas culturas se rigieran por las mismas leyes y costumbres de nuestra cultura.

      Incluso Heródoto, padre de la Historia, ve con ojos griegos la cultura egipcia, y la describe no cómo era en realidad, sino como él la entendía.

      La misma Biblia fue considerada un libro histórico y científico hasta el siglo XV de nuestra era, bajo amenaza de condenación a quien no lo creyera y aceptara así, y en algunos sectores de la población aún lo sigue siendo. Voltaire puso en duda a toda la historia escrita hasta el siglo XVIII, por ser materia más de dogma y creencia que de datos certeros o que tendieran a la certidumbre.

      Con estos datos podríamos concluir que la Historia no es una ciencia exacta, aunque los nuevos estudiosos de la materia están intentando que lo sea, con lo que el campo de los mitos y las leyendas es menos exacto aun, pero quizá con más esencia, ya que lo que no cambia en las mitologías es lo esencial aunque los mitos y las leyendas se cuenten de diversas maneras.

      Hay que tener en cuenta que antes del supuesto descubrimiento de lo que más tarde se llamaría América, en las culturas prehispánicas no había una disciplina histórica parecida a la occidental, sino tradiciones orales que daban cuenta de la presencia de los diferentes grupos étnicos en el mundo, y, por supuesto, muchos mitos y leyendas, que han llegado hasta nuestros días gracias, precisamente, a que son orales y no pudieron quemarlos los conquistadores.

      En otras palabras, ninguno de los códices prehispánicos sobrevivió a la persecución y a la quema, si es que los hubo, como el Chimalpopoca, y los códices que se realizaron después están obviamente manipulados con ideas netamente occidentales que poco o nada tienen qué ver con el mundo prehispánico más allá de las manos de los tlacuilos (escribas) que los dibujaron bajo la santa supervisión de frailes franciscanos o dominicos.

      Nos quedan las pirámides, las esculturas, la cocina y las artesanías para darnos pistas de lo que fue el Anáhuac antes de la conquista, intentando salvar nuestros prejuicios actuales, e incluso nuestra formación y educación, para no mal interpretarlos.

      Historia y cultura

      (nemiliscayotl iuan tlacayotl)

      Una lengua hace una cultura, de la misma manera que una cultura hace una lengua, y del mismo modo que la historia es cultura basada en la tradición, y que la cultura es tradición que crea historia.

      No todo en este planeta es eurocentrismo occidental ni capitalismo globalizado, y si bien es cierto que de momento esta línea de pensamiento va ganando la carrera, también es cierto que otras formas de sentir y de pensar el mundo resisten y prevalecen a pesar de la constancia del colonialismo físico, psíquico y mental.

      No es que cada cabeza sea un mundo, porque las enseñanzas y la socialización en las que se construyen los individuos es muy similar en cada tercio del planeta (un tercio judeocristiano, un tercio animista y un tercio budista), con lo que aquello que se cree original y propio suele ser de lo más común, sino que ha habido, hay y habrá, si hay suerte, diversas formas de enseñanza y socialización alrededor del orbe, y con ello diversas lenguas, culturas y formas de pensamiento.

      Hace quinientos años, justificada por un falso descubrimiento y una real conquista, saqueo y vejación, empezó a fraguarse la globalización capitalista y eurocéntrica, pretendiendo que el pensamiento, el conocimiento, el sistema económico y la organización política fueran únicos y universales, dándole valor a solo una, primero con la colonización física y luego con las colonizaciones religiosa e intelectual, intentando borrar las diferencias y el pasado; esfuerzo que se sigue dando en nuestros días con el pretexto de integrar y mejorar, pero que por suerte aún no se ha logrado, gracias a que por debajo de la cultura dominante subyacen y sobreviven otras culturas.

      Ya que no han desaparecido del todo, es válido preguntarse: ¿Cómo eran las enseñanzas y socialización entre los pueblos prehispánicos, y sobre todo entre las culturas nahuas que nos interesan?

      ¿Cómo dicen los conquistadores, cómo señalan los revisionistas, cómo nos lo enseñan en la escuela, cómo apuntan los modernos estudiosos del tema, o cómo lo ha creado y recreado la Iglesia?

      Nadie lo sabe con exactitud, y el campo es tan llano que caben todo tipo de interpretaciones, especulaciones e invenciones ad hoc de quien las emita. Nuestro punto de vista es el sociológico, apoyándonos en la arqueología y en la antropología, pero fundamentalmente sociológico y basado en cuatro pilares estructurales:

      1.- Cultural: Usos, costumbres, fiestas, ritos, alimentación, creencias, lengua, cuentos, arte, cosmovisión, leyendas.

      2.- Social: Jerarquías, asimetrías, relaciones sociales, relaciones de parentesco, uso e instrumentalización de las relaciones, utilización de la lengua.

      3.- Económico: Administración y gestión de los recursos, intercambios, tasaciones, distribución y redistribución de la escasez o de la riqueza, legados, herencias; productividad, capacidad de ahorro, expansión y tenencia.

      4.- Político: Organización, instituciones, mandos, normas, leyes, jurisprudencias, constricciones, poder, monopolio de la violencia.

      Todo ello a través de las bases del orden social, es decir, de aquello que hace que un grupo humano se ciña bajo un mismo tótem y acepte su papel social dentro del sistema, cualquiera que este sea:

      a) Tradición: lo que supuestamente se ha hecho “desde siempre”, y, por tanto, se sigue haciendo ya sea de manera inconsciente o de manera ceremonial y con sumo respeto, dando por buenos los mitos y las leyendas, o incluso desconociendo su antigüedad o su origen.

      b) Carisma: personas, cosas, lugares, dioses, héroes o puntos de influencia con popularidad o prestigio social.

      c) Autoridad: lo que se acepta como mando, orden, regulación o imposición sin cuestionamiento.

      d) Legitimidad: lo que se da por hecho, ético, moral, correcto y ejemplar.

      ¿Cómo era el mundo nahua dentro de este esquema?