Джек Марс

Objetivo Principal: La Forja de Luke Stone — Libro n° 1


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      Oyó la explosión, amortiguada por los cuerpos y sintió la ola de calor. Escuchó los gritos de la siguiente ola de muerte. Pero entonces vino otra explosión y otra.

      Y otra.

      Luke estaba decayendo por las conmociones cerebrales. Tal vez había sido golpeado, tal vez se estaba muriendo. Si esto era morirse, no era tan malo, no había dolor.

      Pensó en el niño: un adolescente flaco, ancho por el medio, como un hombre con torso fornido. El niño llevaba un chaleco suicida.

      Pensó en Rebecca, por ahí con el niño.

      La oscuridad se lo llevó.

      * * *

      En algún momento, el sol había salido, pero no había calor en él. La lucha se había detenido por alguna razón y él no podía recordar cuándo, o cómo, había terminado. El terreno era escarpado y duro. Había cadáveres por todas partes. Hombres flacos y barbudos yacían por todo el suelo, con los ojos muy abiertos y mirando fijamente.

      Luke. Su nombre era Luke.

      Estaba sentado encima de un montón de cuerpos. Se había despertado debajo de ellos y se había arrastrado desde debajo de ellos como una serpiente.

      Habían sido apilados ahí como trozos de leña. No le gustaba sentarse sobre ellos, pero era conveniente. Era lo suficientemente alto como para darle una visión de la colina, a través de los restos del muro de sacos terreros, pero lo mantenían lo suficientemente bajo como para que nadie, excepto un francotirador muy bueno, pudiera dispararle.

      Los talibanes no tenían muchos francotiradores que fueran muy buenos. Algunos, pero no muchos y la mayoría de los talibanes de por aquí, ahora parecían estar muertos.

      Cerca, vio a uno que se arrastraba cuesta abajo por la colina, dejando una línea de sangre, como el rastro de babas que sigue a un caracol. Realmente debería salir y matar a ese tipo, pero no quería arriesgarse a ponerse al descubierto.

      Luke se miró a sí mismo, no tenía buen aspecto. Su pecho estaba teñido de rojo, estaba empapado en la sangre de los hombres muertos. Su cuerpo temblaba de hambre y de agotamiento. Se quedó mirando las montañas circundantes, que aparecían ante su vista a medida que el día se iluminaba. Realmente era un bonito día, este era un país hermoso.

      ¿Cuántos más había por ahí? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que llegaran?

      Sacudió la cabeza. No lo sabía. En realidad no importaba. Ninguno en absoluto probablemente sería demasiado.

      Martínez estaba tendido de espaldas, cerca de la zanja. Estaba llorando y no podía mover las piernas. Había tenido suficiente, quería morirse. Luke se dio cuenta de que llevaba un rato ignorando a Martínez.

      —Stone —dijo. —Oye, Stone. ¡Oye! Mátame, tío, simplemente mátame. Oye, ¡Stone! ¡Escúchame, tío!

      Luke estaba entumecido.

      —No voy a matarte, Martínez, te pondrás bien. Vamos a salir de aquí y los médicos te van a ayudar. Así que vale ya... ¿de acuerdo?

      Cerca de allí, Murphy estaba sentado en un peñón de rocas, mirando al vacío. Ni siquiera estaba intentando ponerse a cubierto.

      —¡Murph! Baja de ahí. ¿Quieres que un francotirador te dé con una bala en la cabeza?

      Murphy se volvió y miró a Luke. Sus ojos simplemente estaban... idos. Sacudió la cabeza. Un suspiro profundo escapó de él, sonaba casi como una risa. Se quedó justo donde estaba.

      Mientras Luke le observaba, Murphy sacó una pistola. Era increíble que todavía tuviera un arma encima. Luke había estado luchando con sus manos desnudas, con piedras y con objetos afilados durante...

      No sabía cuánto tiempo.

      Murphy puso el cañón de la pistola a un lado de su cabeza, mirando a Luke todo el tiempo. Apretó el gatillo.

      Clic.

      Apretó el gatillo unas cuantas veces más.

      Clic, clic, clic, clic... clic.

      —Descargada —dijo.

      Tiró el arma lejos. Cayó estrepitosamente colina abajo.

      Luke miró el arma rebotar. Parecía durar más de lo que él nunca hubiera esperado. Finalmente, se deslizó hasta detenerse en un pedregal de rocas sueltas. Miró a Murphy de nuevo. Murphy simplemente se quedó sentado allí, mirando a la nada.

      Si venían más talibanes, estarían acabados. A ninguno de estos tipos les quedaban muchas fuerzas y la única arma que Stone aún tenía era la bayoneta doblada en sus manos. Por un momento, pensó distraídamente en rebuscar entre algunos de estos tipos muertos en busca de armas. No sabía si le quedaban fuerzas para ponerse en pie. Puede que, en su lugar, tuviera que arrastrarse.

      Una línea de insectos negros apareció en el cielo desde muy lejos. Supo lo que eran en ese mismo instante, helicópteros. Helicópteros militares de los Estados Unidos, probablemente Halcones Negros. La caballería se acercaba, pero Luke no se sintió ni bien, ni mal por ello.

      No sintió nada en absoluto.

      CAPÍTULO TRES

      19 de marzo

      De noche

      Un avión sobre Europa.

      —¿Están ustedes cómodos?

      —Sí, señor —dijo Luke.

      Murphy no respondió. Se sentó en un sillón reclinable al otro lado del estrecho pasillo de donde estaba Luke, mirando por la ventana a la vacía oscuridad. Estaban en un pequeño jet, decorado casi como si fuera la sala de estar de alguien. Luke y Murphy se sentaban en la parte de atrás, mirando hacia adelante. Al frente había tres hombres, incluido un coronel de las Fuerzas Delta y un general condecorado del Pentágono. También había un hombre vestido de civil.

      Detrás de los hombres había dos boinas verdes, en posición vigilante.

      —¿Especialista Murphy? —dijo el general. —¿Está cómodo?

      Murphy bajó la persiana de la ventanilla. —Sí, estoy bien.

      —Murphy, ¿sabe cómo hay que dirigirse a un oficial superior? —dijo el coronel.

      Murphy se apartó de la ventanilla. Miró directamente a los hombres por primera vez.

      —Ya no estoy en su ejército.

      —En ese caso, ¿por qué está en este avión?

      Murphy se encogió de hombros. —Alguien me ofreció dar un paseo. No hay muchos vuelos comerciales que salgan de Afganistán en estos días, así que pensé que sería mejor coger este.

      El hombre vestido de civil miró hacia la puerta de la cabina.

      —Si ya no está en el ejército, supongo que siempre podríamos pedirle que se fuera. Por supuesto, hay un largo camino hasta el suelo.

      Murphy siguió los ojos del hombre.

      —Hazlo, te prometo que vendrás conmigo.

      Luke sacudió la cabeza. Si esto fuera un patio de recreo, casi sonreiría. Pero esto no era un patio de recreo y estos hombres estaban extremadamente serios.

      —Está bien, Murph —dijo. —Cálmate un poco. Yo estaba en esa colina contigo y nadie de este avión nos puso allí.

      Murphy se encogió de hombros. —Está bien, Stone. —miró al general. —Sí, estoy cómodo, señor. Muy cómodo, gracias.

      El general miró los papeles que tenía delante.

      —Gracias, caballeros, por su servicio. Especialista Murphy, si está interesado en que se le dé de baja en sus obligaciones de forma anticipada,