En algunos casos consistió en decir «basta ya» a una mala relación de pareja, trabajo o circunstancia vital dañina mantenida en el tiempo; en otros fue suficiente con creer realmente que otra forma de vivir, más sincera y coherente con uno mismo, es posible, y empezar a vivirla. En varios se trató de plantar cara a la enfermedad y mantenerse fuerte y constante, saliendo del silencio y haciendo saber a las personas cercanas qué ocurría. Y en todos ellos supuso, además, acudir a un terapeuta profesional.
A lo largo del libro se irán proporcionando datos, cifras, experiencias, causas o consecuencias de la depresión para poder tener una imagen amplia de la enfermedad desde diferentes puntos de vista. También se incluyen al final referencias bibliográficas y recursos contra la depresión, así como un glosario de términos para aquellas palabras más técnicas o menos frecuentes. En algunos capítulos se incluyen ilustraciones que van mostrando la transición del paso de la enfermedad hasta que el afectado logra recuperarse y vencerla. Están realizadas por «Ángel», uno de los ex pacientes y protagonistas de las historias de superación de la depresión que se incluyen más adelante y que plasma parte de su propia historia en ellas.
Espero que disfrutes este libro, y sobre todo que sea de utilidad para que entre todos podamos hacer frente a esta gran enfermedad.
Introducción
Cuando hablamos de la enfermedad del siglo XXI, ¿a qué nos estamos refiriendo?
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (en adelante OMS), la depresión es una enfermedad frecuente en todo el mundo y se calcula que afecta a unos 350 millones de personas. En 2020 será la segunda enfermedad más extendida en el mundo, y en 2030 la primera. Cuando se padece puede convertirse en un problema de salud grave, especialmente si es de larga duración. También puede llegar a causar gran sufrimiento y alterar las actividades laborales, escolares o familiares. En el peor de los casos puede acabar derivando en la tragedia del suicidio. Cada año se suicidan en el mundo más de 800.000 personas, siendo hoy por hoy la segunda causa de muerte entre la población mundial de 15 a 29 años. Esta cifra probablemente sea muy superior ya que en determinados países innumerables casos de suicidio no se contabilizan como tales, ya sea por ocultación, vergüenza familiar, ocurrir en zonas de conflicto, etc. También porque a veces no se puede demostrar si se ha tratado o no de un accidente. Solo en España cada día se suicidan diez personas y otras veinte lo intentan, lo que convierte al suicidio en un problema grave que va en aumento y que está estrechamente relacionado con la depresión.
Aunque hay tratamientos eficaces para la depresión, más de la mitad de los afectados en todo el mundo (y más del 90% en muchos países) no reciben esos tratamientos según la OMS. Entre los obstáculos a una atención eficaz se encuentran la falta de recursos y de personal sanitario capacitado, además de la estigmatización social de los trastornos mentales. Otra barrera para la atención eficaz es la evaluación errónea. Personas con depresión a menudo son diagnosticadas de forma incorrecta, lo que les impide poder recibir el tratamiento adecuado. En paralelo, otras personas que en realidad no la padecen a menudo también son diagnosticadas erróneamente y tratadas con antidepresivos que no necesitan.
El promedio mundial de casos de depresión y otros trastornos mentales asciende progresivamente. De hecho, una significativa resolución de la Asamblea Mundial de la Salud en el año 2013 supuso un hito en la materia, ya que se abogó de manera unánime por una respuesta integral y coordinada de los países a este problema dada su magnitud.
Si hablamos de España, al menos un 20% de su población ha presentado algún trastorno mental. El episodio depresivo más grave (también conocido como depresión mayor y que describimos a continuación) es el más usual, con una prevalencia del 3,9%, siendo para las mujeres más del doble que para los hombres; 5,62% frente a un 2,15% (Haro et al., 2006). Por tanto, la probabilidad de que una persona sufra depresión a lo largo de su vida es superior a la de otros trastornos mentales como la ansiedad o el consumo de sustancias (Vindel, Salguero, West, Dongil, y Latorre, 2012). La evidencia de estas cifras, así como las consecuencias que la depresión tiene para la sociedad, han propiciado que la depresión comience a ser objetivo trascendental de las políticas de salud pública (Valladares, Dilla, y Sacristán, 2009) con un coste total en toda Europa estimado en 118 billones de euros y un gasto anual de 5.005 millones en el caso de España (Sobocki, Jonsson, Angst, y Rehnberg, 2006).
Al hablar de depresión, técnicamente nos referimos al trastorno depresivo mayor (o MDD por sus siglas en inglés). También es conocido como depresión mayor o depresión clínica, o como depresión recurrente en el caso de presentarse repetidos episodios. Dependiendo del número e intensidad de los síntomas, la depresión mayor puede categorizarse de acuerdo a Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS como episodio depresivo leve, moderado o grave.
Las personas con episodios depresivos leves y algunos moderados tendrán dificultades para seguir con sus actividades laborales y sociales habituales, aunque probablemente no las suspendan completamente. En cambio, durante un episodio depresivo grave es muy improbable que el paciente pueda mantener su ritmo normal de vida si no es con grandes limitaciones.
Para poder identificar con claridad y profesionalidad un cuadro de depresión mayor se debe acudir a un profesional. Dicho esto y para aportar mayor información al lector sobre cuáles son los criterios estandarizados para ello, pasamos a verlos a continuación.
Criterios diagnósticos de trastorno de depresión mayor según el prestigioso manual de diagnóstico DSM-51 editado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría:
1 Cinco (o más) de los síntomas siguientes han estado presentes durante el mismo período de dos semanas y representan un cambio de funcionamiento previo y al menos uno de los síntomas es uno de los dos siguientes:(1) Estado de ánimo deprimido la mayor parte del día casi todos los días, según se desprende de la información subjetiva o de la observación por parte de otras personas.(2) Disminución importante del interés o el placer por todas o casi todas las actividades la mayor parte del día casi todos los días (como se desprende de la información subjetiva o de la observación).(3) Pérdida importante de peso sin hacer dieta o aumento de peso o disminución del apetito casi todos los días(4) Insomnio o hipersomnia casi todos los días.(5) Agitación o retraso psicomotor casi todos los días.(6) Fatiga o pérdida de energía casi todos los días.(7) Sentimiento de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada (que puede ser delirante) casi todos los días (no simplemente el autorreproche o culpa por estar enfermo).(8) Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse o para tomar decisiones casi todos los días (a partir de la información subjetiva o de la observación por parte de otras personas).(9) Pensamientos de muerte recurrentes (no solo miedo a morir), ideas suicidas recurrentes sin un plan determinado, intento de suicidio o un plan específico para llevarlo a cabo.
1 Los síntomas causan malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes de funcionamiento.
2 El episodio no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia o de otra afección médica.
3 El episodio de depresión mayor no se explica mejor por un trastorno esquizoafectivo[2], esquizofrenia, trastorno esquizofreniforme[3], trastorno delirante[4], u otro trastorno especificado o no especificado del espectro de la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos.
4 Nunca ha habido un episodio maníaco o hipomaníaco[5].
La depresión en nuestra sociedad es una pandemia que ha pasado de ser un tema tabú a ser algo de lo que sí se puede hablar pero en un sentido mayoritariamente vulgarizado o confundido: «estás un poco depre; eso con una buena juerga se te pasa». Esta enfermedad no consiste en estar puntual o temporalmente triste. Hablamos de un proceso muy desgastante, paralizante; quien lo padece puede llegar a no reconocerse a sí mismo ni tener control sobre su vida. También puede generar dolor físico real y permanente, además de otras consecuencias tales como la dificultad o incapacidad de sentir alegría o placer, insomnio y pérdida de apetito, pérdida de memoria y razonamiento, carencia de ganas, de pasión, de interés, de energía, que dejan al paciente sumido en una situación de bloqueo total ante cualquier actividad cotidiana.
Partiendo