Darío López

Tejiendo un nuevo rostro público


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diferencias religiosas y políticas, tienen en la defensa de la dignidad intrínseca de todos los seres humanos, un piso común sobre el que se asienta su compromiso con la defensa del Estado de derecho.

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      En síntesis, el análisis de los cuatro casos emblemáticos de violación de derechos humanos de ciudadanos evangélicos, indica que la comunidad evangélica representada por el conep actuó orgánicamente para defender a los miembros, líderes y pastores de sus iglesias, cuando sus derechos ciudadanos fueron transgredidos. Indica también que en situaciones políticas críticas, como en un marco temporal de violencia terrorista y represión indiscriminada, las expresiones de fe religiosa pueden adquirir patrones de conducta individual y colectiva bastante diferentes de los que se podría esperar, si se aplicasen los estereotipos tradicionales de pasividad y conformismo político, con los que usualmente se ha asociado a las iglesias evangélicas.

      2. El nivel regional: Evangélicos en las rondas campesinas

      Aunque la respuesta nacional de los evangélicos a la realidad de violencia política que afectó a miembros, pastores y líderes de sus iglesias, vino por parte del conep, como entidad representativa de la mayoría de las iglesias evangélicas, hubo también una respuesta regional en la que participaron miembros, líderes y pastores. Ese fue el caso de la presencia de miembros, líderes y pastores de las iglesias evangélicas del Valle del Río Apurímac en los Comités de Autodefensa o Rondas Campesinas. Si bien se trató de una respuesta no oficial y no orgánica de las iglesias evangélicas al problema de la violencia política, sin embargo, da cuenta de la activa participación de este sector religioso en la pacificación del país en una zona de violencia política extrema como fue el Valle del Río Apurímac. Esto es así porque, como lo ha señalado la cvr en las Conclusiones Generales de su Informe Final, «[...] los Comités de Autodefensa fueron un factor muy importante en el desenlace del conflicto armado interno que se dio en el Perú» (cvr 2003a: 364).

      Diversos autores han señalado que varias de las Rondas Campesinas fueron gestadas y dirigidas por pastores, líderes y miembros de las iglesias evangélicas (Tapia 1994:23; Armas 2000:109–137), afirmándose incluso que ellos fueron los “comandos” o los responsables de dirigir las acciones de autodefensa de las Rondas Campesinas (Tapia 1994:23). Han señalado también que hubo casos en los que hasta un 80% de sus integrantes provenían de las iglesias evangélicas (Díaz 1991:20).

      Pero se tiene que señalar también que el origen de las Rondas Campesinas tuvo varios matices o variantes. Unas se formaron por iniciativa de los militares que necesitaban a los campesinos como “escudos humanos” o como “carne de cañón” para hacer frente a la subversión armada en un espacio geográfico que ellos no conocían bien debido a su procedencia mayormente citadina. Otras se gestaron como una estrategia de sobrevivencia, por iniciativa de los propios campesinos, que buscaban defenderse del terror desatado por sl. Además, hubo casos en los que por necesidad mutua, tanto de los propios campesinos como de los militares, se formaron Rondas Campesinas para defenderse del enemigo común que en ese momento era sl.

      Para el caso particular del Valle del Río Apurímac, Ponciano del Pino ha afirmado que la participación de los evangélicos en las Rondas Campesinas fue un factor muy importante en la lucha contra sl (del Pino 1996:117–188). Este mismo autor ha señalado también lo que, según su opinión, fue el marco ideológico que actuó como detonante para que los evangélicos se enfrentaran a sl:

      Desde 1984 la Iglesia Evangélica Pentecostal comenzó a crecer con gran fuerza. Su mensaje: se vivían tiempos apocalípticos, vísperas de la segunda venida del Espíritu Santo. Era necesario y urgente “elegir el camino de la vida”, el “verdadero cristianismo” para asegurar la salvación y la vida eterna. Para sl resultó difícil doblegar a estas comunidades, por lo que procedió a combatirlas. Los evangélicos elaboraron entonces una respuesta ideológica, que se tradujo en acción práctica: para el juicio final, la tierra debía quedar limpia de “demoniacos”. Por eso era necesario, bajo la protección de Dios, luchar contra las fuerzas del mal. De esta forma, la represión sangrienta de sl, encontró como respuesta la acción armada de los evangélicos y la guerra política se convirtió en cierta medida en guerra religiosa, pues los evangélicos no se imaginaban combatiendo contra un enemigo común y corriente, sino contra el propio anticristo [...] (del Pino 1996:118).

      Del Pino sostiene que el enfrentamiento armado entre los evangélicos y sl se explica por razones fundamentalmente ideológicas relacionadas con un desencuentro de cosmovisiones. En tal sentido, si para sl la violencia armada era el único camino para construir la sociedad sin clases por la que ellos decían luchar, los evangélicos tenían una forma de interpretar esa realidad de violencia que estaba destruyendo la vida de muchas comunidades campesinas. Así, un pastor evangélico de la comunidad campesina de Chuschi creía que la violencia política que estaba arrasando a la región constituía una señal de los últimos tiempos y un anuncio de la Segunda Venida de Jesús (Isbell 1992:59–81). Esto puede explicar por qué, según el punto de vista de del Pino, sl y los evangélicos:

      [...] se enfrascaron [...] en una lucha por la conquista de los excluidos y los desamparados [...]. Ambos llegaron al valle [del río Apurímac] a conquistar los corazones y las almas de los menesterosos. sl ofreciendo la revolución, los evangélicos el paraíso [...]. La guerra completó la contraposición ideológica: para sl matar a los evangelistas era acabar con los “traidores del pueblo” [...] para los evangélicos, enfrentar a sl era luchar contra los demoniacos, contra el anticristo. Ambos dispuestos a morir por sus libros sagrados: los senderistas por el Pensamiento Gonzalo y los hermanos por el Evangelio [...] (del Pino 1996:167).

      Entonces, la forma como los evangélicos interpretaron las acciones de terror de sl contra ellos, puede explicar la lucha que emprendieron para terminar con la ola de violencia y muerte que ese grupo terrorista había iniciado y que estaba despoblando al campo. En este enfrentamiento hubo dos componentes. El componente ideológico fue la mentalidad hegemónica que ambos tenían, por la cual intentaban ser los únicos “dueños” de ese espacio geográfico. El componente “proselitista” fue el interés que tuvieron por captar el mayor número de adherentes para sus filas. La lucha entre ambos fue sin cuartel y sin concesiones y, dentro de esa lucha, los aspectos ideológicos se tradujeron en acciones prácticas para terminar con el enemigo.

      Dentro de ese contexto, mientras sl trató de matar a los evangélicos por considerarlos como sus competidores ideológicos, y como un “estorbo” para sus planes hegemónicos y de dominio territorial, los evangélicos lucharon contra los “terrucos” porque vieron en la práctica de terror de sl una clara señal de los últimos tiempos. Aquí llama la atención, por supuesto, la forma como los evangélicos interpretaron las partes del Nuevo Testamento que hacen referencia a las señales de los últimos tiempos, para llegar a calificar a las acciones de terror de sl como un indicador de la manifestación del Anticristo en ese clima político límite de violencia y muerte. ¿Una forma de hermenéutica “popular” del texto bíblico y una lectura apocalíptica del contexto histórico? Parece que de eso se trató en ese contexto histórico particular.

      Pero ¿no se tienen que considerar otros factores para entender la actuación social y política de los campesinos evangélicos en ese contexto histórico en particular? Al respecto, la forma militante como los evangélicos de las comunidades andinas asumen su compromiso religioso y la defensa de su fe, es un factor interno clave que puede explicar tanto la forma disciplinada como la cohesión con la que hicieron frente a la subversión armada12. Puede explicar, además, por qué se enfrentaron abiertamente a sl, cuando la práctica de terror de ese grupo subversivo les afectó directamente. A la luz de todos estos factores, se puede comprender mejor por qué los evangélicos del Valle del Río Apurímac se vieron a sí mismos como el ejército que Dios había levantado para terminar con los “terrucos”, como los elegidos del Señor para acabar con aquellos que no respetaban la vida humana, y como los instrumentos de Dios para poner fin a tantos años de sufrimiento y terror.

      Así, dentro de esa realidad de violencia, mientras los terroristas de sl estaban dispuestos a “ofrendar” sin reservas su vida por el “partido” y el “Presidente Gonzalo”, los evangélicos estaban