de sus ministros. En estos casos, salvo que reciban fondos de la denominación o de alguna otra fuente, los pastores se ven forzados a trabajar secularmente. El mismo Pablo tuvo que hacerlo. Este ha sido mi caso y el de muchos compañeros que conozco en distintos momentos del ministerio. En todo caso, salvo deshonrosas excepciones, los pastores trabajan. Lo hacen en la iglesia, en alguna empresa, en negocios propios, o en ambas situaciones. No deberíamos juzgar ninguna situación, porque sería injusto.
El trabajo pastoral es normalmente intenso y dependerá en buena medida del tamaño de la iglesia y de su dinámica. En el caso de tener que trabajar además secularmente para poder mantener a la familia, el trabajo se multiplica por dos. Algunos pastores, en alguna ocasión, me han dicho: “Fui llamado al ministerio y si el ministerio no me mantiene, lo dejo. Tengo que vivir por fe”. Es cierto que Pablo dice: “Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio (1 Co 9:14); es un derecho de los siervos de Dios y una obligación de las iglesias mantener a sus ministros. Pero las circunstancias no siempre son las idóneas y, entonces, estamos llamados a adaptarnos a ellas y resolver bajo la dirección del Espíritu Santo. Ese mismo Pablo añade después, “pero yo de nada de esto me he aprovechado, ni tampoco he escrito esto para que se haga así conmigo” (v. 15); y lo dice porque tenía otras razones más importantes que ya había expuesto previamente: “No hemos usado de este derecho, sino que lo soportamos todo por no poner ningún obstáculo al evangelio de Cristo” (v. 12). Para Pablo, si sus derechos podían en alguna manera servir de obstáculo para la extensión del evangelio, él estaba dispuesto a renunciar a ellos sin ningún problema. Al despedirse de los ancianos de la iglesia de Éfeso en Mileto, les dice: “Vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido. En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: «Más bienaventurado es dar que recibir»” (Hch 20:34-35).
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