el 18 de febrero. No hay más dolor ni hemorragia. El tumor permanece estacionario hasta febrero, cuando comienza a crecer levemente. El paciente muere repentinamente el 1 de marzo.
Caso 4. Señora M. R., edad 66. Carcinoma avanzado del cuello uterino. Hemorragia considerable y dolor. Primera dosis: 25 de octubre. La hemorragia y el dolor cesaron hasta diciembre. Segunda dosis: 9 de diciembre. Mejoró la condición general. Hemorragia leve el 15 de enero. Se suministra la tercera dosis. Mejoría general en ascenso hasta mayo. No se siente muy bien. Cuarta dosis: 5 de junio. La paciente aún vive y está levemente mejor.
Caso 5. Señora E. M., edad 62. Carcinoma avanzado del cuello uterino. Reposo absoluto. Dolor considerable y angustia. Se administran sedantes. Primera dosis: 15 de febrero. Mejoría considerable. Después de una semana la paciente pudo levantarse. Se proporciona la segunda dosis en marzo y la tercera en junio. La condición de la paciente aún es muy buena; ella puede levantarse y ayudar en las tareas de sala del hospital.
Podríamos seguir citando casos similares indefinidamente y ésos son el resultado promedio de los que respondieron bien: dolor disminuido, con frecuencia completamente ausente y una mejoría de todos los síntomas, con una mayor o menor reducción del tumor; el paciente se siente más cómodo y por lo general cuando llega el fin es repentino o después de una breve recaída.
Los puntos fundamentales que deseo precisar son:
1) Que la dieta civilizada es contranatural, deficiente en cuanto a las propiedades necesarias para la salud, y también para asegurar que se pueda mantener los intestinos en estado limpio.
2) Que las condiciones que se originan en el intestino como resultado de esto permiten una flora anormal, la ausencia de organismos purificadores y la presencia de bacterias productoras de toxinas, con el resultado de que las heces son molestas y peligrosas.
3) Que la eliminación de esta condición, y limpieza del intestino, causa la mejoría más notable en la salud general, y habitualmente también en la mayoría de las enfermedades crónicas, sin ningún tratamiento específico.
4) Y finalmente, a partir del trabajo realizado, parece haber esperanza de que este remedio tan simple pudiera disminuir la incidencia de la enfermedad maligna, e incluso ser útil, cuando esté más cuidadosamente desarrollado, en el tratamiento de la enfermedad cuando se ha establecido.
El envenenamiento intestinal ya no es la aparición indefinida del pasado, cuando se suponía que la estasis24 era la causa principal. Ahora conocemos la dieta necesaria para eliminar los alimentos a partir de los cuales las toxinas se forman más fácilmente, y las bacterias involucradas en su producción.
La toxemia no depende tanto de la estasis como del contenido del intestino; si no hay venenos, incluso cuando existe la estasis, no puede haber absorción natural; pero si las heces son fétidas, sin importar cuán rápidamente pasen habrá una cierta absorción en el torrente sanguíneo.
En general, cuando la condición del contenido intestinal se vuelve limpia, existe tal mejoría en el tono muscular y en la salud en general, que cesa el estreñimiento.
Nota aclaratoria
TOXEMIA INTESTINAL Y ALIMENTACIÓN
Durante las últimas décadas se han realizado numerosas investigaciones en el área de la nutrición que confirman apreciaciones sostenidas por especialistas de la medicina natural durante siglos, enseñanzas que Bach retoma en el trabajo precedente y propone como parte de una terapéutica preventiva y curativa.
En qué medida las enseñanzas de Rudolf Steiner sobre este tópico pudieron haber influido sobre Bach es materia de discusión, pero vale la pena recordar la concordancia de perspectivas. Sin embargo, tal como hemos apuntado al inicio de esta nota, se trata de una concepción sobre la alimentación correcta que posee una extensa tradición.
Así, por ejemplo, los esenios –comunidad que vivió desde unos 300 años antes de cristo en los alrededores del Mar Muerto– tenían conocimientos de agricultura, suelos y clima y daban mucha importancia al uso de alimentos crudos. En uno de los manuscritos del Mar Muerto, encontrados en 1947, se lee lo siguiente: “Pero yo os digo, no matéis ni a los hombres, ni a los animales, ni la comida que va a vuestra boca. Ya que si vosotros os nutrís con alimentos vivos, éstos os vivificarán, pero si matáis vuestro alimento, el alimento muerto os matará. Pues si la vida viene solamente de lo vivo y de lo muerto sale siempre sólo muerte… vivid solamente del fuego de la vida, y no preparéis vuestros alimentos con el fuego de la muerte que mata vuestros alimentos, vuestros cuerpos y vuestra alma. Y vuestros cuerpos se convierten en lo que coméis, así como vuestra alma en lo que pensáis. Por ello no comáis todo lo que el fuego, el hielo y agua haya destruido, porque la comida quemada, helada o descompuesta quemará, helará y descompondrá también vuestro cuerpo”.
La tradición de los esenios fue recogida por san Jerónimo quien, en el año 385, dirigió en Jerusalén un monasterio basado en los principios esenios. La enseñanza de san Jerónimo inspiró e influyó en san Benito, quien fundó numerosos monasterios. Basta con leer la regla que estableció para la vida monástica para comprender la permanencia del mensaje esenio, que luego continuará con san Francisco de Asís y que llega a Bach de la mano de varios pensadores previos y contemporáneos a él.
De manera independiente a esta historia, ¿qué ocurre cuando se cocinan los alimentos ¿Qué le sucede al cuerpo si se come comida cocida? ¿Qué relación hay entre este hecho y la toxemia intestinal? ¿Qué vinculación existe con este tipo alimentación y el cáncer?
El pasaje de lo crudo a lo cocido, como lo señala Claude Lévi-Strauss, señala en el hombre el paso de la naturaleza a la cultura, que con todos los beneficios que esto representa no por eso deja de lado las condiciones que impone, contrarias a las tendencias naturales de satisfacción del ser humano y de su organismo, con el fin de alcanzar esta meta evolutiva.
1. Qué produce la cocción de los alimentos
Al cocinar un alimento suceden muchas cosas importantes en su estructura; lo primero es que disminuye o desaparece su fuerza vital. De esta manera el alimento vivo se transforma en algo inerte y en lugar de comer vida se come algo carente de energía. Pero, por otra parte, la estructura bioquímica y la composición nutricional del alimento se modifican significativamente. Las moléculas se deforman y degradan, y el alimento se arruina de diversos modos. Así, por ejemplo, cuando se cuecen los vegetales la fibra se convierte en un ingrediente suave y pasivo, que pierde su carácter de cepillado y su calidad de limpieza magnética en el intestino.
Por otra parte, los nutrientes –vitaminas, minerales, aminoácidos, oligoelementos– se dañan, alteran y desaparecen en diverso grado de acuerdo con la temperatura, el método y el tiempo de cocción usados. De este modo el 50% de las proteínas se cuajan, y una parte importante pierde su valor nutricional. Las altas temperaturas también crean una alteración estructural en las proteínas y estas proteínas modificadas participan en la generación de ciertos problemas de salud, así como en la aceleración del proceso de envejecimiento. La interrelación de los nutrientes propios de cada alimento se altera con respecto a su composición natural sinérgica. En la carne, por ejemplo, la cocción destruye más vitamina B6 que metionina y facilita la acumulación de homocistina, que es aterogénica, e inicia la formación de radicales libres, fomentando los problemas cardíacos en las personas.
En otro orden, la cocción disminuye el contenido de agua del alimento; la estructura natural del agua también se altera, se crean sustancias tóxicas y “productos secundarios”, y cuanto mayor es la temperatura de cocción, más toxinas se generan. Freír y asar produce muchas toxinas; cocinar grasas, y especialmente proteínas, da lugar a la formación de diversas sustancias cancerígenas y mutagénicas, y multitud de radicales libres.
2. Toxemia intestinal y cáncer
Otros efectos de la cocción