galimatías para hacerse los interesantes y atraer la atención de los ingenuos e incautos; no le hagáis caso.
–Pero profesor, decir «que ya era tiempo para que el puma despierte y abra los ojos» no suena a tontería; podría ser algo retórico o propio de alguien que sabe algo importante –intervino Guille.
–Bueno sí, podría ser… Disculpad si me he extralimitado pero es que en las zonas arqueológicas los pedigüeños abundan y me sacan de quicio.
»Aprovecharé para deciros que en la época inca, Sacsayhuamán era la cabeza de la figura de un puma gigante, conformada por el plano de la ciudad completa. Y una de las tres torres que existían en la plataforma de la parte alta, que veremos después y de la que hoy solo quedan sus cimientos, era el ojo del felino –intervino el maestro.
–¿A qué se podría haber referido aquel hombre con el «despertar del puma» profesor? –insistieron los alumnos.
–No me lo imagino, pero insisto: tened cuidado porque a veces se acerca gente con artes engañosas; vienen diciendo incoherencias y con ello tratan de vender cosas a los turistas intentando sorprenderlos o buscan despertar el interés por lo esotérico sin ninguna base científica y con ello aprovecharse de ellos de alguna manera; quizás llevándolos a alguna improvisada ceremonia pseudo-chamánica que incluya alucinógenos de la selva, con la finalidad de captar jugosas propinas. Así que sed precavidos, no creáis todo lo que escuchéis y sigamos todos juntos por favor.
El recorrido continuó por cada una de las tres terrazas de la fortaleza-templo hasta llegar a la cima donde se encontraban los cimientos de las torres. Después bajaron a la gran explanada cruzando al lado opuesto, subiendo por los pequeños cerros rocosos al lugar que llaman el «trono» o «asiento del Inca».
Esperanza, situada junto a sus compañeros sobre las colinas y mirando hacia las impresionantes murallas, recordó con alegría aquellos maravillosos momentos que pasó en el lugar cuando era niña, donde se le despertaron posibles recuerdos de vidas anteriores. Pero esas imágenes ya empezaban a diluirse y desaparecer como consecuencia de los años transcurridos. Era difícil volverlos a tener con la misma frescura e intensidad que cuando era pequeña. Ciertamente cuando uno crece y se relaciona con los demás va perdiendo u olvidando las conexiones y las percepciones sutiles. El no poder evocar plenamente esas experiencias infantiles la hizo pasar de la alegría a la tristeza.
–¿Qué te pasa Esperanza? Hace un momento estabas que no cabías en ti de gozo y ahora se te ve triste y compungida. ¿Has recordado algo que te ha entristecido? –le preguntó Raquel, siempre observadora, inquieta por su amiga.
–Yo estuve aquí con mi padre cuando era muy niña.
–¡Ah, ahora veo porque te ha entrado nostalgia! ¡Extrañas a tu padre!
–¡No, no es eso! Cuando estuve aquí con él me pareció que había vuelto a mi casa y todos estos lugares me resultaron más que familiares. Recordaba como habían sido en los tiempos de los incas, como si yo misma hubiese vivido en esa época.
–Eso demuestra que siempre has tenido mucha imaginación amiga.
–Sé que no fue imaginación Raquel, ¿o acaso no recuerdas lo que vimos juntas cuando éramos niñas en la playa?
–Tienes razón, yo ya me había olvidado de eso. Se nota que estamos creciendo y vamos relegando cosas que en su momento fueron mágicas e importantes.
»¿Entonces tú viviste en un vida pasada aquí? ¡Qué locura!... ¿En serio? Espera a que los demás se enteren. Eso es una pasada.
–¡Por favor no lo comentes! No quiero que los chicos se burlen de algo que es muy serio para mí. Yo estoy segura de que fue así. El problema es que me he dado cuenta de que estoy perdiendo esos recuerdos y la capacidad de conectar con ellos.
–Eso sí es una pena Esperanza… Imagínate si recordaras con toda claridad esas cosas; hasta podrías decir a los arqueólogos donde excavar. Les ahorrarías mucho trabajo y los resultados de sus prospecciones serían espectaculares.
–Tienes razón Raquel, no había pensado en ello. Pero igualmente no me creerían. Además, ¿por qué habrían de hacerme caso?
En ese momento el profesor Gutiérrez se acercó a las dos chicas, llamándoles la atención porque se habían quedado rezagadas del resto por estar conversando.
–¡Vamos señoritas, muévanse porque se están quedando atrás! Miren donde está el resto.
Las chicas avanzaron uniéndose al grueso del grupo que estaba concentrado en la zona del rodadero, donde jugaban como si fueran niños pequeños. En aquella zona los maestros se preocuparon de que los alumnos conocieran las recientes excavaciones arqueológicas que habían sacado a la luz cerca de una decena de momias de nobles con sus correspondientes ofrendas, para lo cual habían contactado con el Instituto Nacional de Cultura, el cual había puesto sobre aviso a los arqueólogos residentes, que atendían a la comitiva escolar.
El maestro de Historia se acercó a los dos arqueólogos de la zona de las excavaciones. Eran un hombre y una mujer que llevaban puestos unos chalecos color crema con el distintivo del Instituto Nacional de Cultura. Estuvo conversando con ellos unos minutos para después girarse hacia los chicos diciéndoles:
–Queridos alumnos, os presento a los arqueólogos Jorge Cavieses y Rita Amaru, que os van a dar una explicación sobre las excavaciones y los hallazgos arqueológicos realizados recientemente en esta zona, colindante con la fortaleza-templo de Sacsayhuamán.
–¡Muy buenos días jóvenes! –intervino el arqueólogo, un hombre de unos cuarenta años de pelo negro, bigote grueso y gafas oscuras–. Me alegro de que incluyan momentos de investigación y estudio en su viaje de promoción. Hay excursiones escolares que piensan que venir aquí es solo para divertirse y pasarlo bien. Lo pueden pasar bien pero aprovechando el tiempo para enriquecerse con conocimiento y aprender cosas que pueden orientar sus vidas. Un viaje siempre es una gran oportunidad para crecer conociendo. Tienen que aprovechar también cuanta oportunidad se les presente para ir definiendo sus vocaciones profesionales. Este lugar ofrece un sinnúmero de posibilidades para desarrollar la Arqueología, la Antropología, la Etnología, la Sociología, la Geografía, el Turismo, la Arquitectura, la Ingeniería, la Biología, la Botánica, la Agronomía, la Gastronomía, etc.
–¡Así es! –recalcó la arqueóloga, mujer de unos treinta y cinco años, de baja estatura, complexión gruesa y rasgos marcadamente nativos–. Tal como dice el profesor Cavieses, están en un momento muy importante de sus vidas y aquí pueden conocer a través nuestro una profesión que tiene mucho futuro en un país como Perú, con una vasta tradición cultural. La industria del turismo va de la mano de la Arqueología. Los descubrimientos arqueológicos incrementan el acervo cultural y permiten conocer nuestra Historia y proyectar nuestro futuro, y el descubrimiento y exposición de nuestra riqueza cultural atrae el turismo internacional y, por ende, las inversiones en ese sector.
–Tal como dice la profesora Amaru, aquí les vamos a comentar lo que hacen los arqueólogos en los yacimientos arqueológicos, el por qué y el para qué se excava, los tipos de excavación, el registro y datación de las muestras, etc. –continuó el arqueólogo llevando al grupo a ver los pozos o trincheras de excavación, donde unos obreros estaban excavando, exponiendo los distintos estratos de habitación y separando con cernedores los fragmentos de cerámica y huesos que hallaban.
–En este lugar se han encontrado momias de distintas fases de la cultura inca… –comentó la arqueóloga.
La explicación duró poco más de media hora, dejando paso después a las preguntas. Algunos muchachos estaban muy inquietos, con ganas de seguir caminando y explorando; otros no prestaban la menor atención a lo que se decía y estaban concentrados más bien en sus móviles, a pesar de las reiteradas llamadas de atención de los profesores.
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