Morgan Rice

Traicionada (Libro # 3 Del Diario Del Vampiro)


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con la espada. ¿Dónde está? "

      " Mi señor," ella comenzó lentamente, "ubiqué a la muchacha. Caitlin. Y a Caleb. Los encontré a los dos. Y encontré la Espada. Hasta logré que Caitlin me la cediera. Estaba sobre el piso, a mi alcance. En cuestión de segundos, seguramente habría estado en mis manos para traérsela de regreso."

      Samantha tragó saliva.

      "No pude anticipar lo que sucedió después. Me sorprendieron, Kyle me atacó."

      Un fuerte murmullo estalló por toda la habitación repleta de vampiros.

      "Antes de que pudiera agarrar la Espada", continuó, " Kyle ya la había tomado. Huyó de la iglesia, ya no podía hacer nada. Traté de encontrarlo, pero ya se había ido. Ahora, la Espada está en su poder."

      Un murmullo aún más fuerte se propagó por toda la habitación. Se podía palpar la ansiedad en la sala.

      " ¡SILENCIO! " gritó una voz.

      De a poco, el murmullo se apagó.

      "Entonces," comenzó Rexius , "después de todo, permitiste que Kyle tomara la espada. Prácticamente, se la entregaste."

      Samantha sabía qué debía hacer, pero no pudo contenerse. Tenía que decir algo en su defensa. "Mi señor, no había nada que pudiera hacer- "

      Rex la interrumpió con solo un movimiento de cabeza. Ella temía ese gesto. Significaba que lo que seguí no era nada bueno.

      "Gracias a ti, ahora tengo que prepararme para dos guerras. Esta guerra patética con los humanos, y ahora una guerra con Kyle."

      Un pesado silencio cubrió la habitación, y Samantha sintió que su castigo era inminente. Estaba lista para recibirlo. Con firmeza, mantuvo en su mente la imagen de Sam, y el hecho de que no podían matarla así nomás. Ellos nunca lo harían. Habría una vida después de esta, algún tipo de vida, y Sam estaría en ella.

      "Tengo un castigo muy especial reservado para ti", dijo Rexius mientras su boca se rompía lentamente en una sonrisa.

      Samantha oyó las amplias puertas dobles abrirse detrás de ella y se volvió para ver.

      Su corazón se estremeció.

      Allí, arrastrado por dos vampiros, encadenado de pies y manos estaba Sam.

      Lo habían encontrado.

      Estaba amordazado, y por mucho que se retorciera y tratara de emitir algún sonido, no podía. Sus ojos se abrieron en shock y miedo. Lo arrastraron hacia un lado de la habitación, las cadenas repiqueteaban, lo sostenían firmemente, obligándolo a mirar.

      "Parece que no sólo perdiste la Espada, sino que también has desarrollado un afecto por un humano, en contra todas las reglas de nuestra raza", dijo Rexius. "Tu castigo, Samantha, será ver sufrir lo que es más querido para ti. Puedo intuir que lo más querido para ti no eres tú. Es este niño. Este pequeño y patético muchacho humano. Muy bien," dijo inclinándose aun más cerca y sonriendo. "Entonces, es así cómo serás castigada. Vamos a infligir un dolor terrible a este muchacho."

      El corazón de Samantha latía fuertemente en el pecho. Era algo que no había previsto, y no podía permitir. A cualquier precio.

      Entonces, entró en acción, saltó en dirección de los asistentes de Sam. Se las arregló para llegar hasta uno de ellos, cuando pateó su pecho con fuerza, salió volando hacia atrás.

      Pero antes de que pudiera atacar al siguiente, varios vampiros estaban sobre ella, la agarraron y la sujetaron. Ella luchó con toda su fuerza, pero eran demasiados y no pudo rivalizar con todos los vampiros al mismo tiempo.

      Impotente, observó cómo varios vampiros arrastraron a Sam hacia el centro de la habitación. Lo colocan en el área reservada para quienes serían sometidos al tratamiento ácido de Iórico. El castigo era indescriptiblemente doloroso para los vampiros. Los dejaba marcados de por vida.

      En un ser humano, sin embargo, el dolor era incalculable, y el castigo implicaba, seguramente, una muerte horrible. Llevaban Sam a su ejecución. Y la obligaban a mirar.

      Rexius sonrió aún más cuando encadenaron a Sam al lugar. Cuando Rexius asintió, uno de los asistentes arrancó la cinta de su boca.

      Inmediatamente, Sam miró a Samantha con miedo en sus ojos.

      "Samantha", gritó. "¡Por favor! ¡Sálvame! "

      A su pesar, Samantha se echó a llorar. No había nada, absolutamente nada que pudiera hacer.

      Seis vampiros deslizaron un enorme caldero de hierro, que burbujeaba y silbaba, en la parte superior de una escalera. Pusieron el caldero en posición, justo por sobre la cabeza de Sam.

      Sam levantó la mirada hacia el caldero.

      Y lo último que vio fue el líquido salir de la caldera, burbujeando y silbando, cayendo directamente sobre su rostro.

      CUATRO

      Caitlin estaba corriendo. El campo de flores llegaba a su cintura, y al correr, Caitlin abría un camino entre las flores. El sol, rojo sangre, estaba sentado, como una enorme bola, sobre el horizonte.

       De pie, dando su espalda al sol, en el horizonte, estaba su padre. O al menos su silueta. Sus rasgos eran difíciles de reconocer, pero ella sabía que se trataba de él.

       Mientras Caitlin corría y corría desesperadamente para verlo y abrazarlo, el sol se hundió rápidamente, demasiado rápido. Todo ocurrió en un instante y, en cuestión de segundos, el sol había desaparecido por completo.

       Se dio cuenta que estaba atravesando el campo en el medio de la noche. Su padre seguía allí, esperando. Ella sentía que él quería que ella corriera más rápido, él quería abrazarla. Pero sus piernas no le permitían correr más rápido y, aun por mucho que lo intentara, él parecía alejarse cada vez más.

       Mientras corría, la luna se elevó en el horizonte - una luna enorme, rojo sangre- cubriendo todo el cielo. Caitlin pudo notar todos sus detalles, las marcas, los cráteres. Todo era muy claro. Su padre estaba de pie, como una silueta y, cuando ella trató de correr aún más rápido, parecía estar corriendo hacia la luna.

       Pero no podía llegar. De pronto, sus piernas y sus pies no se movieron más. Miró hacia abajo: las flores se habían enroscado en sus tobillos y sus piernas y se transformaban en vides. Eran tan gruesas y fuertes que ya no pudo moverse en absoluto.

       Mientras observaba, una enorme serpiente se deslizó hacia ella, por el campo. Trató de zafarse, escapar, pero no podía. Solo podía observarla mientras la víbora se acercaba. Cuando estuvo cerca, la serpiente saltó en el aire, lanzándose directamente hacia su garganta. Caitlin se dio la vuelta y gritó mientras sentía los largos colmillos perforar su garganta. El dolor era horrible.

      Caitlin se despertó sobresaltada, se sentó en la cama, respirando con dificultad. Tocó su garganta y sintió las dos cicatrices endurecidas. Por un momento, confundió su sueño con la realidad y miró alrededor de la habitación buscando la serpiente. No había nada.

      Se frotó la garganta. La herida aún le dolía pero no tanto como en el sueño. Respiró profundamente.

      Caitlin estaba cubierta de un sudor frío, su corazón aún latía con fuerza. Se limpió la cara y los lados de las sienes y sentía su pelo húmedo y frío pegado a su cara. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que se había bañado? ¿Se lavó el pelo? No lograba recordar. ¿Cuánto tiempo había estado acostada allí? ¿Y dónde estaba exactamente?

      Caitlin miró alrededor de la habitación. Era el mismo lugar que recordaba de un tiempo atrás - ¿era de un sueño o había estado despierta aquí antes? La habitación era totalmente de piedra y tenía una larga ventana arqueada, a través de la cual podía ver el cielo nocturno y la enorme luna llena, su luz se vertía en la habitación.

      Se sentó en el borde de la cama y se frotó la frente tratando de recordar, cuando