El sueño de las palabras. Reflexión y práctica pedagógica de la literatura infantil
les ayudan a extender su comprensión del mundo porque van más allá del habla ordinaria. Compartir con ellos esas pequeñas historias que han llegado a nosotros a través de la tradición oral y leerles literatura porque con ella se los introduce a nuevas experiencias y al conocimiento del lenguaje que les inicia en la comprensión de esos “otros” que son distintos a él, y a la creación de su historia personal a partir del intercambio con las historias de los demás.
Además, claro está, de las palabras cotidianas de la conversación que, junto al canto, son altamente significativas en el desarrollo del lenguaje. Respecto a la conversación con los niños es importante aprovechar todos los momentos que los padres permanecen junto a sus hijos para hablar con ellos. Es verdad que ahora papá y mamá, debido a las largas jornadas de trabajo, tienen menos tiempo para conversar con ellos, y no pueden compartir con sus bebés como lo hacían antes las mamás que pasaban todo el día en la casa y, mientras cocinaban, lavaban o planchaban, conversaban con sus hijos, les decían lo que estaban haciendo, les contaban sobre su familia, anécdotas de cuando ellas eran niñas, y de esa forma les entregaban su historia personal y su visión del mundo.
Para que los niños accedan a la literatura necesitan de adultos que los acompañen, de padres, abuelos, parientes, docentes y cuidadores que los acerquen con amor a los libros. Adultos que les lean con gusto y sin molestas interrupciones en una actividad que necesita de la creación de un espacio y un tiempo únicos; que les hagan preguntas, que repitan aquellos textos que les entusiasman; que, cuando haga falta, les expliquen las ilustraciones, y que les den todo el tiempo que ellos necesitan para comprender la riqueza de la narración. Cuentos que, para estas edades, deben ser cortos, contados con palabras sencillas e ilustraciones. Y poesía de palabras sonoras, con rima, repeticiones y sonidos onomatopéyicos.
La poesía es la literatura ideal para los bebés, pues se puede leer o recitar mientras se los amamanta, mientras descansan, durante el baño y en cualquier momento. Se recomiendan breves poemas escritos para ellos, como este de Juana de Ibarbourou que forma parte de “Las canciones de Natacha”:
La loba, la loba,
Le compró al lobito
Un calzón de seda
Y un gorro bonito.
La loba, la loba,
se fue de paseo
con su traje rico
y su hijito feo.
La loba, la loba
vendrá por aquí
si esta niña mía
no quiere dormir.
O este de García Lorca
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.
Han perdido sin querer
su anillo de desposados.
¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!
Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.
El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.
¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!
¡Ay, cómo lloran y lloran,
¡ay! ¡ay! cómo están llorando!
Y también la poesía de Neruda, Gabriela Mistral, Machado, Rubén Darío, entre muchos otros, porque a esta edad las palabras son más sonido que significado y el placer de la poesía está en la musicalidad antes que en el contenido. De esa manera no solo los entretenemos sino que empezamos a formar su oído literario. A este respecto, comparto una anécdota que expresa cómo los niños distinguen tempranamente entre la voz literaria y la voz cotidiana y la aprecian. Durante un taller en Casa Palabra Biblioteca, una niña de 5 años le dijo a una joven que hacía una pasantía: “Léeme este cuento, quiero escuchar tu voz de lectura”.
El lenguaje es, como dice Yolanda Reyes escritora colombiana, la casa en la que vamos a habitar toda nuestra vida, por eso es tan importante que tenga los cimientos fuertes y que sus materiales sean variados tanto de la literatura escrita –cuentos sencillos, textos cortos y significativos, poesía y canciones–, como de la literatura oral así como de la conversación cotidiana, comentarios sobre del día a día, recuerdos, preguntas y hasta palabras sin sentido repetidas en forma de juego. La lectura temprana no solo preparará a los niños para su futuro proceso de alfabetización sino que “ofrecerá a los pequeños el material simbólico para que comiencen a descifrarse y descubrir, no solo quiénes son, sino también quiénes quieren y pueden ser” (Reyes, Y, 2009)
Para formar ese oído literario se debe leer sin música de fondo, a no ser que sea clásica, ni televisión, por supuesto. Con base en la experiencia del trabajo con niños podemos asegurar que la sobrecarga de estímulos dará como resultado niños irritados con atención dispersa y escasa capacidad de concentración, puesto que fueron acostumbrados a no centrarse en nada y “estar” en varias cosas a la vez.
Lo más importante en esta lectura que se hace con los niños sigue siendo la voz de quien lee, que debe ser cálida y estimulante; el afecto con el que se lee y la interacción entre el libro, el lector y el niño. Y no preocuparnos demasiado ni preocupar a los padres si no tienen libros de plástico con los que los niños se pueden bañar, o libros de cartón, de pasta dura o de gomaespuma, libros con sonidos o con texturas. Es ideal tenerlos, pero si no es posible, no convirtamos esto en un obstáculo que puede dar como resultado que los padres dejen de leer a sus hijos.
La lectura en voz alta
La lectura en voz alta, además de fortalecer la relación entre los niños y los adultos, prepara a los niños para la escucha atenta y les ayuda en la comprensión del texto. A través de la lectura en voz alta damos vida a las palabras que trae el libro, gracias a ella los personajes le muestran su personalidad, sus sentimientos, las circunstancias en las que se desarrolla la historia. La lectura en voz alta ayuda a los niños a afinar las herramientas que más adelante necesitarán para la lectura independiente y desarrollará en ellos el gusto por la lectura.
Lo ideal es leerles todos los días por lo menos 15 minutos. Para que esta actividad resulte placentera tanto para los adultos como para los niños de 0 a 5 años es importante tener en cuenta algunas consideraciones en base a mi experiencia como mediadora:
Escoger cuentos apropiados para cada edad, al inicio pueden ser libros de imágenes con una frase por página, para ir aumentando la complejidad de la historia a medida que el niño demuestre mayor interés.
Leer previamente el libro para conocer su contenido y de esa forma saber cómo se va a manejar la historia, a qué aspectos se va a dar énfasis, cómo se va a manejar la voz.
La voz debe ser cálida y estimulante, debe reflejar los distintos momentos de la historia. A ella se suma el afecto y la intención con la que se lee.
Buscar el momento adecuado para leer, de manera que puedan hacerlo en un ambiente placentero que el niño pueda asociar con el cariño y la afectividad.
Garantizar que no van a tener interrupciones ni ruidos molestos que alteren la actividad.
Repetir todas las veces que el niño les solicite el mismo libro, pues esto demuestra que les atrae algún elemento del mismo.
Leer de manera natural, pronunciando bien las palabras, con ritmo y entonación de manera que se transmitan las emociones y acciones de la historia, haciendo diferentes matices para representar los personajes.
Señalar con el dedo tanto las palabras como las ilustraciones para facilitar su comprensión. Leer despacio, deteniéndose en cada una de las ilustraciones para darle tiempo al niño de verlas bien, con cada uno de sus detalles y para pueda reconocer e identificar bien las figuras.
Conversar