comunicarse con lo transcendente.
Relacionar la Biblia con el mito no implica calificar lo allí narrado como ficción o fábula. En ella encontramos la sabiduría condensada de los hombres que respondieron de manera coherente y comprometida al origen y sentido de sus vidas. En relación con la naturaleza del mito, Bronislav Malinowski afirma que «el mito es un elemento esencial de la civilización humana; lejos de ser una vana fábula, es, por el contrario, una realidad viviente a la que no se deja de recurrir; no es en modo alguno una teoría abstracta o un desfile de imágenes, sino una verdadera codificación de la religión primitiva y de la sabiduría práctica».1
En este milenario libro se recogen todas las inquietudes espirituales que aún hoy afectan al hombre, y se hace desde sucesos que acontecieron en un lugar y un tiempo concretos, ante los que los hombres reaccionaron exhibiendo lo mejor y lo peor de su naturaleza. Y, aun siendo pasado, es también presente, pues retrata a aquel que se interna en el relato: el lector se convierte en un pasmado Abraham contemplando las estrellas, pero también en Pedro negando a quien más amaba. Más allá de cuestiones de fe o religión, la Biblia nos sigue enfrentando hoy en día a cuestiones de carácter existencial que a ninguna persona dejan indiferente.
La Biblia es la crónica de un pueblo elegido al que se le revela un Dios único, personal y cercano, que habla mediante profetas. No es indiferente al sufrimiento de sus hijos y baja al polvoriento terreno para cerrar una comprometida Alianza con Moisés. Dios entra así en una historia llena de vicisitudes que pondrá continuamente a prueba la fe de Israel. Los hebreos pasarán por destinos opuestos en su cambiante respuesta, ora amante, ora insumisa: «Mediante su fidelidad a Dios, […] los hijos de Israel llegaron a concebir este dios que era el suyo […]. Emmanuel Dios con nosotros».2
El pueblo judío encontró a Dios en el sufrimiento y la soledad, un Dios misterioso pero no lejano; un Dios exigente pero paternal. Y, en su cercanía, en su diálogo con la persona, acabó por forjar una conciencia individual de la que somos herederos. En este sentido, la influencia de la Biblia en la cultura occidental es evidente: «Se trata de una formidable impregnación del campo de la cultura por una historia sagrada —por el libro del Génesis especialmente, […] paradigma y sustrato ideológico del complejo técnico-cultural de occidente—, que suministra a la psique europea arquetipos y mitos dotados de sentido y dadores de lecciones»:3 el mito de la creación, de la caída original, del diluvio…
En el Nuevo Testamento, Dios se hace hombre y, mediante su sacrificio en la cruz, propone una nueva Alianza en la que se revela que el padre de todas las cosas es amor y es perdón. Es el relato cristiano de la llegada de un mesías anunciada por los profetas en el Antiguo Testamento.4 En los Evangelios nos encontramos unos hechos que acontecieron hace dos mil años, pero cuyo mensaje de victoria contra el pecado y la muerte quiere ser intemporal. Un mensaje con vocación de ser universal, y no solo para los judíos: habla de salvación a todos los hombres.
La rica experiencia recogida por la tradición oral acabó registrándose por escrito, al ser entendida como patrimonio que debía ser conservado y transmitido para que las generaciones venideras no perdieran esa valiosa información. Pero preservar no significa congelar en su literalidad lo narrado, sino adaptarlo al nuevo momento, respetando su intención, aportando enfoques para una sociedad que precisa comprender un mensaje en relación con su propia realidad.
Tal y como Eliade explica, el tesoro de la tradición cobra vida en manos de la imaginación y creatividad que despliegan los creadores a través de los siglos: «Las experiencias religiosas privilegiadas, cuando se comunican por medio de una escenografía fantástica e impresionante, logran imponer a toda la comunidad modelos o fuentes de inspiración. En las sociedades arcaicas como en cualquier otro lugar, la cultura se constituye y se renueva gracias a las experiencias creadoras de algunos individuos».5
Los artistas han tenido la responsabilidad a través del tiempo de dar forma en imagen y música a la historia sagrada que relata la Biblia. Y es precisamente en su recorrido histórico donde nos damos cuenta no solo de la genialidad artística que acerca al espectador al hecho sagrado mediante la belleza, también de que las formas y los canales empleados son radicalmente distintos dependiendo de la época en la que se generaron y del contexto en el que tuvieron que ser transmitidos. Diversos historiadores, como Gombrich, o incluso reconocidos expertos en iconografía cristiana, como Grabar, asumen que la imagen cristiana en sus orígenes necesariamente tuvo que tomar modelos existentes de la cultura del Imperio romano para poder comunicar eficazmente su mensaje.
Para Eliade, la influencia también se ha dado en sentido inverso: las creencias paganas populares en Occidente acabaron siendo impregnadas por el espíritu cristiano, que llega hasta nuestros días con su mensaje de vencer al mal y a la muerte:
Todo gira alrededor de la salvación del hombre por Cristo; de la fe, de la esperanza y de la caridad; de un Mundo que es «bueno» porque ha sido creado por Dios Padre y ha sido redimido por el Hijo; de una existencia humana que no se repetirá y que no está desprovista de significación; el hombre es libre de escoger el bien o el mal, pero no será juzgado únicamente por esta elección. […] Es una rebelión pasiva contra la tragedia y la injusticia de la Historia; en suma, contra el hecho de que el mal no se revele tan solo como decisión individual, sino sobre todo como una estructura transpersonal del mundo histórico. […] Este cristianismo popular ha prolongado manifiestamente hasta nuestros días ciertas categorías del pensamiento mítico.6
La larga historia del cristianismo exhibe una iconografía común, pero unos estilos y enfoques artísticos que son ejemplo de pluralidad en la interpretación de los hechos acontecidos en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. De la emotiva ingenuidad del prerrománico al recargado verismo del Barroco; de la austeridad del canto gregoriano a la espectacularidad de la polifonía. En torno a la fe de los hechos recogidos en la Biblia, la comunidad artística occidental ha demostrado una desbordante inspiración y una inagotable capacidad de regeneración del mensaje a través del tiempo bajo diversos y sugerentes enfoques.
La capacidad que posee el hombre para mantener vivo el mensaje intemporal de un libro sagrado como la Biblia mediante su creatividad protagoniza la propuesta de la Universidad Francisco de Vitoria en el V Congreso Internacional de Mitocrítica «Mito y creación audiovisual» (2018). Invitamos a la comunidad científica universitaria a reflexionar sobre las formas y los formatos en los que la civilización audiovisual contemporánea hace visible en la actualidad lo narrado en la Biblia. Cómo la creatividad artística interpreta, desde 1900 hasta la actualidad, lo relacionado con el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Proponemos no solo profundizar en lo que serían artes tradicionales, sino y sobre todo en el análisis del tratamiento que reciben estas Sagradas Escrituras por parte de las nuevas formas de creación audiovisual que protagonizan la escena de la sociedad digital del ocio-entretenimiento y la información —cine, TV, videojuegos, música— y cómo estas nuevas expresiones artísticas han condicionado lo narrado.
Ejemplos notables que nos invitan a revisar esa interpretación podemos encontrarlos en recientes producciones realizadas en realidad virtual, como Jesús VR. La historia de Cristo7 (Hansen, 2016). Respecto a los videojuegos, podemos citar la impresionante base de datos de Vincent González sobre videojuegos relacionados con la religión Religious Games;8 buen ejemplo de esta temática es el proyecto The Game Bible, de los Tornado Twins, en desarrollo actualmente. En el ámbito del arte contemporáneo, encontramos la aspiración de recoger la trascendencia de la iconografía cristiana en Bill Viola y sus retablos en pantalla HD expuestos en la catedral de San Pablo, en Londres. Dentro de la música, el grupo U2 nos brinda ejemplos de éxito mundial.9 Y, en el ámbito de las series televisivas, tenemos AD. Kingdom and Empire (Netflix, 2015).
1 Malinowski, B. (1926). Myth in Primitive Psychology (reproducido en el volumen Magic, Science and Religion, Nueva York, 1955, pp. 101-108).
2 Braudel, F. (1997). El mediterráneo. Madrid: Austral, p. 170.
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