#9)
ANSIADA (Libro #10)
CONDENADA (Libro #11)
OBSESIONADA (Libro #12)
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Derechos de autor © 2018 por Morgan Rice. Todos los derechos reservados. Excepto como permitido bajo el Acta de 1976 de EE. UU. de Derechos de Autor, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en ninguna forma o medio, o guardada en una base de datos o sistema de recuperación, sin el permiso previo del autor. Este e-book otorga licencia solo para uso personal. Este e-book no puede ser revendido o pasado a otras personas. Si deseas compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro, pero no lo compraste, o si no fue comprado solo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo duro de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos, e incidentes son o producto de la imaginación del autor o usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es completa coincidencia. Jacket image Copyright Dm_Cherry, usado bajo licencia de Shutterstock.com.
CAPÍTULO UNO
Royce iba al frente cruzando los brezales, cabalgando hacia la costa con la velocidad de una flecha, sus ojos avellanos fijos en su destino. Su cabello rubio azotando sobre su cuello mientras cabalgaba, con los hombros fuertes con determinación.
Un cuarteto de figuras cabalgaba con él, más y hubiera llamado la atención. Mark iba a su lado, su amigo se veía más fuerte que nunca desde que Royce lo encontró, su cabello oscuro en su lugar bajo un casco de metal, parte de un juego de armadura de uno de los guerreros de la Isla Negra brillando en el sol.
Matilde y Neave iban juntas, la aldeana y la chica Picti, que ocasionalmente cruzaban miradas, se veían muy diferentes ahora. Matilde tenía el cabello rojo y pasaría hasta por angelical si no fuera tan feroz, mientras que Neave tenía su cabello oscuro en trenzas, y una piel más oscura tatuada en azul. Una vez que Matilde declaró que iría con él, Neave tomó su decisión al instante.
La única sorpresa vino de Sir Bolis, cabalgando en su armadura de borde de cobalto, resplandeciendo cuando la golpeaba el sol, que anunciaba tanto su riqueza como su habilidad en la batalla. Era un año o dos mayor que Royce, y Royce estaba seguro de que él le caía mejor ahora que cuando llegó a la casa del Conde Undine. Royce no sabía por qué había querido venir en este viaje, pero también debía aceptar toda la ayuda que pudiera conseguir.
Sobre su cabeza, su halcón, Ember, revoloteaba sobre el brezal, y a través de sus ojos Royce podía ver la ruta frente a ellos clara, segura, y plana, llevándolos al puerto en Ablaver. Una vez que llegaran ahí, Royce estaba seguro de que encontrarían un barco que los llevaría a las Siete Islas, en donde Lori le dijo que el Espejo de la Sabiduría estaba oculto.
Allí, podrían encontrar a su padre.
Eso era algo que llenaba a Royce de anticipación y temor. Anticipación porque quería encontrar a su padre más que nunca ahora; lo necesitaba encontrar si quería llevarlo para liderar la batalla contra los nombres. El temor era por el lugar al que debían llegar para encontrarlo.
“¿Estás seguro de que debemos ir a las Siete Islas?” preguntó Sir Bolis.
Royce levantó los hombros. “Eso fue lo que dijo Lori”.
Sobre él, su halcón chilló como afirmándolo. El Conde Undine fue capaz de decirle a Royce que su padre había ido en búsqueda del espejo, mientras que la bruja le proporcionó la ubicación a Royce.
“¿Y estás dispuesto a cruzar el océano por lo que dijo una bruja?” gruñó Sir Bolis.
“Siempre te puedes quedar, si quieres”, sugirió Mark, en un tono que mostraba su poca confianza hacia el caballero.
“¿Y confiarles algo tan importante a unos criminales y Picti?” reclamó Sir Bolis. Royce solamente pensaba en cómo alguien tan joven podía sonar tan pedante.
“¿Tienes algún problema con mi gente?” Demandó Neave, buscando su cuchillo.
“Suficiente”, dijo Royce. “Esto ya de por si es difícil. Necesitamos trabajar juntos”.
Para su sorpresa, dejaron de quejarse.
“Ellos confían en ti”, Le dijo Mark, viendo a los demás cabalgando alejados uno del otro. “Cuando tu lideras, la gente te sigue”.
“¿Es por eso qué vienes conmigo?” Preguntó Royce.
Mark sacudió la cabeza. “Sabes que no”.
“¿Incluso cuando crees que las Siete Islas son peligrosas?”
“Son peligrosas”, insistió Mark. “Hay criaturas allí que… que no se acercan a nada humano. Hay cosas como trolls y espíritus de muertos, y peor. ¿Estás seguro de que allá es a donde debemos ir?”
¿Cómo lo podría explicar Royce? ¿Cómo podría explicar lo que vio con Lori, la vieja mujer que recuperó su juventud, y qué ha visto demasiado? Ella le dijo en dónde encontrar a su padre, y Royce tenía que verlo, sin importar lo difícil que fuera.
“Estoy seguro”, respondió.
“Bueno, me has salvado la vida bastantes veces”, contestó Mark. “A donde sea que vayas, te seguiré”.
Royce no podía expresar lo agradecido que estaba de escuchar eso. Con todo lo que les esperaba… excepto que no era lo que estaba frente a ellos lo que le preocupaba. Sino lo que había dejado atrás. Se había comprometido con Olivia, y sus pensamientos seguían regresando a la hija del Conde Undine, esperaba tener más tiempo para estar con ella antes de partir… y si su rostro cambiaba en su mente, volviéndose el de Genevieve… bueno, por lo menos era capaz de hacer a un lado esos pensamientos.
Royce seguía empujando, enfocado en el camino delante para no tener que pensar en Genevieve, o en la forma en que lo rechazó, o la velocidad en la que había sucedido todo con Olivia.
Estaba pensando en todo eso cuando Ember cayó en picada, postrándose en el hombro de Royce al aterrizar. Empezó a chillar, pero la voz que escucho Royce era la de Lori, las palabras de la bruja se escuchaban claro en su cabeza.
“Sigue al ave, Royce. Te llevará con alguien que debes conocer”
Ember emprendió el vuelo, y Royce se encontró siguiendo al halcón con sus ojos, preguntándose cuánto control tenía la bruja sobre este, y cuáles eran realmente las intenciones de Lori. Ella ya le había dicho sobre la violencia y muerte que vio en su futuro, ya lo había culpado por lo que había sucedido en su aldea. Royce no tenía razón alguna para pensar que lo quería ayudar.
Excepto que sí parecía estar ayudando, y dado que sabía en dónde se encontraba su padre, todo lo que podía hacer Royce era confiar en ella. Royce siguió al halcón, cabalgando mientras Ember volaba a través del brezal hacia un punto en el que se encontraba una casa cubierta de pasto, escupiendo humo de un lugar al frente de la misma.
Había un incendio ahí, y parecía como si todo, desde los muebles hasta la ropa se habían quemado, los restos todavía humeantes. Encontró dos cuerpos junto al fuego, vestidos en lo que parecían uniformes de soldados. Estaban tan ensangrentados que era difícil saber a qué lado pertenecían. De todas formas, Royce no pudo ver a nadie cerca.
“¿Hola?” gritó, bajando de su caballo. “¿Hay alguien aquí?”
Mantuvo su mano en la empuñadura de su espada de cristal, sin saber si había