cogió una sábana seca y comenzó a envolversela por encima imaginando que era un hermoso vestido de noche y canturreando a media voz se puso a bailar sobre el prado soñando que ya estaba en el castillo.
-¡Cenicienta! –escuchó que gritaban desde la puerta de la casa.
-¡Déjate de jugar y date prisa con la ropa, que casi es la hora de servir el té!
Era la madrastra quien la devolvía a la realidad. Cenicienta volvió a casa y retornó con sus quehaceres domésticos, mientras que las hermanastras, también ellas entusiasmadas con la noticia de la fiesta, daban vueltas por el salón emocionadas e impacientes por comprarse el vestido nuevo para ir al castillo para conocer al príncipe.
-¡Yo me vestiré de rosa, estaré tan radiante que el príncipe se enamorará de mí en cuanto me vea! –decía Anastasia.
-¡Yo me vestiré de rojo, el color del amor, el príncipe caerá enseguida a mis pies y de rodillas me suplicará que me case con él! –decía Genoveffa.
-”¡Yo me vestiré de ceniza, por la desilusión de quedar en casa sin un vestido nuevo para ponerme en la fiesta!” –pensó, en cambio, Cenicienta.
7) El vestido
Por la noche Cenicienta, en el desván, habló con su amiga Marta sobre la noticia que había oído:
-¡Cuánto me gustaría ir a la fiesta, aunque sólo fuese para ver a tanta gente hermosa y para escuchar la hermosa música que tocarán, y quién sabe, a lo mejor el príncipe bailará realmente con mis hermanastras!
-¿Pero por qué no vas? –le respondió Marta –tú también eres una joven, ¡la invitación también es para ti!
-¿Cómo podría? –respondió Cenicienta. –Sólo tengo este vestido deshilachado, ¡ni siquiera me dejarán entrar!
Y la amiga le dijo:
-Hay un viejo baúl con unos vestidos de tu madre de cuando tenía tú misma edad, están viejos y pasados de moda, es por esta razón que tus hermanastras no los han cogido, pero yo se coser, si encontramos uno de baile puedo intentar remodelarlo y adaptarlo a ti.
Fueron a revolver al baúl y encontraron un vestido muy elegante, de una tela muy cara y recamado con miles de pequeñas perlas, sin embargo era realmente anticuado, un modelo demasiado fuera de moda.
-No está tan mal –dijo Marta –quito estas mangas, rebajamos un poco la falda y ¡estoy convencida que vas a ser la sensación!
-¡Oh! Gracias –respondió Cenicienta –yo te ayudaré por la noche, cuando nos encontremos aquí en el desván, ¡trabajaremos juntas!
Así lo hicieron, por la noche Marta cortaba, preparaba y daba instrucciones a Cenicienta para que pudiese proseguir el trabajo sola durante el día, hasta que el vestido fue terminado, limpiado y planchado, listo para ser puesto el día de la fiesta.
8) El desprecio
Cenicienta fue a pedir permiso a su madrastra para ir también ella a la fiesta y la madrastra le respondió:
-Pero no tienes un vestido ¿Cómo piensas ir a la fiesta, vestida de esa forma?
-No –respondió la muchacha – he encontrado en el desván un viejo vestido de mi madre, lo he adaptado a mí y, aunque no es tan hermoso como serán seguramente los de mis hermanastras, me conformo, sólo quiero entrar y ver a Anastasia y Genoveffa cuando bailen con el príncipe.
Al oír aquellas palabras las hermanastras se prodigaron en entusiastas descripciones de sus magníficos vestidos y joyas y de cómo encantarían al príncipe a primera vista.
-Muy bien –dijo la madrastra ligeramente ablandada –sin embargo, deberás ir a pie, porque en nuestra limusina aérea no tendremos sitio para ti.
Cenicienta, de todas formas, se sintió feliz con la promesa de poder ir también ella a la fiesta y durante todo el día trabajó en la cocina, lavó y fregó de muy buena gana, pensando en su elegante vestido ya preparado que le esperaba colgado en el armario de su habitación.
Por la noche, cuando se retiró a dormir, le vinieron ganas de mirarlo de nuevo y abrió el armario para cogerlo, pero... ¡oh!
Lo encontró todo cortado, con tijeretazos que iban desde el dobladillo y llegaban hasta el escote convirtiéndolo, de esta manera, ¡ay!, en inutilizable.
Se fue al desván llorando y contó a Marta lo ocurrido, la cual, sumamente enfadada y decidida más que nunca a no dejar que se saliesen con la suya aquellas dos hermanastras envidiosas y crueles que habían causado el desastre para impedir que Cenicienta participase en la fiesta.
-¡Esto no acaba aquí! Encontraré otra manera de hacerte el vestido, no te vengas abajo, querida Cenicienta, buscaremos juntas otra solución, ya verás cómo lo conseguiremos, ¡yo te ayudaré!
9) La ayuda de Marta
A la mañana siguiente Marta fue a trabajar al restaurante y Cenicienta, triste y silenciosa, se dedicó a sus acostumbradas tareas domésticas, pero por la noche, cuando Marta volvió, trajo una buena noticia:
- Me he enterado de que se pueden encontrar algunas cosas en la Central de Reciclaje de los residuos donde, aparte de eliminar los residuos provenientes de la recogida selectiva que hacemos en las casas, también se separa la ropa desechada. En la central, antes de destruir y separar los distintos materiales para el reciclaje, los vestidos que todavía están en buen estado se ponen a disposición del público de manera gratuita.
-¡Buena idea! –dijo Cenicienta –vamos mañana.
Se pusieron de acuerdo para ir al día siguiente, a primera hora de la tarde, una hora en que la madrastra hacía la siesta de belleza y las hermanastras permanecían en sus habitaciones divirtiéndose mientras se probaban los nuevos vestidos comprados.
10) En la Central de Reciclaje
La central de reciclaje era un establecimiento enorme y muy bien organizado. Los camiones cargados de basura recogida de los edificios, ya separada según las reglas del reciclaje que cada habitante debía seguir escrupulosamente, confluían a los distintos almacenes. Cada material para reciclar tenía un contenedor de distinto color para facilitar la separación. Los residuos no reciclables eran quemados en los incineradores domésticos, produciendo un calor que iba a alimentar los electrodomésticos de la casa.
Por el camino Marta contó que la invención del plástico biodegradable había supuesto un gran beneficio para la ecología.
–En los tiempos de tu abuela se usaba un tipo de plástico tan resistente que podía contaminar la tierra durante cientos de años. Lo utilizaban muchísimo, tanto que no conseguían encontrar un modo para eliminarlo. Estaba llenado los mares y ríos, prados y jardines, la tierra se estaba, literalmente, llenando de plástico. Hasta que, finalmente, se inventó el plástico biodegradable, resolviendo de esta manera incluso el problema de deshacerse de los residuos orgánicos y, de ahí en adelante, se prohibió el plástico contaminante comenzando, de esta manera, a desaparecer del planeta.
Llegaron finalmente a la sección de ropa para desechar, dieron unas vueltas por los distintos pasillos en que estaba expuesta, vieron un montón de vestidos, pero ninguno de baile, todos estaban confeccionados con telas pesadas y gruesas, algunos estaban manchados y polvorientos, ¡para nada adecuados para una fiesta en el castillo del rey!
–¡Qué desilusión! ¡Entre tantos vestidos y ninguno de ellos es apropiado! –se lamentó Marta que había puesto tantas esperanzas en esta solución.
El encargado del reciclaje de la ropa, habiéndose enterado de lo que necesitaban, les informó de una posible solución, diciéndoles:
–Si sois capaces de confeccionar vosotras un vestido, hay una tela, tan hermosa como la seda, que podríais conseguir gratis porque se trata de un experimento. Estamos