para diferenciar si se está ante un caso de suicidio o de asesinato. Hay que indicar que el suicidio puede ser premeditado, y por tanto puede darle tiempo a la persona a preparar una nota de despedida, pero también puede ser sin premeditación, y en tal caso no se encontraría nota alguna. Así por ejemplo en Austria entre 1996 y el 2006 únicamente el 30,8% de los agentes de la Policía Federal dejó una nota de suicidio (Kapusta et al., 2010).
Comentar que una idea ampliamente extendida, es que la comunidad científica apenas tiene interés en el estudio del suicidio y por tanto no existen casi publicaciones científicas; aspecto que no se corresponde con la realidad, debido a que el número de estudios sobre la temática del suicidio en el mundo desde el 2000 hasta el 2016 fue cerca de 2.800.000 artículos usándose para ello las bases de datos de MEDLINE-PubMed, PsycINFO y CINAHL (Mental Health Commission of Canada, 2018), el problema es que en ocasiones dicho conocimiento científico no llega a los usuarios finales para su aplicación.
Igualmente existe la creencia de asociar al suicidio con los problemas mentales, aunque si bien eso podría ser una ventaja en cuanto que, si se detecta sintomatología depresiva en el agente, y se interviene tempranamente, esto podría servir para prevenirlo, pero en muchos casos el conocimiento que un policía puede tener no difiere del que pueda saber otro trabajador, desconociendo las señales de atención en que debería de fijarse para prevenir el suicidio.
Por ejemplo, si se pregunta a un policía o cualquier otro trabajador no relacionado con el ámbito de la salud mental sobre si existen poblaciones en donde sea más frecuente un tipo de problema de salud mental que otro, lo normal es que se responda negativamente, argumentando que todos estamos igualmente expuestos a sufrir estos problemas independientemente de donde se viva. Creencia muy extendida, entre aquellas personas que no han viajado a otros lugares y que no tienen una formación en salud, pero no sustentada en evidencia científica.
Hoy en día y gracias al acceso a los datos abiertos es posible comprobar cómo la salud mental se presenta de forma diferente en función del lugar donde se encuentra, existiendo zonas en donde se dan más casos de una determinada patología que otra. El problema es que en ocasiones los datos de salud no son accesibles para realizar investigaciones al respecto ya que los gobiernos suelen ser bastante recelosos con este tipo de información “sensible”, a diferencia de otras temáticas en el que se permite conocer hasta el último detalle del número de semáforos, cada cuánto tiempo cambian y si alguno está averiado; los horarios de apertura y cierre de las farmacias e incluso las camas disponibles en los hospitales de cada zona, pero cuando se trata de casos de salud mental suele ser difícil que se pueda acceder a esta información, por lo menos de una forma directa.
A pesar de lo cual en ocasiones se puede extraer estos resultados de forma indirecta, por ejemplo, fijándose en el número de defunciones, estas se registran en varias categorías según su causa asociada, para el caso lo que nos interesa es en sí dos que comprenden a la salud mental, el primero sería el correspondiente a trastornos mentales y del comportamiento y el segundo el de las enfermedades del sistema nervioso y los órganos de los sentidos. Si bien el primer epígrafe con respecto a los trastornos mentales y del comportamiento abarcaría una gran parte de los casos de la salud mental, tal y como se recogía siguiendo los criterios del C.I.E. (Clasificación Internacional de enfermedades) en su novena versión (O.M.S., 1988), cuando estos se vieron cambiados a la versión décima (O.M.S., 2009), casos como el de la enfermedad de Alzheimer se trasladaron al segundo epígrafe, es decir al de las enfermedades del sistema nervioso y de los órganos de los sentidos. Es por ello por lo que los resultados que se presentan a continuación se corresponden con ambos epígrafes y que abarca la mayoría de los problemas de salud mental.
Para ejemplificar la utilidad de los datos de la defunción empleando este criterio de clasificación del C.I.E.10, nos centraremos en una comunidad autónoma española, en concreto en Andalucía, cuyo gobierno apuesta por el Open Data, y así se pueden extraer datos sobre las defunciones en esta comunidad desde 1980, pudiendo observar la evolución de los datos acumulados hasta la actualidad sobre las causas de las defunciones por cada localidad independientemente de su tamaño, es decir, de cada ciudad o pueblo de dicha comunidad autónoma.
Basándonos en los datos en bruto es posible observar cómo ha ido evolucionando durante los últimos 33 años en Andalucía el número de fallecidos asociados a problemas de salud mental, habiéndose producido un importante incremento en Sevilla, Málaga y Cádiz, siendo menor el incremento en Huelva y Almería. Pero si nos quedamos con estos resultados podríamos llegar a falsas conclusiones, debido a que no tenemos en cuenta un importante factor de corrección, el número de habitantes de cada localidad. Es decir, no es lo mismo que aparezcan 10 casos en una población de 100 habitantes, que 10 en una de 5000 habitantes, para hacer más comprensibles los datos se suele establecer un mismo marco de comparación, por ejemplo, cada 100.000 habitantes, así siguiendo con las cifras anteriores se puede hablar de una tasa de 0,01 casos cada 100.000, y de 0,05 casos cada 100.000 habitantes respectivamente.
Teniendo en cuenta lo anterior, y siguiendo con los datos históricos de la comunidad autónoma de Andalucía, para ajustar los resultados de las causas de defunción relacionadas con la salud mental a la población real del momento se extrajeron los datos correspondientes a las cifras oficiales del Padrón Municipal de Habitantes a partir de 1997 y se realizaron los ajustes correspondientes, de forma que los resultados son totalmente diferentes a lo observado con anterioridad, siendo Córdoba, Granada y Jaén los que encabezan el porcentaje de casos por habitantes, mientras las que tienen menos casos son Málaga, Sevilla y Huelva.
Es por ello que al igual que las comisarías conocen en qué zonas es más probable que se dé un tipo de delincuencia en vez de otro debido a múltiples factores como la población del lugar, las facilidades de acceso, el número de establecimientos,… igualmente se puede conocer en qué poblaciones es más probable encontrarse ante una determinada problemática relacionada con la salud mental que con otra, pero ¿de qué le sirve a un policía conocer dicho aspecto?, ¿acaso estamos hablando de un número relevante de afectados?, al respecto el Dr. Quazi Imam, Director Médico del Hospital Memorial de Arlington (EE.UU.) comenta:
Casi 1 de cada 5 estadounidenses sufre una enfermedad mental, así cada año, alrededor de 42,5 millones de estadounidenses adultos (el 18,2 por ciento de la población total de adultos en los Estados Unidos) sufre de alguna enfermedad mental, soportando condiciones como la depresión, el trastorno bipolar o la esquizofrenia. En otros países, por ejemplo, en Inglaterra se estima que 1 de cada 4 adultos británicos experimenta al menos un problema de salud mental diagnosticable en un año. Por su parte la Organización Mundial de la Salud publicó en 2014 una cifra alarmante, estimando que aproximadamente 476 millones de personas en todo el mundo tienen un problema de salud mental.
De toda la problemática que supone la salud mental 300 millones de personas sufren depresión (O.M.S., 2017), bueno esto no sería más que un dato anecdótico, útil para el personal relacionado con la salud, y en específico con la salud mental, pero ¿qué tiene que ver esto con la policía?
El trabajo policial en su mayoría por no decir todo, está íntimamente relacionado con su comunidad y con la problemática que esta tiene, así hay barrios donde existe un mayor índice de delincuencia que otros, incluso aquellos en los que la policía no puede pasear de forma segura, necesitando “refuerzos” para entrar en determinadas zonas. Una situación que permite en unos casos e impide en otros, que exista una relación fluida entre los policías y sus vecinos. Así si en una determinada zona se da más un tipo de problema de salud mental que en otra, esto también lo van a tener que contemplar los policías, ya que las demandas de su comunidad van a ir más orientadas a atender estos casos. Por lo que es frecuente, que, si en un barrio existe un centro de atención a pequeños con discapacidad psíquica, se requiera en ocasiones de la intervención policial si alguno de ello se “escapa” de su cuidador. Igualmente, si en una zona existe una población especialmente envejecida donde el porcentaje de personas que sufren enfermedades neurodegenerativas es importante, los policías van a tener que intervenir en más de una ocasión para auxiliar a uno u otro anciano cuando este se “despiste” y se “pierda” o no sepa cómo regresar a su casa.
Con ello se trata de ejemplificar cómo la actuación policial, aun sin