Miguel de Unamuno

Amor y Pedagogía


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       Miguel de Unamuno

      Amor y Pedagogía

      Publicado por Good Press, 2019

       [email protected]

      EAN 4057664151353

       PRÓLOGO

       I

       II

       III

       IV

       V

       VI

       VII

       VIII

       IX

       X

       XI

       XII

       XIII

       XIV

       XV

       EPÍLOGO

       APUNTES PARA UN TRATADO DE COCOTOLOGÍA

       PROLEGÓMENOS

       HISTORIA DE LA COCOTOLOGÍA

       RAZÓN DE MÉTODO

       ETIMOLOGÍA

       DEFINICIÓN

       IMPORTANCIA DE NUESTRA CIENCIA

       LUGAR QUE OCUPA ENTRE LAS DEMÁS CIENCIAS Y SUS RELACIONES CON ÉSTAS

       DIVISIÓN

       EMBRIOLOGÍA

       ANATOMÍA

       ORIGEN Y FIN DE LA PAJARITA

       Índice

      Hay quien cree, y pudiera ser con fundamento, que esta obra es una lamentable, lamentabilísima equivocación de su autor.

      El capricho ó la impaciencia, tan mal consejero el uno como la otra, han debido de dictarle esta novela ó lo que fuere, pues no nos atrevemos á clasificarla. No se sabe bien qué es lo que en ella se ha propuesto el autor y tal es la raíz de los más de sus defectos. Diríase que perturbado tal vez por malas lecturas y obsesionado por ciertos deseos poco meditados, se ha propuesto ser extravagante á toda costa, decir cosas raras, y lo que es aún peor, desahogar bilis y malos humores. Late en el fondo de esta obra, en efecto, cierto espíritu agresivo y descontentadizo.

      Es la presente novela una mezcla absurda de bufonadas, chocarrerías y disparates, con alguna que otra delicadeza anegada en un flujo de conceptismo. Diríase que el autor, no atreviéndose á expresar por propia cuenta ciertos desatinos, adopta el cómodo artificio de ponerlos en boca de personajes grotescos y absurdos, soltando así en broma lo que acaso piensa en serio. Es, de todos modos, un procedimiento nada recomendable, aunque muy socorrido.

      A muchos parecerá esta novela un ataque, no á las ridiculeces á que lleva la ciencia mal entendida y la manía pedagógica sacada de su justo punto, sino un ataque á la ciencia y á la pedagogía mismas, y preciso es confesar que si no ha sido tal la intención del autor—pues nos resistimos á creerlo en un hombre de ciencia y pedagogo—nada ha hecho por lo menos para mostrárnoslo.

      Parece fatalmente arrastrado por el funesto prurito de perturbar al lector más que de divertirle y sobre todo de burlarse de los que no comprenden la burla. No sabemos bien por qué un hombre serio en su conducta, que ocupa una posición y que ni hace ni dice nada que se salga de los términos corrientes y ordinarios, padece de una morbosa manía contra las personas graves y aborrece tanto á los que no se salen nunca de su papel y adoptan siempre un continente severo. Acostumbra decir que todo hombre grave es por debajo tonto de capirote, y no tiene razón en esto.

      Esta su manía de atribuir más á tontería que á maldad las mezquindades humanas acusa una cualidad de que debe curarse. Parece imposible que un hombre que lee, según nuestros informes, con alguna asiduidad los Evangelios no haya meditado más en el versillo 22 del capítulo V del Evangelio de San Mateo.

      Mas repetimos que el defecto más grave que á esta obra puede señalársele es que no se sabe á punto fijo qué es lo que en ella se propone su autor, pues nos resistimos á creer que no se proponga más que hacer reir á unos y escandalizar á otros.

      Perjudícale en gran manera la aversión que al dictado de sabio tiene y el empeño ridículo que pone en que no se lo apliquen. No acertamos á explicarnos por qué le molesta tanto ese tan honroso nombre, como no acertamos á explicarnos el que escribiendo con tanta frecuencia y siendo profesor de literatura griega ponga tanto cuidado en no escribir nunca de semejante literatura. ¿Será que la conoce mal y teme mostrar su flaqueza en aquello de que oficialmente es maestro? No sabremos decirlo.

      Otra manía tiene que le daña también mucho, y es la manía contra la literatura española. Tan mal la conoce ó con tal suma de prejuicios la estudia—si es que la estudia—que suele decir que es la literatura española el más claro espejo de la vulgaridad y la ramplonería y que el espíritu que en ella se refleja es un espíritu ahito del más embrutecedor sentido común. Y á la vez que siente aversión hacia la literatura española siéntela, y no menor, hacia la francesa, y cuando el espíritu de una y otra se fusionan, surge algo que para él se simboliza en Moratín. Cuando de Moratín habla—le