de nuestra salvación viene a nosotros mediante nuestra unión con Cristo. Estos aspectos de la salvación incluyen su propósito en la mente de Dios, el acto de Cristo llevándola a cabo en cierto lugar y en cierto momento de la historia, y la obra del Espíritu Santo quién al sellarnos, nos hace entender que somos salvos.
Efesios 1:3-14, pues, es como un índice de los temas tratados en el Nuevo Testamento. En él, estos aspectos son tratados una y otra vez. El carácter y la obra de Cristo son los temas centrales a través de sus páginas. Esto es cierto, pero el de la unión con Cristo muestra la manera cómo Dios planeó, obtuvo, y trajo la salvación a ciertos pecadores.
CAPITULO DOS ¿Por qué debemos considerar este tema de la unión con Cristo?
Hay que disciplinar la mente (I Pedro 1:13) para pensar en este tema, y esto por tres razones:
1. Si usted no está en Cristo, entonces todavía está en sus pecados. Y si usted está en sus pecados, está bajo la ira de Dios. Pero ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1). Si no está en unión con Cristo, está bajo condenación. Por esto, le ruego para su propio bien que piense profundamente en esta enseñanza de la unión con Cristo.
2. Debe pensarlo para poder ser más firme como cristiano. Si usted está en Cristo, empiece a crecer en su entendimiento de esta unión con El, y será más estable como cristiano.
Dos ejemplos:
a. En I Corintios 6, Pablo dice que los creyentes no deben tener relaciones sexuales ilícitas porque son “miembros de Cristo”. Uno que es miembro de Cristo no debe unirse con una prostituta. Muestra pues, que la doctrina de la unión con Cristo afecta nuestras vidas de una manera práctica.
b. En Colosenses capítulo 2, Pablo dice que los creyentes no pueden decir que Cristo no es suficiente para ellos. De igual manera hoy día, algunos cristianos dicen que necesitan experiencias adicionales del Espíritu Santo. Pablo contesta que los creyentes están completos porque están en unión con Cristo. Demuestra que esta doctrina afecta nuestras creencias también.
Veremos más sobre estos puntos en la segunda parte de este libro al hablar de los resultados prácticos de la unión con Cristo.
3. Debe pensar en la unión con Cristo por razón de la gloria de Dios.
Las Escrituras dicen que la persona que ofrece alabanzas, glorifica a Dios. Si usted no entiende los dones y la gracia que Cristo le da, ¿cómo puede alabarle por ello?.
Esto es exactamente lo que le pasó al apóstol Pablo. Al pensar en todas las bendiciones espirituales que él tenía en Cristo, escribió las palabras maravillosas de Efesios 1:3-14. Para que usted conozca esta parte de las Escrituras de tal manera que le lleve a alabar a Dios por su salvación en Cristo, el Espíritu de Dios primero tiene que enseñarle a través de su Palabra a comprender esta gloriosa doctrina de la unión con Cristo. Nuestro Señor dijo (en el día cuando el Espíritu descendió): “En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros”. (Juan 14:20) El Espíritu ya vino; sigue viniendo. No esperamos otro Pentecostés, sino que creemos que El nos ayuda ahora. En Efesios 1:17, Pablo le escribía a personas que ya tenían al Espíritu, y pedía que Dios les diera “espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de El”.
En este libro, vamos examinando uno de los tres grandes misterios de la fe cristiana. Por esto, debemos confiar en el Espíritu Santo. El primero es que Dios es un solo Dios en tres personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. El segundo es el misterio que Cristo vino a ese mundo en un cuerpo. Pablo llama esto “el misterio de la piedad” (1 Timoteo 3:16). Cristo es una persona, una sola, pero es verdadero Dios y verdadero hombre en esta sola persona, una sola persona con dos naturalezas. El tercer misterio es este que vamos explicando, el de la unión de Cristo con su pueblo y de su pueblo con El.
CAPITULO TRES Nos hallamos en unión con Cristo dentro del plan de Dios para la salvación.
Si miramos hacia atrás al principio de nuestra salvación, es decir, hasta donde la Biblia nos permite mirar y no hasta donde nuestra curiosidad nos llevaría, Efesios 1:4 nos dice hasta dónde tenemos que mirar. Las Escrituras nos dicen que Dios planeó la salvación e hizo que existiera según su propósito eterno. Dios hizo esto de acuerdo con su gracia soberana y su poder. La Biblia usa las palabras “elegir”, “elección”, “elegido”, “predestinar”, “predestinación”, “presciencia”, y “conocer antes”, todas las cuales nos dicen que la salvación tiene sus raíces en el plan eterno de Dios. La elección es la selección eterna, bondadosa, y soberana de ciertos pecadores para vida y salvación.
Pero, note usted el énfasis en Efesios 1:4. No es el hecho de que Dios nos escogió, sino el de escogernos “en El”, es decir, en Cristo. ¿Qué quiere decir esto? Tome nota de lo que no dice. No dice que Dios nos escogió para que pudiéramos estar en Cristo, ni porque nosotros escogeríamos en Cristo. Las Escrituras aquí quieren decir que el Padre nos mostró su favor solamente porque nos veía en Cristo y nunca porque nos miraba en nosotros mismos. Tampoco nos miraba con favor separado de su Hijo. Aquellos que El escogió estaban en Cristo. Por el otro lado, Dios no pensó en Cristo el Redentor separado de los que estaban en El. Cuando Jesús estaba en la tierra, dijo que el Padre le había confiado un grupo de personas. Dijo: “Yo te he glorificado; he acabado la obra que me diste. Ahora, pues, Padre, glorifícame tú...” (Juan 17:5). Tal lenguaje es el de un pacto. Hablando de esto podemos usar las frases “el pacto de gracia”, o “el pacto de la redención”, o “el consejo de paz” porque hablan del acuerdo entre el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, un acuerdo hecho desde antes de todos los tiempos con el fin de asegurar la salvación de un pueblo “en Cristo”.
Pablo habla del mismo tema en 2 Timoteo 1:9: “Dios nos llamó ...antes de los tiempos de los siglos.” ¿Qué significa esto? Nosotros que vivimos afectados por el tiempo tenemos mucha dificultad para comprender en un todo las verdades eternas. Sólo podemos decir que la unión con Cristo se halla en el puro principio de nuestra salvación. Cuando Dios pensó en nuestra salvación, nos vio en unión con Cristo, su propio Hijo amado. Nos escogió “en El”. Si usted es creyente, le suplico que lea Efesios capítulo uno. Léalo con tiempo y detenimiento, y luego invierta tiempo alabando a Dios por haberle escogido en Cristo desde antes de la creación del mundo. Dios hubiera podido destinarle a usted para la condenación, pero no lo hizo. Más bien, antes de la fundación del mundo, El planeó salvarle en Cristo.
Debemos tratar de entender las Escrituras tanto como sea posible, pero lo que no podemos hacer es añadir nada más de lo que ellas enseñan. “Las cosas reveladas son para nosotros”. (Deuteronomio 29:29). Efesios 1:4 y 2 Timoteo 1:9 son verdades que Dios ha revelado y por eso tenemos que aceptarlas.
CAPITULO CUATRO Nos hallamos en unión con Cristo en los actos que eran para nuestra salvación
Los actos de Cristo que sirvieron para nuestra salvación son: Su venida a la tierra, su vida en la tierra, su muerte, su resurrección, su ascensión al cielo, y su posición sentado a la diestra del Padre.
1. La encarnación de Cristo
Miremos dos pasajes de las Escrituras.
a. Romanos 8:1-13: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (8:1). ¿Por qué no hay ninguna condenación? “La ley del Espíritu de vida me libró de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:2). Los creyentes han sido librados por causa de su unión con Cristo. ¿Cuál es la base de su liberación? “Porque lo que era imposible para la ley (es decir, la ley no podía justificar al pecador) por cuanto era débil por la carne (la naturaleza pecaminosa), Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:3). Es decir, era la venida de Cristo en la carne, lo que permitió