Pier Paolo Pasolini

Sobre el deporte


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      Dirección editorial: Didac Aparicio y Eduard Sancho

      Traducción: Javier Bassas Vila

      Diseño y maquetación: Emma Camacho

      Diseño: Pablo Martín

      Maquetación: Emma Camacho

      Primera edición: Junio de 2015

      Primera edición digital: Junio de 2020

      © 2020, Contraediciones, S.L.

      c/ Elisenda de Pinós, 22

      08034 Barcelona

       [email protected]

       www.editorialcontra.com

      © Pasolini Estate, de los artículos incluidos en esta antología

      © 2015, Javier Bassas Vila, de la traducción, prólogo y postfacio de este volumen

      ISBN: 978-84-18282-21-8

      Composición digital: Pablo Barrio

      Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual.

      1  Prólogo

      2  Fútbol «El muerto apestará toda la semana» «Reportaje sobre el Dios» De Encuesta sobre el amor «Salvadore y la paz en televisión» «En el estadio la pasión no cambia» «Deporte y cancioncillas» «La guerra de Troya continúa» «En el espacio del mundo» «El fútbol “es” un lenguaje con sus poetas y sus prosistas»

      3  Boxeo «Por qué Nino no me cae bien» «Benvenuti no sirve para nada» «Espejo del domingo» «Arpino, Benvenuti y el deporte»

      4  Ciclismo «La cara de Merckx» «Las victorias de Merckx son escándalos» «Traicionó los patines por la bicicleta»

      5  Olimpiadas «Olimpiadas de Roma, 1960» «Un mundo lleno de futuro» «Drama en el filo»

      6  Epílogo: «El deporte, religión de nuestro tiempo»

      7  Postfacio: «Deporte y revolución»

      «Los deportistas están poco cultivados, y los hombres cultivados son poco deportistas. Yo soy una excepción.»

      Pier Paolo Pasolini

      PRÓLOGO

      Escritos entre 1957 y 1971, los textos reunidos en esta edición demuestran claramente que el antagonismo entre cabeza y músculo, proclamado cual mandamiento por la mayoría de epígonos del mundo de las humanidades, se desvanece en la vida y la obra de Pier Paolo Pasolini. En efecto, el que fuera uno de los pensadores italianos más profundos y cáusticos de posguerra jugaba frecuentemente al fútbol con tanta asiduidad y pasión como la que manifestaba como espectador del calcio, el boxeo o el ciclismo. Su actor fetiche, Ninetto Davoli, nos lo recuerda:

      [A Pasolini] Lo llamábamos «Stukas» por su típica manera de lanzarse por el lateral y su ardiente carrera. En los partidos que jugábamos, era siempre él quien estaba en mejor forma. Tenía un físico perfecto, vigoroso, nunca con un kilo de más. Cuando jugaba a pelota, era como un niño, como uno de nosotros. El fútbol era su deporte preferido, después estaba el boxeo, incluso si no frecuentaba el ring tanto como los estadios.

      Como futbolista amateur, Pasolini no siempre era juzgado tan positivamente, aunque todos coinciden en su garra y destacan su buena forma física, su cuerpo atlético. A lo largo de toda su vida, P.P.P. practicó su pasión futbolera en innumerables encuentros. Sus diarios, sus poesías y los textos que se recogen en esta edición nos ofrecen recuerdos tanto de los partidos que jugó durante su etapa universitaria o con jóvenes amigos subproletarios, de los que a buen seguro admiraba la vitalidad de los cuerpos, como también de otros partidos donde lo que estaba en juego parecía ser algo más. Se cuenta, por ejemplo, que el 16 de marzo de 1975 tuvo lugar un mítico encuentro en el campo del Parma AC. Era domingo y se enfrentaban dos escuadras muy diferentes: por un lado, once hombres equipados con el uniforme del Bologna FC, amateurs ardientes, con Pasolini al frente; un combinado del equipo de rodaje de Saló o los 120 días de Sodoma. Por el otro, capitaneados por Bernardo Bertolucci —antiguo asistente del mismo Pasolini y cineasta ya entonces de reconocido prestigio—, una escuadra de hippies desmelenados ataviados con motivos psicodélicos del equipo de rodaje de Novecento. Se desconoce si el partido se celebraba realmente con ocasión del trigésimo cuarto cumpleaños de Bertolucci o si se trataba de una manera, propuesta por P.P.P., de dirimir ciertas diferencias entre uno y otro director, cuyas postulados estéticos se habían ido alejando progresivamente. Se dice también que el director de El último tango en París tomó a mal las críticas que el director de Saló le había dirigido respecto a esa misma película, estrenada en 1972. Sea como fuere, los datos que nos han llegado apuntan una clara derrota del equipo de Pasolini (5-2, 4-2 o ¿19-13?), que seguramente se quedó con ganas de revancha.

      Por otra parte, como hincha y espectador de eventos deportivos, Pasolini se mantendría fiel al equipo de fútbol de su ciudad natal, Bolonia, durante toda su vida. Aun viviendo posteriormente en la capital italiana y disfrutando de los derbis Roma-Lazio, P.P.P. no olvidaría jamás esos primeros años de su existencia como tifoso del equipo boloniense en la que fue quizá su época dorada: el Bolonia ganó el scudetto en 1925, en 1929 y luego, durante tres temporadas seguidas, de 1936 a 1939.

      Pasolini podía animar a su equipo o a sus atletas favoritos con tanta vehemencia como el más apasionado jovenzuelo de ciudad o de sus queridas borgate (los suburbios italianos), en cualquier lugar, ya fuera en el estadio mismo con Alberto Moravia y Elsa Morante o en una trattoria popular, como apuntan algunos textos que el lector no podrá leer sin asombro.