“Entrar en tentación” significa ser vencido por la tentación. Esta respuesta también es equivocada, porque una persona puede “entrar en tentación” y con todo, no caer bajo ella. José experimentó un periodo de “entrar en tentación”, pero salió de ella triunfante. (Gen.39:6-12)
Al otro lado en 1 Tim.6:9, Pablo compara el hecho de caer en tentación con el acto de caer en una trampa (“que caen en tentación y lazo”). La idea principal de haber caído en una trampa es que uno no puede escapar fácilmente de ella (como una persona enredada con cuerdas, de las cuales le es difícil escapar). En 1 Cor.10:13, Pablo usa otra expresión: “No os ha sobrevenido (sobrecogido) ninguna tentación...” Esta expresión tiene el propósito de ilustrar el poder de la tentación y la dificultad de escapar de ella. En 2 Ped.2:9 dice: “Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos...” Pedro enfatiza que solo podemos ser librados de ciertas tentaciones con la ayuda y el poder de Dios.
Partiendo de estas referencias podemos llegar a la conclusión de que “entrar en la tentación” significa experimentar en un grado no usual, el poder cautivador de la tentación. A veces la tentación es como un vendedor tocando a la puerta. Puede ser ignorado o le podemos decir que se vaya y lo hace. Pero en otras ocasiones, la tentación no puede ser resistida tan fácilmente. En tales ocasiones, la tentación es como un vendedor que ya ha metido su pie en la entrada de la puerta. Este vendedor no solo está decidido a vender sus bienes, sino que sus bienes son muy atractivos. Mientras que la tentación simplemente “toca la puerta”, somos libres para no hacer caso de ella. Pero cuando la tentación ya se ha metido en la casa y ha entrado en el “cuarto del corazón”, entonces “entramos en tentación”.
Cuando una persona “entra en la tentación” experimenta el poder de la tentación de dos fuentes:
1) Hay un poder especial de Satanás que actúa desde afuera de la persona. Satanás viene con una determinación y un poder más fuerte de lo normal, para tentar a la persona a pecar. A veces intenta tentarnos por medio de la intimidación: Es decir, “peque o sufra las consecuencias”, “niegue a Cristo o pierda su vida”. Otras veces intenta tentar ofreciendo a la persona algo que es deseable, por ejemplo: “Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mat.4:9).
2) Hay una acción especial del poder del pecado que mora dentro del creyente. El pecado que mora dentro, puede ser comparado a un traidor que vive en el corazón de cada persona. Este traidor, se pone de parte del tentador (Satanás) y trata de animar a la persona tentada a ceder ante la tentación. Bajo tal tentación, el creyente puede clamar a Dios por liberación una y otra vez y sin embargo, no ser librado. La tentación continúa exigiendo sus demandas. Tales tentaciones ocurren normalmente en alguna de las siguientes circunstancias:
a) Cuando Satanás ha obtenido un permiso especial de Dios, por razones conocidas solo a Dios mismo para traer al creyente a “entrar en tentación”. (2 Sam.24:1, 1 Cron.21:1; Job 1:12, 2:6 y Luc.22:31).
b) Cuando los deseos malos de una persona encuentran una oportunidad favorable, y un medio muy atractivo para que puedan cumplirse. Tal fue el caso de David registrado en 2 Sam.11.
II. “La Hora de la Tentación”
Cuando cualquiera de estas circunstancias ocurre, la persona entra en tentación, o tal como es llamado en Apo.3:10, “la hora de la prueba”. En tales situaciones, el poder cautivador de la tentación alcanza su máxima fuerza. Es en este tiempo, cuando la tentación es más peligrosa y más probable que pueda vencer cualquier resistencia que se le oponga. Muchas tentaciones nunca llegan a este punto y son vencidas sin gran dificultad. La misma tentación que antes vencimos, puede volver a ocurrir con renovadas fuerzas ahora como “la hora de la tentación”, y a menos que nos sea concedida “gracia” especial, nos vencerá y nos conducirá a pecar. Es probable que David fue tentado a adulterar y a matar cuando era más joven, (vea por ejemplo el caso de Nabal en 1 Samuel 25), pero no fue hasta que llegó la “hora de la prueba” que estas particulares tentaciones vinieron con un fuerza y una urgencia tal que le vencieron. (2 Samuel 11)
A menos que la persona esté especialmente preparada para una hora como ésta, seguramente caerá bajo tal tentación. Antes de que consideremos la preparación necesaria para guardarnos en contra de esto, hay dos cuestiones adicionales acerca de la prueba que debemos considerar:
1. ¿Cuáles son los medios comunes usados para llevar la tentación a su “hora”?
a. Cuando Satanás quiere lograr que una persona “entre en tentación”, presentará la tentación particular frecuente y persistentemente a la mente. Al insistir continuamente, Satanás quiere embotar nuestra mente respecto a la pecaminosidad de la tentación. (Nos hace pensar que el pecado no es tan grave). Al principio, la tentación nos pudiera parecer como algo horrible, pero mientras que la tentación persiste, este horror disminuye y la maldad de la tentación nos parece cada vez menor que antes.
b. Si el creyente ve a su hermano caer en pecado, debería responder odiando el pecado, sintiendo simpatía por su hermano caído y orando para que sea librado. Si él no responde de esta manera, Satanás usará esta debilidad como un medio para atraerle a él mismo a esta tentación. Cuando Himeneo y Fileto se desviaron de la verdad, otros cayeron en la misma manera. (2 Tim.2:17-18).
c. La maldad de la tentación puede ser oculta por la presencia de otras consideraciones (frecuentemente consideraciones buenas en sí mismas). Por ejemplo, la tentación de los gálatas de caer de la pureza del Evangelio les prometió la posibilidad de ser librados de la persecución. El deseo de ser libres de la persecución añadió poder a la tentación de caer de la pureza del evangelio.
2. ¿Cómo podemos saber que hemos llegado a “hora de la tentación”?
a. Cuando Satanás trae a una persona a la “hora de la tentación”, puede ser reconocida por la presencia de una presión insistente o continua. Es como si Satanás entendiera que es “ahora o nunca” y por lo tanto no permitirá al alma ningún alivio. En una guerra, si el enemigo gana una ventaja sobre su oponente, entonces redobla sus fuerzas. En la misma manera, cuando Satanás ha debilitado la determinación de un creyente a resistirle, entonces usa todos sus poderes y sus artimañas para conquistarlo y persuadirle a pecar. Siempre que la tentación nos presiona por todos lados (de dentro y de fuera) para ganar el consentimiento de la voluntad a pecar, podemos estar seguros de que “la hora de la tentación” ha llegado.
b. Siempre que la tentación combina el poder del temor con el poder de la atracción, la tentación ha llegado a su hora. Toda la fuerza de la tentación consiste de la combinación de estos dos poderes. Cada uno de estos poderes, por sí mismo, frecuentemente es suficiente para persuadir a la persona a pecar. Cuando obran juntos, casi nunca fallan. Encontramos ambos poderes obrando en el caso de David cuando asesinó a Urías heteo. Hubo el temor de la venganza de Urías contra su esposa (sin siquiera mencionar la posibilidad de que Urías tomara venganza de David). Y también hubo el temor de que el pecado de David fuera a ser conocido públicamente. Junto con esto, estaba presente la atracción de seguir disfrutando del pecado con Betsabé. Siempre que una persona está consciente de sentir la fuerza de estos dos poderes buscando persuadirle a pecar, “la tentación ha llegado a su hora”.
Ahora estamos listos para fijarnos brevemente en el tema que nos ocupará en el resto del libro: Para evitar que pueda ser dañado por la tentación, el creyente debe aprender a “Velar y Orar”.
Velar significa estar en guardia, tener precaución, considerar todas las maneras y todos los medios que pudieran ser usados por el enemigo de nuestras almas, para aplastarnos con la tentación. Esto involucra una vigilancia constante y diligente sobre nuestras almas, usando todos los medios que Dios nos ha dado para este propósito. En particular, incluirá un estudio por el resto de nuestros días, de las artimañas de nuestro enemigo, y también un estudio de nuestras fuerzas y debilidades, las cuales Satanás pudiera explotar para enredarnos en el pecado.
Además de velar, tenemos que orar. Este es el medio por el cual podemos recibir la ayuda divina para velar como deberíamos y así poder resistir los ataques de Satanás. Toda la obra de fe para guardar nuestra alma de