María del Carmen Parrino

¿Evasión o expulsión?


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primeras observaciones realizadas en el aula, un período tras otro, encubren una problemática de mayor dimensión, que no refiere a la actitud individual de un estudiante que abandona la carrera, sino a un fenómeno que afecta a miles de estudiantes por año.

      El estudio universitario permite a los sujetos crecer intelectualmente y definir una actividad o profesión a la cual dedicarse. Implica, entre otros aspectos, su realización personal y su evolución como hombres, colaborando en el crecimiento de la sociedad como tal y permitiendo incrementar el capital social y productivo del país.

      Por el contrario, el abandono de una carrera universitaria supone frustración y fracaso a nivel personal; pero también deja expuestas dificultades institucionales, y una cierta ineficiencia en cuanto a los objetivos planteados y respecto de la pérdida de recursos mal utilizados, lo que incluye altos costos sociales y económicos para las familias y la sociedad (Darlaston-Jones y otros, 2003). Tanto en el aspecto individual como en el aspecto social, las consecuencias pueden incluir inestimables pérdidas, no sólo referidas al capital social y cultural de los individuos y a la formación de recursos humanos, sino también de índole material y económica. En la Argentina, se estima que más del 30% de los jóvenes que se inscriben en una carrera la abandonan antes del primer año.

      Pueden establecerse tres etapas o momentos en los cuales los estudiantes abandonan su carrera. Una primera etapa bien definida es el primer año de estudios; ésta parece ser la instancia más significativa para decidir sobre la permanencia o no. La segunda etapa corresponde a los años subsiguientes, centrales en el desarrollo de la carrera y a lo largo de ésta; esta etapa puede durar varios años, dependiendo de cada caso. Un tercer momento concierne a la etapa final, cuando los estudiantes están muy cercanos a la graduación y han completado casi toda su formación, y sólo les resta el último año o están adeudando las últimas materias.

      Cabe preguntarse entonces, como lo hace Augusto Pérez Lindo (2010a), ¿para qué educamos? La educación tiene un sentido y un objeto en sí misma, pero la pérdida de miles de jóvenes que pretenden transitar la educación superior cada año es evidencia de un problema. Las características del fenómeno, la cantidad de contextos diversos por los que transita el estudiante hasta llegar a la educación superior y la variedad de niveles e instituciones participantes dificultan la tarea de aislar el problema para su estudio y reducir las variables intervinientes.

      Las tasas de graduación en Argentina se mantienen en valores cercanos al 25% de la matrícula correspondiente a la cohorte de ingreso, y esto corrobora la relevancia de abordar la problemática de la deserción y las causas que la provocan. Las universidades muestran aspectos de ineficiencia, y los costos de esta ineficiencia son afrontados por ellas, pero además por el Estado y la sociedad, cuyos recursos deben invertirse en forma responsable (González Fiegehen, 2006).

      Entre los diversos factores que influyen sobre el estudiante en el momento de tomar la decisión de abandonar, pueden destacarse: la falta de conocimientos y habilidades para realizar trabajos académicos, el desconocimiento de la propia vocación y la dedicación al trabajo. Esta última parece presentar mayor incidencia aun en la decisión de desertar. La necesidad de trabajar surge como un factor a revisar, dada la importancia que posee. Actualmente, muchos jóvenes, con el inicio de su carrera o a los pocos meses, comienzan también la actividad laboral. Esto produce que, casi sin posibilidades de adaptación a los cambios que impone la universidad, tengan que enfrentarse simultáneamente con las exigencias del mundo laboral.

      La falta de conocimientos iniciales se refiere a la formación insuficiente con la que los estudiantes se presentan a la universidad, a las escasas herramientas que poseen para enfrentar el estudio y a las dificultades de adaptación a la dinámica universitaria, que les impide desenvolverse adecuadamente y sortear las dificultades que ésta impone en todas sus connotaciones. Este factor resulta sumamente influyente en el primer año de estudios.

      El desconocimiento de la vocación es otro factor de importancia. En muchos casos, el estudiante no posee una conciencia clara de su propia vocación, de sus intereses ni de sus metas. Elige la carrera por distintos motivos, como pueden ser el mandato familiar, la tradición, por considerar que la carrera le otorgará un buen futuro económico, por una especie de ilusión respecto de su futuro, por azar o por desconocer sus propias aptitudes, sus posibilidades, sus limitaciones y sus expectativas. Este desconocimiento puede producir el abandono de la carrera cuando el estudiante debe enfrentarse a una realidad que ignora e imagina de otra forma.

      Estos factores actúan sobre el estudiante con un determinado grado de influencia, que al afectarlo producen un cierto desgaste, que a su vez aumenta la posibilidad de efectivizar el abandono. Asimismo, quienes logran sostenerse en la carrera parecen haber generado ciertos mecanismos de defensa que logran anteponer para salvar los obstáculos.

      El capital cultural es el que provee al estudiante de las condiciones propias para el estudio, en tanto conocimientos y ventajas que le permiten entender la necesidad de afirmarse en su decisión más allá de las dificultades, y además le otorgan elementos concretos, como el acceso a la bibliografía, a los materiales y demás elementos tecnológicos necesarios. El estudiante enfrenta una serie de dificultades y obstáculos: si logra superarlos, puede mantenerse en la carrera, ir avanzando y alcanzar el título; si no puede superar esos obstáculos, finalmente abandona su elección.

      Esta fuerza es propia de la herencia cultural recibida y le permite desenvolverse. El estudiante tiende a mantenerse en la carrera en función de su capital cultural, del capital escolar acumulado y de su habitus. Los mecanismos actuantes resultan tan determinantes que parece que “todo pasa como si sólo se excluyera a los que se excluyen” (Bourdieu y Passeron, 2009: 44). Es decir, como si quienes abandonan desearan hacerlo, cuando en realidad abandonan porque no pueden continuar.

      Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron (2009: 44) sostienen que “las relaciones que los sujetos mantienen con su condición y con los determinismos sociales que la definen forman parte de la definición completa de su condición y de los condicionamientos que les imponen”; y establecen, de esta forma, una relación con el futuro objetivo de su categoría social. Entonces, así como el sistema educativo puede asegurar la perpetuación del privilegio, también es el sistema educativo quien puede quebrarlo desde el reconocimiento y la ruptura. Paul Willis (1983) plantea que “los chicos de clase obrera consiguen trabajos de clase obrera”, mostrando cómo se inducen los límites que se consideran correspondientes al sujeto, de manera tal de establecer previamente los alcances y los logros antes de haberlos intentado.

      Se pretende responder a la pregunta que surge ante la evidencia estadística que confronta el número de estudiantes que ingresa a la universidad con el número de graduados: ¿por qué los estudiantes que ingresan a la universidad abandonan la carrera elegida?

      El abordaje del problema

      A fin de analizar el fenómeno de la deserción y las causas que lo provocan, fundamentalmente, en el primer año universitario, se realiza un abordaje sistémico que considera no sólo los distintos sectores participantes en el fenómeno sino también las relaciones existentes entre ellos.

      Para el abordaje de la problemática, se proponen cuatro planos de análisis. Estas dimensiones participan del fenómeno de diferentes formas, con distinto grado de influencia y diferente nivel de responsabilidad. Se propone un modelo de análisis de cada una de las dimensiones intervinientes en el resultado final, que es la graduación o el abandono. Cada una de ellas aporta acciones en forma directa o indirecta, se establecen relaciones entre las distintas componentes de las dimensiones, y sus acciones se muestran como fuerzas dirigidas hacia la obtención del logro o, en sentido opuesto, hacia su disolución.

      Dado el carácter polisémico del fenómeno, y a fin de alcanzarlo en toda su complejidad, se analizan cuatro dimensiones: el espacio social, que incluye el contexto de la educación superior y las tendencias que la enmarcan; el sistema de educación superior; la institución, y el estudiante. Estos cuatros planos o dimensiones de análisis se presentan de esta forma porque cada uno de ellos, de alguna forma, contiene al anterior y funciona en relación con los otros planos, no en forma independiente.

      Este libro tiene su origen en la tesis doctoral de la autora y en la investigación realizada