en la Iglesia cuestionamos.
Sin embargo, la obra acabada no se queda en la denuncia ni en la crítica de una realidad compleja. Porque elige mirarla desde el Evangelio “que hace nuevas todas las cosas” y desde la alegría, como hicieron -y hacen- a su turno, los santos como Catalina, como Brochero, siempre tan actuales; o como la Virgen, con quien la autora nos hace recorrer una hermosa reflexión y desear –permítaseme la provocación- que en la Iglesia se extienda este “matriarcado” inaugurado por Cristo en la cruz: “Allí tienes a tu Madre”.
Finalmente, el libro de la hermana Silvia nos sirve a todos, pero de manera particular a los jóvenes y a quienes se sienten jóvenes, a quienes tienen grandes sueños para su vida, para su apostolado, para su tiempo y su realidad; para quienes se saben invitados a “hacer lío”, de ese “lío” que busca, en un mundo “ordenado” hacia el consumo, hacia la injusticia, hacia la exclusión, hacia el pesimismo y la indiferencia, hacer presente al mayor Amor, el que lo da todo y lo pide todo, porque “la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros”. Esa es nuestra alegría y nuestra misión, que la hermana Silvia actualiza con pasión evangelizadora en las desafiantes páginas de este libro.
Javier Cámara (1)
1- Esposo y padre de tres hijas. Periodista cordobés. Escribió en el diario La Voz del Interior, durante 25 años. En 1996 fundó el Periódico Católico Encuentro. En 2000 coordinó la estructura de prensa del Encuentro Eucarístico Nacional. Realizó coberturas internacionales, entre ellas, de varios viajes papales. Escribió, con Sebastián Pfaffen, el libro Aquel Francisco en el que el Papa relató parte de su vida. En la actualidad, conduce programas en Radio María Argentina.
A MODO DE PRELUDIO
La escasa novedad de la Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio)
Comienzo pidiéndole perdón a mi querido compatriota, el papa Francisco, quien se esforzó mucho para escribir esta exhortación apostólica hacia fines del año en que fue elegido pontífice, 2013, por lo atrevido de mi opinión.
En sus páginas, con una pedagogía envidiable, anuncia eternas novedades que, justamente por ser eternas y ya dichas, dejan de ser novedad. En ellas habla de las crisis del mundo, dolorosamente ciertas, para las cuales tenemos que tener un ojo con lupa que nos permita salir de lo que queremos mirar y pasar a lo que debemos mirar, aunque nos duela. Acudiendo en ayuda de la coyuntura propone el “PIAFF”, sinónimo de la Iglesia en salida, un muy buen método que le copió al estilo de Jesús.
Siguiendo con el documento papal, probablemente lo que se refiere a la dimensión social de la evangelización, es una prolongación del magníficat, en donde María expresa que Dios dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y a los ricos los despide vacíos. Verdades siempre dichas y muy actuales si, por ejemplo, consideramos que en el mundo el 70% de los bienes están en manos de menos de 10 personas o que, si un presidente de una súper potencia se levanta de mal humor y con ganas de jugar a la guerra nos hace volar a todos como miguitas. Pensemos también en la guerra en cuotas que se vive en diferentes partes del mundo, con un tenor político como libreto y un valor económico de escenario.
Sobre el Evangelio, dando catequesis o compartiendo su lectura, he escuchado a mucha gente decir que “ya tiene 2000 años”, “que pasó de moda”, “que la gente y los apóstoles seguían a Jesús porque vivieron con Él”, “que la Iglesia no es la misma que hace 2000, 1000, 100 (o los que quieran) años”. Ésta es la parte anecdótica, trivial, exclusiva, de pasillo. La verdad que el Evangelio nos anuncia es que Jesús, Dios hecho hombre, murió y resucitó por nosotros y nos enseñó el mandamiento del amor, tan antiguo y tan nuevo. Esa es la Buena Noticia (traducción de la palabra evangelio), que nos invita a estar alegres, a dar y a darnos y, en sintonía con María, a vivenciar que Dios se fija en nuestra fragilidad y que su misericordia no pasa jamás. Allí se encuentra la fuente eterna de la que estamos llamados a beber siempre, una y otra vez, haciéndole frente al defecto de la mala memoria personal y generacional y al pecado de creernos dioses. Quizás por eso necesitemos de santos, de profetas, de gente buena que nos recuerden la alegría del Evangelio.
En este ensayo iremos viendo, capítulo a capítulo, una cantidad determinada de números de la exhortación ilustrados por la vida de la beata Catalina de María Rodríguez (2), una buena mujer que se adelantó al escrito del papa Francisco; con lo que corroboro el título de este preludio.
Sencillamente, Catalina fue una de las tantas y tantos profetas que vivieron la alegría de encontrarse con Jesús, de recibirlo y darlo a los demás.
Al concluir cada reflexión, se encuentra una invitación a revivir lo leído.
Para finalizar, le digo a mi querido padre Francisco:
“Aunque lo que usted escribió ya está en el Evangelio, ¡gracias por refrescarnos la memoria con un acento tan concreto!
Su exhortación es lindísima, ojalá cumplamos su deseo y descubramos que más importante que conjugar, es vivir el nuevo verbo: misericordiar.”
2- Córdoba (1823-1896). Al final del libro se encuentra una pequeña biografía de su vida.
INTRODUCCIÓN
El buen humor de los buenos (EG 1-18)
Hace un tiempo, conversando con un sociólogo, le comentaba las bondades técnicas y profesionales que tenía cierta persona para liderar una tarea. Cuando terminé me miró seriamente y me preguntó: “¿Tiene sentido del humor? “. A mí no se me había ocurrido pensar en esa cualidad. Este buen señor me explicó que es una capacidad para desdramatizar la realidad de los hechos, para reírse de uno mismo; también es una herramienta de resiliencia que ayuda a no focalizar en las preocupaciones, para remitirnos a un contexto más amplio en donde también se encuentran las soluciones para esos conflictos. No se trata de reírse siempre, sino de buscar el lado positivo de los hechos, de confiar más en la calma que en las tormentas. Allí entendí que esta cualidad es básica para empezar a hablar de un verdadero líder.
El buen humor no se fabrica; como todas las virtudes y actitudes debe tener un sustento que garantice su perdurabilidad. Una persona con sentido del humor es una persona alegre, que goza de las pequeñas cosas de la vida cotidiana en cualquier circunstancia que se encuentre, que contempla y se consuela con la parte del vaso que tiene, aunque no sean más que unas gotas de agua. Es un evangelizador que tiene fe y mucha esperanza.
Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias. (EG 2)
El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. (EG 3)
De la mano de Francisco nos acercamos a la idea de que una persona de buen corazón es antes que todo una persona de buen humor, una persona alegre. Pensando en esto se nos vienen a la memoria muchos rostros de gente con sufrimientos y carencias que no pierden la alegría. Desearía que puedan disfrutar de la sonrisa honda y contagiosa de Nicolás y Teresita, papás de Tadeo y Jeremías. Jeremías tiene parálisis cerebral, es un niño que puede ser visto