Wilfred Bion

Bion en Buenos Aires


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que nunca podría librarme de ese leve sentimiento de persecución relacionado con el hecho de tener que enfrentar una situación que no comprendo. Preferiría conservar una situación que sí comprendo, y el paciente estaría más que dispuesto a darme el gusto, cosa que lograría proporcionándome el material que me llevaría a pensar que se trata de la misma persona que vi ayer, anteayer o el año pasado. No obstante, creo que es importante examinar estas situaciones incomprensibles, no relacionadas, incoherentes, en lugar de dedicarse a las que son comprensibles y coherentes. Estas últimas no son importantes, ya no hay nada que descubrir al respecto. Hay que fijar la mirada, por así decirlo, en los hechos incomprensibles, incoherentes y no relacionados.

      Ese sentimiento de impaciencia, como diría para ser más elegante, y de persecución para ser un poco más directo, es de tal índole que uno anhela ponerle fin mediante el hallazgo de una interpretación, o recordando una interpretación, de ser ello posible. Es a esto precisamente que debemos resistirnos. Al paciente no le gustará, y a ustedes tampoco, pero creo que es necesario mantener la mirada fija en la situación incoherente, hasta que se vuelva coherente, en otros términos, hasta alcanzar la posición depresiva, la posición segura.

      Ahora bien, he mencionado este problema relativo al analista y al paciente con este propósito: quiero referirme ahora al hecho de que cuanto más avanza uno hacia el objetivo de convertirse en analista, más se acerca uno a reemplazar al propio analista por el paciente. No quiero decir con esto que uno es analizado por los propios pacientes; ello puede ocurrir, pero sólo forma parte del material para las interpretaciones. Pero sí quiero decir que en nuestro trabajo los pacientes ocupan ahora una posición de gran importancia, de tan grande importancia que ejercen un efecto sobre nuestra vida emocional que no es completamente distinto del que ejerce sobre ella nuestro propio analista. Existen ciertas similitudes, una de las cuales consiste en que, si logran ustedes seguir el curso que sugiero aquí, puedo prometerles toda una vida de sentimientos de persecución o de depresión. Es una manera algo extrema de expresarlo, pero creo que comprobarán que tienden a atribuir esos sentimientos de paciencia o de seguridad a situaciones que, en realidad, pertenecen a la propia labor analítica. Y el rasgo peculiar de todo esto, suponiendo que en una sesión hayan tenido la suerte de hacer dos o tres interpretaciones que producen coherencia, que hacen que las cosas parezcan tener un patrón y un significado, es que resulta sorprendente comprobar con cuánta frecuencia se sienten deprimidos al terminar esa sesión. Y comprobarán que esa situación se vuelve negativa y que en sí misma requiere una teoría. Es precisamente a esa teoría que me estoy refiriendo ahora.

      Menciono este punto porque creo que constituye un importante ejemplo, porque creo que esa es una manera importante de encarar nuestro trabajo y lo que hace que nuestra labor resulte tan dura. Pienso que a ello se debe también que nuestro trabajo sea valioso pero, al mismo tiempo, es lo que tiende a causar bajas entre nosotros. Es natural que, al manejar algo tan terrible como la mente humana, se produzcan bajas en lo que podríamos llamar el grupo psicoanalítico. Ello significa que es fundamental contar con un buen enfoque, o tratar de contar con él, aparte de la formación analítica. Como ya señalé, las dificultades comienzan precisamente cuando uno ya ha completado su formación; por lo tanto, el problema relativo a la manera en que uno encara su propio trabajo, el estado mental en que uno se encuentra, se plantea a partir del momento en que uno termina su propio análisis y cuando el analista ya no puede seguir analizándose.

      Pregunta 1: Sobre la manera en que el analista llega a comprender y establecer esas pocas teorías que deben constituir su bagaje terapéutico; el interlocutor señala que el doctor Bion parece considerar que la labor analítica es muy penosa, sin tener en cuenta sus aspectos estimulantes.

      Dr. Bion: Pienso que todo analista debe conservar el sentido de la proporción y reconocer el muy insignificante lugar que ocupa dentro de un movimiento más amplio. No creo que haya mucho mérito en mi capacidad para transmitir las cosas de un modo penetrante, de la que otras personas carecen. He tratado de decir esto mismo en numerosas ocasiones desde la Sociedad Psicoanalítica Británica, esto es, que si la gente examina lo que digo no encontrará nada original en mis palabras, y que se percatarán de ello cuando se den cuenta de que lo que digo es algo que en realidad ya conocían. Pero lo importante es que, así como los padres repiten una misma cosa una y otra vez hasta que, por fin, eso tan obvio que han estado diciendo se hace claro y nosotros decimos: “Ah, eso es lo que querían decir”, lo mismo parece ocurrir en el análisis: uno repite lo mismo una y otra vez hasta que, un día, la gente dice: “Ah, eso es lo que quería decir”. No creo haber descubierto nada nuevo al respecto, pues pienso que uno debe reconocer que hay ocasiones en que lo que se ha dicho ya muchas veces aparece de pronto como algo original. Ello tiene algo que ver con uno mismo, sin duda alguna, y también con el momento en que uno lo dice, y con la experiencia pasada de quienes escuchan. Es algo que se produce cuando la gente está dispuesta a escuchar, y creo que no es exagerado decir que esto se aplica incluso a Freud. Todo el mundo decía: “Bueno, ya sabíamos todo eso sobre el sexo incluso antes de que él empezara con este asunto”, cosa que el mismo Freud señaló en algunos de sus trabajos, pero el hecho es que los demás no lo dijeron, por lo menos no en esa forma, y eso fue el origen de todo.

      Respuesta al comentario del doctor Pichon Rivière. Quiero agradecer profundamente al doctor Pichon Rivière por sus comentarios y decir que me resulta sumamente agradable que alguien me recuerde la vieja Asociación en la que también participó el doctor Rickman. Creo que es muy interesante escuchar a alguien que nos recuerda el desarrollo histórico del que fuimos solamente una parte, y no me sorprende en lo más mínimo comprobar que uno traza una especie de círculo que lo lleva de vuelta a una labor que ya ha sido realizada. Uno confía en poder agregar algo nuevo a ello y también en poder revivirlo y devolverle su vigencia. No cabe duda de que se dicen muchas cosas que son importantes, que luego se olvidan y permanecen enterradas y dormidas hasta que alguien las devuelve a la vida. Esta es una característica de toda la historia de la ciencia, y no algo peculiar del psicoanálisis, a pesar de lo cual creo que debemos tener consciencia de este hecho y estar dispuestos a apreciar y saludar a quienes han sido nuestros predecesores y han hecho una contribución al análisis que, si bien puede olvidarse durante un tiempo, inevitablemente vuelve a reaparecer, con renovada vitalidad.

      Pregunta 2: Si el hecho de dejar de lado los datos históricos del análisis agudiza la percepción interna, y si el uso de esa percepción interna es lo que fundamenta el empleo de la intuición sobre la base de esa oscuridad esclarecedora mencionada por Bion.

      Dr. Bion: Creo que es efectivamente así. No mencioné el aspecto displacentero inherente al intento de despojarse de todo recuerdo y de todo deseo, pero puede observarse en un caso externo, en el paciente psicótico que se ingenia para librarse de los estímulos provenientes de la realidad, porque le resultan intolerables, y creo que logrará evitarlos mediante una retirada, una regresión hacia lo que, a falta de un nombre mejor, debemos llamar el inconsciente, esto es, hacia su propio interior.

      Ahora bien, esto no es lo que uno trata de lograr, y uno confía en que mediante el proceso de análisis uno estará en condiciones de cegarse artificialmente, como dice Freud, con un afecto genuino, sin provocar algo como una regresión total, lo cual, como resulta evidente, constituiría un desastre en cualquier análisis. Desgraciadamente, también es cierto que cuando se analiza a un paciente realmente psicótico, el analista puede, al realzar la existencia de sus motivos inconscientes, llevarlo a liberarse del conflicto mediante el recurso de descartar toda conciencia y por ende la cordura que pueda haber tenido antes desaparece y el analista se encuentra con un verdadero psicótico, para no hablar de la familia del psicótico. Por lo tanto, es importante insistir en el aspecto consciente de lo que el paciente dice cuando debemos tratar casos como éstos. Como ya dije, uno evidentemente no trata de hacer cosas de este tipo a menos que abrigue la certeza de estar muy familiarizado, por así decirlo, con el dominio de la vida mental. En tal caso, creo que uno se siente menos intimidado por las extrañas y desagradables experiencias por las que seguramente ha de pasar. Pero el paciente no está familiarizado con todo eso, y creo que ese peligro es muy real.

      Creo que esto tiene que ver con lo que manifestó el doctor Rodrigué acerca de la necesidad de mantener la capacidad para el recuerdo y el deseo; temo que lo que dije puede dar la impresión errónea