varias aguas que van de lo global a lo nacional y de lo regional a lo internacional; profundiza diagnósticos críticos ligados a los modelos de desarrollo existentes y argumenta acerca de su insustentabilidad y su creciente capacidad de daño sobre el tejido de la vida. Al mismo tiempo, apunta a pensar una agenda de transición socioecológica justa que nos encamine hacia otro escenario civilizatorio: una sociedad posfósil en la que la justicia social se articule con la justicia ambiental.
En el capítulo 1 abordamos desde una perspectiva global los grandes temas vinculados a la crisis socioecológica y su tratamiento en la agenda internacional, desde la Conferencia de las Partes (COP) hasta los movimientos por la justicia ambiental y climática. Recorremos temáticas globales, desde el Antropoceno como diagnóstico crítico, la deuda ecológica, el negacionismo climático y sus daños, los fracasos de las conferencias internacionales, hasta el llamado de Greta Thunberg.
En los tres capítulos siguientes nos abocamos a la agenda regional y, en particular, al análisis de la situación socioambiental en la Argentina. Partimos de una certeza práctica: si nos proponemos reflexionar sobre el Antropoceno, este no puede reducirse a una narrativa global y abstracta. Es indudable que la crisis climática global produce impactos gravísimos, entre ellos el aumento de la temperatura, la variabilidad del clima y los eventos extremos. Pero también debemos dar cuenta de sus impactos locales y territoriales, vinculados a la expansión de modelos de desarrollo insustentables −o de maldesarrollo−, incompatibles con los ciclos de la naturaleza. Así, en el capítulo 2 nos ocupamos de la Argentina como “laboratorio a cielo abierto”. Abordamos temáticas ligadas a la expansión de las fronteras del neoextractivismo en América Latina y en nuestro país: agronegocios, minería a cielo abierto, explotación de hidrocarburos no convencionales a través del fracking, megarrepresas y extractivismo urbano.
De acuerdo con esta lógica, en el capítulo 3 indagamos la conflictividad socioambiental y sus ciclos. Partimos de la idea de que la Argentina del siglo XXI se tornó más compleja en términos de conflictos sociales, tal como lo refleja la cartografía de las luchas, a través de una dinámica establecida entre diferentes centros y periferias. Mientras el centro suele ser ocupado por los reclamos sindicales, las grandes organizaciones sociales y comunitarias (desocupados y economía social) y las luchas feministas, la periferia aparece reservada para los conflictos socioambientales y las problemáticas indígenas. Buscamos explicar el porqué de esta marginalidad, al tiempo que atendemos al modo en que los diferentes gobiernos –desde los doce años de presidencias kirchneristas hasta los cuatro años de mandato de Cambiemos– han respondido a los conflictos socioambientales.
En el capítulo 4 abordamos los casos emblemáticos a escala nacional. Para comenzar, desarrollamos el tema de los impactos sociosanitarios del glifosato, sin duda la mayor problemática socioambiental del país. Luego observamos el derrotero de la Ley de Glaciares y su vinculación con los derrames producidos por la mina Veladero en la provincia de San Juan. Esta ley nos inserta en una trama político-económica donde se tensan las escalas nacional y provincial en torno a cuestiones como la impunidad de las corporaciones, las contradicciones de la clase política, las resistencias sociales y el nuevo derecho ambiental. Nos detenemos en el caso de Vaca Muerta, que encarna el sueño de El Dorado más potente en la Argentina de este siglo. Por último, es el turno del litio, que nos lleva a interrogarnos sobre las limitaciones de este tipo de minería de agua y su rol estratégico en el marco de una transición hacia una sociedad posfósil o carbono cero.
En la última parte del libro volvemos a ocuparnos de diferentes escalas −pasamos de la global a la regional, de la local a la internacional− para analizar en el capítulo 5 los puntos ciegos del modelo de desarrollo dominante. Sostenemos que la idea de desarrollo forma parte de un imaginario social hegemónico que, pese a las innumerables críticas en su contra, posee todavía una gran capacidad de irradiación y pregnancia cognitiva. Esto significa que no solo existen grandes intereses económicos que defienden la visión hegemónica, sino también obstáculos epistemológicos (una ceguera desarrollista y productivista) que analizamos a escala regional y latinoamericana, entre ellos la disociación entre lo social y lo ambiental, el peso de la deuda ecológica de los países del Norte con respecto a los países del Sur, la nueva dependencia económica en relación con China.
La crisis civilizatoria actual es profundamente filosófica, y apunta al corazón de la episteme moderna. Esto nos lleva a preguntarnos de dónde procede nuestra representación de la naturaleza y sobre qué bases se han desarrollado la ciencia y la tecnología en los últimos siglos. Así, en el capítulo 6 proponemos un recorrido por las narrativas relacionales del Sur o enfoques posdesarrollistas –que postulan una renuncia a la idea hegemónica de desarrollo y plantean otros lenguajes de valoración de la naturaleza y del territorio–, entre ellos los derechos de la naturaleza y la visión de los feminismos populares y su vínculo con los ecofeminismos. Por otro lado, realizamos una exploración acotada sobre el desafío de pensar la producción científica desde la perspectiva del “diálogo de saberes” y nos preguntamos acerca del rol que asume el saber científico en las disputas político-epistémicas relacionadas con los conflictos socioambientales.
En el séptimo y último capítulo, abordamos tres grandes temas para pensar las alternativas. El primero se refiere a la transición energética y sus dilemas, una de las problemáticas más complejas y espinosas que enfrentan nuestras sociedades, tan petroadictas y asociadas a un esquema extractivo exportador. Ante el escenario de desposesión y saqueo que se ha configurado en un país dependiente y periférico como la Argentina, vale la pena preguntarse qué tipo de transición pensamos. El segundo apunta a la creciente importancia de la agroecología. Lejos de ser una moda pasajera, la agroecología refleja la expansión de un modelo de producción diferente al agronegocios dominante y, en términos de prácticas prefigurativas, ilustra otro modo de relacionarse con la tierra. En tercer lugar, proponemos repensar el modelo urbano, ligado a las grandes ciudades, cuya insustentabilidad se ha puesto tan claramente de manifiesto durante la pandemia del coronavirus. Nuestra síntesis no pretende dar respuestas definitivas, antes bien postula problematizar ciertas definiciones y abrir caminos para pensar una transición justa.
Por último, en las reflexiones finales, en consonancia con una parte del pensamiento crítico y el movimiento de justicia climática actual, y más aún en el escenario de crisis y recesión abierto por la gran pandemia, nos interesa avanzar en el debate sobre el gran pacto ecosocial y económico, un Green New Deal Global, que aborde la necesidad de pensar la transición socioecológica desde una perspectiva integral.
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Escribimos este libro porque estamos convencidos de que no podemos sucumbir a la tentación colapsista y pensar el quiebre civilizatorio como un destino único e inevitable. En una época de distopías globales, en la que –como anticipó Fredric Jameson– “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, nuestro objetivo es repensar un horizonte emancipatorio sin caer en las ciegas repeticiones del pasado ni en nuevos dogmatismos, sin dejarnos atrapar por la figura del desencanto de ciertas izquierdas ni por la melancolía paralizante del catastrofismo.
Tal como muestra la pandemia, todas las grandes crisis producen demandas muy ambivalentes en la sociedad: demandas de solidaridad, de transformación y cambio, pero también de orden y de llamado a un retorno a la normalidad. En el comienzo, asistimos a un fabuloso proceso de liberación cognitiva, nos instalamos en un portal que abre a nuevos horizontes y alternativas, que vuelve posible aquello que ayer era visto como imposible. Así, todavía estamos en un escenario en el cual se puede apostar al cuidado y pensar al Estado como agente de redistribución. Podemos debatir sobre el ingreso universal ciudadano y el impuesto a las grandes fortunas. Creemos que, pese a lo horroroso de la pandemia, el “retorno a la normalidad” o la llamada “nueva normalidad” es una falsa solución, que volver al crecimiento económico, tal como lo conocimos hasta ahora, no es una salida. Esto supone entender que la suerte no está echada, que existen oportunidades para una acción transformadora en medio del desastre.
Así, el año de la gran pandemia nos instaló en una encrucijada civilizatoria, de cara a nuevos dilemas políticos y éticos que exigen repensar la crisis económica y climática desde un nuevo ángulo, tanto en términos multiescalares (global/nacional/local),