Adler Sobre la Necesidad de Libros Difíciles
Mortimer Adler usaría otro argumento para persuadirnos. En su clásico, Cómo Leer un Libro, él argumenta apasionadamente que los libros que incrementan nuestro entendimiento de la verdad y nos hacen más sabios se tienen que sentir, al principio, por encima de lo que podemos. Ellos “tienen que hacerte demandas. Tienen que parecerte que están más allá de tu capacidad.”35 Si un libro es fácil y se ajusta gratamente a todas las limitaciones de tu lenguaje y forma de pensar, probablemente no crecerás mucho leyéndolo. Puede ser entretenido, pero no ensanchará tu entendimiento. Son los libros difíciles los que cuentan. Rastrillar es fácil, pero lo que consigues con eso son hojas; excavar es difícil, pero es posible que encuentres diamantes.
Los cristianos evangélicos que creen que Dios se revela principalmente a través de un libro, la Biblia, deberían por mucho ser los más hábiles lectores que hay. Esto significa que deberíamos querer ser claros, penetrantes, exactos y balanceados en nuestra mente porque toda buena lectura implica hacer preguntas y pensar.36 Esta es una razón por la cual la Biblia nos enseña, “no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar” (1Co 14:20). Por esto Pablo le dice a Timoteo, “Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo” (2Ti 2:7). El regalo de Dios del entendimiento viene a través del pensamiento, no en lugar del pensamiento.37
Adler subraya su argumento por una “mayor exigencia” en la lectura de grandes libros con la advertencia de que tal ejercicio mental puede alargar tu vida y la televisión la puede acortar.
La mente puede atrofiarse, como los músculos, si no se usa…y esto es un terrible castigo, porque hay evidencia de que la atrofia de la mente es una enfermedad mortal. No parece haber otra explicación para el hecho de que tanta gente ocupada muera tan rápido después de retirarse…la televisión, la radio y todas las fuentes de entretenimiento e información que nos rodean diariamente son accesorios artificiales. Ellos pueden darnos la impresión de que nuestras mentes están activas porque nos mueven a reaccionar a estímulos externos. Pero el poder de esos estímulos externos para hacernos avanzar es limitado. Son como las drogas. Nos acostumbramos a ellas y continuamente las necesitamos más y más hasta que eventualmente tienen poco o ningún efecto.38
Ir Cuesta Arriba Valdrá la Pena
Esforzarse por leer a Jonathan Edwards solo para vivir más tiempo sería una gran ironía. Su meta no es ayudarnos a vivir más, ni a vivir para siempre, sino ayudarnos a vivir para Dios y por la eternidad. Pero debido a que nuestra cultura intoxicada por los medios de comunicación no es dada a pensar ni a esforzarse en vivir para Dios, el desafío y la dificultad para leer a Edwards se duplica. Sin embargo, El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo puede resultar siendo una fuente de vida en muchas más formas de las que nos imaginamos—mejor aún por ser como una montaña elevada que vale la pena cualquier esfuerzo por escalar.
Intentando una Revolución Copérnica como Lutero
En todo esto deseo persuadirlos a leer y apreciar El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo de Edwards. La importancia pública de reconocer y apreciar esta visión de Dios marcaría una época. Mark Noll compara el esfuerzo de Edwards en este libro a la meta de Martín Lutero, quien revolucionó al mundo restaurando a Dios al lugar que le corresponde. Él dice, “este libro intentó en el siglo 18 lo que Philip Watson describió una vez como la principal preocupación de Martin Lutero en el siglo 16, es decir, la promoción de una ‘revolución Copérnica’ en la cual los instintos antropocéntricos son transformados en una visión teocéntrica de la realidad.”39
Edwards es más fuerte donde nosotros somos más débiles. Él conoce a Dios. Él ve y saborea la supremacía de Dios en todas las cosas. Nuestra cultura está muriendo por la falta de esta visión y de este alimento. Por lo tanto, la publicación de El Fin por el Cual Dios Creó el Mundo es un asunto de gran importancia pública.
SECCIÓN DOS
Una Preocupación Personal
Publicar El Fin por el Cual Dios Creó el Mundo es también una cuestión intensamente personal para mí. Como lo dice al principio, la visión de Dios desplegada en este libro me cautivó treinta años atrás y ha puesto su estampa en cada parte de mi vida y ministerio. Creo y amo su mensaje. Mi motivo personal para hacer el libro más accesible es unirme a Dios en búsqueda de la irresistible meta para la cual Él creó el mundo. Esa meta, dice Edwards, es, primero, que la gloria de Dios pueda ser magnificada en el universo, y segundo, que el pueblo de Cristo, redimido en todo tiempo y nación, se regocije en Dios sobre todas las cosas.
La Gloria de Dios se Manifiesta en la Felicidad de los Santos
Pero la profundidad, la maravilla y el poder de este libro es la demostración de que estas dos fines son uno. El gozo de todas las naciones en Dios y la exaltación de la gloria de Dios son un solo fin, no dos. Por qué esto es así, cómo puede serlo, y qué diferencia hace es de lo que se trata este libro, mi vida y la teología de Jonathan Edwards. El primer biógrafo de Edwards describe El Fin por el Cual Dios Creó el Mundo de esta manera: “en base a los más puros principios de la razón tanto como a las fuentes de la verdad revelada, él demuestra que la principal y máxima meta del Ser Supremo, en las obras de la creación y de la providencia, fue la manifestación de Su propia gloria en la mayor felicidad de Sus criaturas.”40
“La manifestación de su propia gloria en la mayor felicidad de sus criaturas.” Prácticamente casi todo lo que yo predico y escribo lo hago moldeado por esta verdad: que la manifestación de la gloria de Dios y el gozo más profundo de las almas humanas son una sola cosa. Ha sido una búsqueda de treinta años desde que desperté por primera vez a esta visión a través de C. S. Lewis41 y Daniel Fuller.42 La búsqueda continúa. Pero, a través del tiempo, mi más experimentado y confiable guía en las montañas Himalaya de las Sagradas Escrituras ha sido Jonathan Edwards. Él lo dijo así: “La meta de la creación es que la creación glorifique [a Dios]. Pero, ¿Qué es glorificar a Dios sino regocijarse en esa gloria que Él ha desplegado?”43 “La felicidad de la criatura consiste en regocijarse en Dios, por los cual también Dios es magnificado y exaltado.”44
Las implicaciones de esta visión son de largo alcance. Después de treinta años buscando los elevados caminos de la revelación escrita de Dios, siento como si apenas estuviese comenzando a respirar el aire de esta exaltada realidad. Para no hacerlos investigar todas las implicaciones por ustedes mismos, mencionaré lo que encontré en quince de ellos. Recuerden lo que estoy ilustrando. Mientras más alto escales en los pensamientos revelados de Dios, más claramente verás que la meta de Dios al crear el mundo fue desplegar el valor de Su propia gloria, y que esta meta no es otra que el infinito y siempre creciente gozo de su pueblo en esa gloria.
¿Cómo Lo Dice Edwards?
Dejemos a Edwards hablar de nuevo por si mismo sobre este tema. ¿Cómo se relacionan la gloria de Dios y tu gozo? Él lo dice de muchas maneras:
Al buscar Su gloria, Dios busca el bien de Sus criaturas, porque la emanación de Su gloria…implica la…felicidad de Sus criaturas. Y al comunicarles Su plenitud, Él lo hace por Sí mismo, pues el bien que Él busca para ellas es en unión y comunión con Él. Dios es el bien de ellas y su excelencia y felicidad no es sino la emanación y la expresión de la gloria de Dios. Al buscar la gloria y la felicidad de ellas, Dios se busca a Sí mismo, y al buscarse a Sí mismo, es decir, al difundirse y expresarse…Él busca la gloria y la felicidad de ellas.45
De esta manera es fácil concebir como Dios busca el bien de la criatura… es decir, su felicidad, basado en una suprema estima de Sí mismo, pues esta felicidad se deriva... del ejercicio de la criatura en estimar supremamente a Dios…en contemplar Su gloria y en valorarla, amarla y regocijarse en ella.46
El enfoque de Dios en el bien de Sus criaturas, y Su enfoque en Si mismo, no son enfoques divididos; ambos se unen en uno, puesto que la felicidad de la criaturas que Dios se propone es la felicidad de ellas en unión con Él.47