cantidad infinita mediante partes iguales a un pie, deberá constar de infinitas partes como esa, de la misma manera que si se midiese mediante partes iguales a una pulgada. Y, por tanto, un número infinito será doce veces mayor que otro infinito13. Por último, si se concibe que, a partir de un punto de cierta [58] cantidad infinita, se prolongan hasta el infinito dos líneas, como AB, AC, separadas al principio por cierta y determinada distancia, es cierto que la distancia entre B y C aumentará continuamente y que de determinada pasará a indeterminable.
Así pues, como estos absurdos se siguen, según piensan, de que es supuesta una cantidad infinita, concluyen que la sustancia corpórea debe ser finita y que, en consecuencia, no pertenece a la esencia de Dios. Un segundo argumento es sacado también de la suma perfección de Dios. Como Dios, afirman, es un ente sumamente perfecto, no puede padecer. Ahora bien, la sustancia corpórea, dado que es divisible, puede padecer; se sigue de ello, entonces, que esta no pertenece a la esencia de Dios. Estos son los argumentos que encuentro en los escritores, con los cuales se esfuerzan por mostrar que la sustancia corpórea es indigna de la naturaleza divina y que no puede pertenecer a ella. Pero en realidad, quien atienda rectamente advertirá que yo ya he respondido, pues estos argumentos solo se fundan en la suposición de que la sustancia corpórea se compone de partes, lo cual ya he mostrado (proposición 12 con el corolario de la proposición 13) que es absurdo. Además, si se quiere sopesar la cosa rectamente, se verá que todos estos absurdos (supuesto que todos sean absurdos, de lo cual ahora no disputo) a partir de los cuales quieren concluir que una sustancia extensa es finita, para nada se siguen
de la suposición de una cantidad infinita, sino de que ellos suponen que esa cantidad infinita es mensurable y que consta de partes finitas. Por lo cual, de los absurdos que se siguen de eso nada pueden concluir sino que la cantidad infinita no es mensurable y que no puede constar de partes finitas. Pero esto es lo mismo que más arriba nosotros (proposición 12, etc.) ya hemos demostrado. Por tanto, el dardo que nos lanzan lo arrojan en realidad contra ellos mismos. Así pues, si quieren concluir de este absurdo suyo que la sustancia extensa debe ser finita, no hacen, en verdad, otra cosa que aquel que, por fingir un círculo con las propiedades de un cuadrado, concluyese que el círculo no tiene un centro partiendo del cual todas las líneas trazadas hasta la circunferencia son iguales. Pues la sustancia corpórea, que no puede ser concebida sino como infinita, sino como única, [59] sino como indivisible (véanse las proposiciones 8, 5 y 12), la conciben ellos, para poder concluir que es finita, como constando de partes finitas, como múltiple y como divisible. Así también otros, tras fingir que la línea se compone de puntos, saben encontrar muchos argumentos con los que muestran que la línea no puede ser dividida hasta el infinito. No es menos absurdo suponer que la sustancia corpórea se compone de cuerpos o partes, que [suponer que] el cuerpo se compone de superficies, las superficies de líneas, las líneas, por último, de puntos. Y esto lo deben admitir todos los que saben que una razón clara es infalible, y en primer lugar cuantos niegan que se dé el vacío. Pues si la sustancia corpórea pudiese dividirse de manera que sus partes fuesen realmente distintas, ¿por qué no podría entonces aniquilarse una parte permaneciendo el resto, como antes, conectadas entre sí? ¿Y por qué deben todas ajustarse de manera que no se dé el vacío? Ciertamente, las cosas que son realmente distintas unas de otras pueden ser la una sin la otra y permanecer en su estado. Mas como en la naturaleza no se da el vacío (de lo cual he tratado en otro lugar14), sino que todas sus partes deben concurrir de suerte que no se dé el vacío, se sigue de esto también que [esas partes] no pueden distinguirse realmente, esto es, que la sustancia corpórea, en tanto que es sustancia, no puede dividirse. Si alguien, con todo, preguntase ahora por qué somos por naturaleza tan propensos a dividir la cantidad, le respondo que la cantidad es concebida por nosotros de dos maneras, a saber, abstractamente, o superficialmente, como cuando15 la imaginamos, o bien como sustancia, lo que solo hace el intelecto16. Si atendemos a la cantidad tal como está en la imaginación, que es lo que hacemos más a menudo y nos resulta más fácil, la encontraremos finita, divisible y compuesta de partes. Sin embargo, si atendemos a ella tal como está en el intelecto y la concebimos en tanto que es sustancia, lo cual es dificilísimo, entonces, como ya hemos demostrado suficientemente, la encontraremos infinita, única e indivisible. Lo cual será lo bastante manifiesto para todos los que sepan distinguir entre la imaginación y el intelecto. Sobre todo si también atienden a esto, a que la materia es la misma en todo lugar y a que en ella no se distinguen partes sino en tanto que la concebimos afectada de diversos modos, por lo que sus partes solo se distinguen modalmente, pero no realmente. Por ejemplo, concebimos que el agua, en tan-[60] to que es agua, se divide y que sus partes se separan unas de otras. Pero no en tanto que es sustancia corpórea, pues en cuanto tal ni se separa ni se divide. Además, el agua, en tanto que agua, se genera y se corrompe, pero en tanto que sustancia ni se genera ni se corrompe. Y pienso haber respondido con esto también al segundo argumento, pues se funda también en que la materia, en tanto que sustancia, es divisible y consta de partes. Y aun cuando esto no fuese así, desconozco por qué sería indigna de la naturaleza divina, pues (por la proposición 14) fuera de Dios no puede darse ninguna sustancia por la que padeciese. Digo que todas las cosas son en Dios y que todas las que se hacen, se hacen por las solas leyes de la infinita naturaleza de Dios, y que se siguen de la necesidad de su esencia (como enseguida mostraré). Por lo que no hay ninguna razón para poder decir que Dios padece en virtud de otra cosa o que la sustancia extensa es indigna de la naturaleza divina, aunque se la suponga divisible, con tal de que se conceda que es eterna e infinita. Pero sobre esto basta por ahora.
PROPOSICIÓN 16
De la necesidad de la naturaleza divina deben seguirse infinitas cosas de infinitos modos (esto es, todas las que pueden caer bajo un intelecto infinito).
DEMOSTRACIÓN
Esta proposición debe ser manifiesta para cualquiera solo con que atienda a esto, a que dada la definición de una cosa cualquiera, el intelecto concluye varias propiedades que en verdad se siguen necesariamente de ella (esto es, de la esencia misma de la cosa), y tantas más cuanta más realidad expresa la definición de la cosa, esto es, cuanta más realidad implica la esencia de la cosa definida. Y como la naturaleza divina tiene absolutamente infinitos atributos (por la definición 6), cada uno de los cuales también expresa una esencia infinita en su género, de la necesidad de aquella se deben seguir necesariamente, por tanto, infinitas cosas en infinitos modos (esto es, todas las que pueden caer bajo un intelecto infinito). Q. E. D.
COROLARIO I
De aquí se sigue que Dios es causa eficiente de todas las cosas que pueden caer bajo un intelecto infinito. [61]
COROLARIO II
Se sigue, II. que Dios es causa por sí, no por accidente.
COROLARIO III
Se sigue, III. que Dios es absolutamente causa primera.
PROPOSICIÓN 17
Dios actúa en virtud de las solas leyes de su naturaleza y no coaccionado por nadie.
DEMOSTRACIÓN
Hemos mostrado en la proposición 16 que de la sola necesidad de la naturaleza divina, o (lo que es lo mismo) de las solas leyes de su naturaleza, se siguen absolutamente infinitas cosas. Y en la proposición 15 hemos demostrado que nada puede ser ni ser concebido sin Dios, sino que todas las cosas son en Dios. Por ello, nada puede ser fuera de él por lo que sea determinado o coaccionado a actuar. Y así, Dios actúa en virtud de las solas leyes de su naturaleza y no coaccionado por nadie. Q. E. D.
COROLARIO I
De aquí se sigue, I. que no se da ninguna causa que incite extrínseca o intrínsecamente a Dios a actuar, a no ser