Эбби Грин

Casada con un desconocido


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      Apollo luchó contra el impulso de creerla. De confiar en la imagen inocente que ella trataba de mostrar. Ya lo había hecho antes. Se separó del escritorio y se acercó a ella.

      Sasha lo miró y se sonrojó. Apollo sintió que perdía el control que había mantenido desde que ella despertó en el hospital y lo miró con aquellos ojos azules, provocando que su deseo se encendiera de nuevo.

      Le agarró un mechón de pelo y lo retorció entre sus dedos. Era como la seda. Y le recordó la sensación que había experimentado la noche que hicieron el amor, la suavidad de su cabello al rozar su torso desnudo.

      –Me gusta más así, suelto e indómito. Tú lo preferías liso.

      –¿Sí? –Sasha sintió una presión en el pecho. ¿Por qué no podía respirar? Había tensión en el aire.

      –La noche en que nos conocimos lo llevabas así.

      –No lo recuerdo… Bueno, me acuerdo de algunos retazos de aquella noche, pero no de los detalles…

      Apollo se colocó frente a ella y la miró.

      –¿Estás segura, Sasha? ¿De veras? ¿O es una artimaña para ganarte mi confianza? ¿Para volver a meterte en mi cama?

      Sus palabras le cayeron como un jarro de agua fría. Ella se retiró hacia atrás para que le soltara el cabello.

      –No. No haría tal cosa.

      Él se acercó de nuevo y la sujetó por la barbilla. Al instante, sintió que una ola de calor lo invadía por dentro.

      –¿No lo harías? No es nada que no hayas hecho, pero he de admitir que, si estás actuando, tienes mucho talento.

      Por primera vez desde que despertó en el hospital ella experimentó algo más aparte de desconcierto y confusión. Sasha le agarró la mano y se la retiró.

      –Quizá sea porque no estoy actuando.

      No obstante, fue incapaz de retirarle la mano a Apollo para no tener contacto con él. Durante un segundo, pensó que él iba a besarla, pero entonces, él dio un paso atrás. Sus ojos parecían de color negro con aquella luz. Sasha se sentía un poco mareada, como si se hubieran besado.

      –Debes irte a la cama, Sasha –dijo él con brusquedad–. Es tarde –se dirigió a la puerta y la sujetó abierta.

      Sasha no comprendía lo que le estaba pasando. Había deseado profundamente que él la besara, y todavía estaba temblando.

      Se apresuró a marcharse del despacho antes de ver una expresión de disgusto en su rostro, o peor aún, antes de que él viera que se sentía humillada.

      Apollo esperó a que Sasha hubiera desaparecido antes de cerrar la puerta. Regresó al escritorio y se terminó la copa de un trago, como para disipar el hecho de que había estado a punto de aceptar lo que ella le ofrecía, alzando sus labios sensuales hacia él, suplicándole con su mirada que la besara.

      Durante un instante se preguntó cómo ella había conseguido traspasar sus barreras una vez más y, segundos después, había estado a punto de abrazarla y revivir la noche que habían compartido… Algo que ella llevaba buscando desde que se casaron.

      Apretó la copa con tanta fuerza que temió romperla.

      Sentía una intensa frustración sexual. Había pasado los últimos tres meses sin sentirse atraído sexualmente por su esposa. Y de pronto, era un infierno.

      No comprendía lo que estaba sucediendo, pero sabía que por muy intenso que fuera el deseo, no mostraría debilidad. Ya había mostrado debilidad hacia ella una vez, y Sasha había cambiado su vida por completo. No volvería a suceder.

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