ensayo de 1918, visionario del auge de las formas breves pero también de la saturación informativa actual, Nervo tuvo la cortesía de advertirnos que una novela suya puede leerse en no más de media hora, con la garantía de las “sobriedades numismáticas” que aprendió de Flaubert. Con el valor de esta divisa, la prosa nerviana se revaloró en el canon de la narrativa contemporánea y en el mercado de los bienes simbólicos.
Invirtamos algo más de 30 minutos en un narrador que ha sobrepasado la prueba centenaria de su conservación. Como propone Juan Villoro en el epílogo de este volumen, apostemos sin cautela por una obra que, en muchas zonas de su extensa trayectoria, “desafía las etiquetas y el entendimiento reductor”. Con esta sugerencia, nuestra ganancia se duplicará al leer Otras vidas, pues en éstas Nervo “cautiva en forma irónica, pero su giro maestro consiste en no contar otra historia, sumergida, latente, que se insinúa con inquietud y confirma la rara materia de la que están hechos los sentimientos: en materia de amores, lo que ocurre puede ser menos interesante que lo que no llega a ocurrir”.
Publicado en Barcelona por J. Ballescá, en aquel año clave para la promoción internacional del escritor que iniciaba su carrera diplomática en Madrid, este volumen reúne tres de las cinco novelas cortas que el narrador nayarita había escrito hasta entonces: Pascual Aguilera. Costumbres regionales (1892), El bachiller (1895) y El donador de almas (1899). La primera historia se conservó inédita por más de una década, a pesar de su reescritura en noviembre de 1896. Pero ni el hecho de poner al día el estilo premodernista de Pascual Aguilera, laxo y ampuloso, según reconoce el narrador en su “Prólogo” de 1905, bastó para que el escritor se atreviera a publicarla a la par de sus siguientes y exitosas novelas breves: El bachiller y El donador de almas. La primera, incluso, se tradujo al francés en 1901 como Origène. Nouvelle mexicaine. Esta carta de presentación aspiraba a conquistar el favor de la crítica parisina y despertar el interés de otros lectores durante la primera estancia de Nervo en Europa.
No pasó nada con aquel Bachiller galo ni con las otras empresas literarias del autor para abrirse camino en un medio tan distante de su reconocida trayectoria nacional. El escritor regresó a su país a principios de 1902. Poco antes, con crudeza, le había confesado a Luis Quintanilla, su amigo y mecenas, todos los intentos por conquistar a la “querida que casi treinta años de mi miserable vida se había pasado esperando, asomándose a la ojiva para adivinar, a través del polvo de oro del camino, si vendría” (Obras, II: 1153). Pero como Rubén Darío, Manuel Machado, Horacio Quiroga —y tantos otros artistas y escritores hispanoamericanos—, Nervo llegó al París de la Exposición Universal, pasó fríos y hambres, tradujo, publicó hasta donde pudo, conoció a Cécile Louise Dailliez Largillier, su futura y mitificada Amada inmóvil, y volvió a su país, agotadas las escasas posibilidades de reconocimiento en la afamada Capital del Mundo.
En la Ciudad de México, por algún tiempo se alejó de la narrativa y de la crónica para dedicarse a labores burocráticas y docentes. Sólo cuando Nervo hizo las paces con Rafael Reyes Spíndola, quien lo había suspendido como corresponsal de El Imparcial en París, volvió a escribir relatos con trama sentimental y de ciencia ficción para El Mundo Ilustrado. La serie fue ampliamente conocida como “Otras vidas”.
A pesar de las diferencias entre los asuntos y los temas de las trece historias de las “Otras vidas” originales y las tres vidas excéntricas que se recogieron en el volumen de Ballescá, Nervo reciclaría aquel buen título en España para recoger sus novelas cortas predilectas. Poco después se iniciaría, en El Cuento Semanal de Madrid, como el primer narrador mexicano de colecciones masivas con Un sueño (Mencia). Una vez más, su acertada comprensión de los lectores detectó el interés ocultista y teosófico del público catalán y madrileño sobre la transmigración de las almas, y a pesar de que los asuntos y los temas de Otras vidas no responden del todo a la provocación del título, éste cumplió el propósito de presentar a un narrador apenas conocido en España.
En más de un sentido, esta primera edición mexicana de Otras vidas recupera el concepto de un libro que desempeñó un papel importante en las estrategias literarias y comunicativas de su autor. Para dar cuenta de aquéllas, respetamos la dedicatoria y la estructura del volumen, con todo y los tres “Juicios críticos” sobre El bachiller, seleccionados por Nervo de la segunda edición (1896), el epígrafe y el apartado final de El donador de almas: “Zoilo y él”. Estos textos satelitales fueron excluidos o esparcidos por editores precedentes: Alfonso Reyes (Obras completas, vols. VI y XIII, Madrid, Biblioteca Nueva), Francisco González Guerrero (Obras completas, vol. I, Madrid, Aguilar, 1952) y Ernesto Mejía Sánchez (Prosa y verso, México, Patria, 1984). Ninguno recuperó el título de Otras vidas, incluso Reyes desarticuló la trilogía nerviana al publicar por separado El bachiller.
Aun antes de incursionar en las colecciones peninsulares de quiosco, Nervo había escrito en México relatos para un público masivo. La recepción inicial de El donador de almas tuvo ese alcance entre los lectores de la Ciudad de México que siguieron sus entregas en 1899 en la revista Cómico. Al igual que El Mundo Ilustrado y El Imparcial, Cómico fue una publicación original y exitosa del sagaz empresario Reyes Spíndola. El 24 de octubre de 1897 apareció el primer número. El éxito del semanario se debió a que los editores de Cómico —Nervo, entre otros— compartían su afirmación de una crónica de 1896 sobre el campo cultural capitalino: “Es preciso que el público suba hasta el periódico y no que el periódico baje hasta el público; mas aquella ascensión efectuarse debe, como todos los ascensos, por una escala [...] día llegará en que los editores puedan lanzar a la publicidad todos los exquisitismos que ustedes quieran” (Nervo, Obras, I: 576).
La estructura capitular de El donador de almas en cinco entregas, los recursos de suspensión y continuidad de la trama y la interdiscursividad de asuntos científicos, ocultistas y teosóficos tematizados en el relato dejan ver la apuesta del autor y de los editores de Cómico por la apertura moderna de la novela corta en México. Sus 21 apartados y un apéndice en el que el autor implícito, con el nombre de “El”, dialoga con Zoilo, un crítico empecinado, se distribuyeron en ochenta páginas desde el 9 de abril hasta el 7 de mayo de 1899. El anexo de la novela, recuperado en Otras vidas, fija posiciones relevantes del autor frente a las expectativas del público. Con desenfado “El” responde a cada una de las preguntas de su interlocutor. El diálogo justifica el título de la novela, su apuesta genérica por la brevedad, el lugar del creador frente a su obra, la situación del escritor en la sociedad mexicana y, probablemente, algunos cuestionamientos a la verosimilitud de la trama.
El donador de almas deja atrás la narrativa realista-psicológica de Pascual Aguilera y la simbolista-decadente de El bachiller, e inaugura la mejor etapa nerviana, aquella en la que los fantasmas de sus Otras vidas conviven con los nuestros. Por algo, este volumen cobra nueva vida en el centenario luctuoso de Amado Nervo: un festejo nada apesadumbrado, luminoso también, pues la sabiduría de la rima indica que tenemos muchas lecturas por celebrar.
OTRAS VIDAS
Al doctor Leopoldo Castro,
en pago de una vieja deuda de
afecto, dedico muy cordialmente
este libro
AMADO NERVO
Prólogo
Escribí estas páginas a la edad en que, según Gautier, se estila “el juicio corto y los cabellos largos”. Una reciente y prolongada comunión con el campo y la vida rural de México puso en ellas olores fuertes, no hechos quizá para el olfato delicado de las vírgenes: la naturaleza es así, noblemente impúdica. In illo tempore amaba yo los periodos extensos, los giros pomposos, el léxico fértil, y me enamoraban las ideas revolucionarias por el simple hecho de serlo: que lo anterior sirva de norma a quien sorpresas halle al aventurarse por la selva virgen de mi libro.
Mucho