Nikki Logan

Su alma gemela - Mi novio y otros enemigos


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la radio.

      Él movió la cabeza.

      –Es lo que podrían pedirte. Pero yo tengo una idea mejor. De modo que el beneficio no sea unilateral.

      Esperó en silencio su explicación. Principalmente porque no sabía qué decir.

      –Si aceptas llevar a cabo lo estipulado para el año, EROS está dispuesta a reencauzar los fondos del compromiso, la boda y la luna de miel a un proyecto diferente, uno que a ti pueda gustarte.

      –¿Qué clase de proyecto? –Georgia frunció el ceño.

      –Nuestros oyentes han conectado contigo…

      –Quieres decir que tus oyentes se compadecen de mí –era lo único que veía allí donde miraba.

      –… y quieren ver cómo te recobras de esta decepción. Quieren seguirte en tu viaje.

      Soslayó ese terrible pensamiento y lo miró con los ojos centelleantes.

      –¿En serio? ¿Es que puedes ver en sus corazones?

      –Dedicamos cuatro millones de libras al año a realizar análisis de mercado. Sabemos cuántos terrones de azúcar toman con el café. Créeme, quieren saberlo. Eres… como ellos… para ellos.

      –¿Y cómo puede tener audiencia en la radio trabajar los fines de semana en el laboratorio? Porque es así como tenía planeado pasar el año. Perfil bajo y mucho trabajo.

      –Te pido que inviertas eso. Un perfil alto y volver a la luz del sol. Muéstrales cómo te recuperas.

      –¿Y si… no me recupero? –preguntó llevada por la sinceridad–. Entonces, ¿qué? –no supo si lo que vio en sus ojos era lástima.

      –Planeamos mantenerte tan ocupada que no tendrás tiempo para la autoconmiseración.

      «¿Autoconmiseración?». La invadió una oleada de cólera, pero no le dio salida, al menos de forma directa.

      –¿Ocupada con qué? –preguntó con los dientes apretados?

      –Un cambio de imagen. Ropa nueva. Acceso a los mejores clubes… Tú dilo, que nosotros lo arreglaremos. EROS se toma como algo personal conseguir que vuelvas a ponerte de pie. Una reinvención total. Abierta a conocer al Señor Perfecto.

      Lo miró atónita.

      –¿El Señor Perfecto?

      –Es una oportunidad para reinventarte y encontrar a un hombre nuevo al que amar.

      Siguió mirándolo. No tenía palabras.

      Solo entonces él pareció titubear.

      –Sé que parece pronto –ella parpadeó y él se puso ceñudo–. De acuerdo, puedo ver que no entiendes…

      –Lo entiendo perfectamente. Pero me niego. No tengo ningún interés en reinventarme –no era del todo cierto. A menudo había soñado con todas las cosas que habría podido hacer de haber nacido con dinero… pero, desde luego, no tenía interés alguno en la búsqueda prefabricada de un hombre.

      –¿Por qué no?

      –Para empezar, porque no hay nada malo en mí. No tengo ninguna prisa en que cataloguéis mis numerosas deficiencias y se las emitáis a todo el mundo.

      –No eres deficiente, Georgia –afirmó él mirándola fijamente–. No es el objetivo de esto.

      –¿En serio? ¿Y cuál es? Aparte de transmitirles a las mujeres que ser tú misma no es suficiente para conseguir a un buen hombre –su abuela la había educado para que nunca creyera algo así, pero empezaba a parecerle peligrosamente posible.

      –De acuerdo, mira… El objetivo de esto es la audiencia. Es lo único que le importa a la emisora. Esta promoción la ideé yo, el tiro salió por la culata y es responsabilidad mía arreglar este lío. Pensé que podríamos darle un giro para que tú pudieras sacar algo decente del asunto. Algo con algún significado. Es una oportunidad, Georgia. Pagada al cien por cien. Para que hagas lo que quieras durante un año.

      Ella suspiró ante el excelente resumen que acababa de escuchar.

      –¿Y por qué iba a importarte? Yo no significo nada para ti.

      Él apartó la vista, y cuando volvió a mirarla, lo hizo con expresión velada.

      –Siento una dosis de responsabilidad. Fue mi promoción la que puso fin a tu relación. Lo menos que puedo hacer es ayudarte a construir una nueva.

      –Yo le puse fin a mi relación –insistió ella–. Fueron mis decisiones. No busco proyectar la culpa sobre otro.

      –¿Y entonces…?

      –No busco encontrar a otro hombre que reemplace a Dan. No fue alguien que elegí por conveniencia –aunque para su propia vergüenza, comprendía que quizá lo hubiera sido. Y había estado a punto de convertirlo en su marido.

      –¿O sea que piensas esconderte aquí los próximos doce meses?

      «Sí».

      –No. Pienso tomarme un año sabático de la vida para volver a ser quien realmente soy. Para evitar por completo a los hombres y solo recordar lo que me gustaba de ser yo misma –la idea cruzó por su mente como las hojas por el sendero de gravilla que tenían delante. Pero parecía idónea–. Será el año de Georgia.

      –¿El año de Georgia? –Zander entrecerró los ojos.

      –Para complacerme solo a mí –volver a encontrarse. Y comprobar cómo se sentía consigo misma cuando estuviera a solas en una habitación sin nadie más que llenara el espacio.

      –Bien. Entonces, piensa en todo lo que podrías hacer por ti misma con el respaldo de un cheque en blanco.

      Una imagen seductora, desde luego. Todas esas cosas que siempre había querido hacer y nunca había tenido el valor o el dinero para llevar a cabo. Podría hacerlas. Al menos algunas.

      –¿Qué harías –continuó él al percibir un cambio en su suerte– si el dinero no fuera un problema?

      «Construir esa máquina del tiempo…»

      –No lo sé. ¿Mejorar, aprender un idioma, cruzar a nado el Canal de la Mancha?

      –¿El Canal de la Mancha? ¿En serio?

      –Bueno –se encogió de hombros–, primero tendría que aprender a nadar.

      De pronto, él se rio.

      –El Año de Georgia. Podríamos organizarlo. Conseguir un par de expertos que nos ayuden con algunas ideas –la miró a los ojos–. Cincuenta mil libras, Georgia. Todas para ti.

      Lo miró lo que pareció una eternidad.

      –En realidad, solo quiero que todo esto desaparezca. ¿Se puede comprar eso con cincuenta mil libras?

      Hubo un momento fugaz en que la compasión regresó a los ojos de él antes de desaparecer.

      –La gente siempre reserva un nivel extra de curiosidad para aquellos que no quieren atención. ¿No crees que si te enfrentas a ello puedas ayudar a ponerle fin?

      Tenía cierta lógica. Había una especie de fervor turbio en el interés del público inglés, incentivado por el hecho de que tanto Dan como ella se afanaban por evitarlo. Quizá se alimentara de esas partes primigenias de la humanidad que olía el rastro de sangre del animal herido.

      –Estabas dispuesta a vendernos tu matrimonio –resumió él–. ¿Por qué no vendernos tu recuperación? ¿En qué difiere?

      –Compartir el momento más feliz de mi vida con el mundo habría sido infinitamente diferente.

      –¿Era eso lo que creías? ¿Que casarte con él te haría feliz?

      –Por supuesto –repuso, pero entonces tuvo un desliz–. Más feliz. Ya sabes, aún más