Arturo Guerra Arias

Semillitas vuelasiglos


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leer una o las 40 reflexiones...

      Notas preliminares

       Este libro es una selección de reflexiones.

       Al final de cada entrada se incluye un cuadro técnico que aporta coordenadas temporales e históricas, sucesos o datos de interés que pudieran enriquecer la comprensión de la reflexión y de su origen.

       El orden es cronológico. En algunos casos los datos son exactos y, en otros, aproximativos.

Fotografía del tulipanero africano o galeana. Nombre científico: Spathodea campanulata.

      De rodillas

      En la noche que todas las estrellas prestan su luz al astro de Oriente, en las catedrales y en las chozas convertidas en capillas, en las basílicas y en los templos destechados, en las iglesias recién estrenadas y en los santuarios cuyos muros aún muestran las heridas frescas o las cicatrices empolvadas de una guerra; en plena luz de luna o a escondidas (porque hasta a algún Estado se le ha ocurrido, en un arrebato de imaginación recaudativa, cobrar una multa de $10.00 dólares al ciudadano que cometa la criminal barbaridad de celebrar la Navidad), numerosos cristianos de los cinco continentes se arrodillarán durante la misa de Nochebuena en el momento de la recitación del Credo, al alcanzar las palabras: “...y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen, y se hizo hombre...”.

      Será una ola ininterrumpida de 24 horas, orquestada por la batuta infalible y precisa de los husos horarios del planeta. Primero los cristianos de Wellington, en Nueva Zelanda, después Numea, y sucesivamente: Sidney, Seúl, Hong Kong, Bangkok, Dacca, Islamabad, Dubai, Moscú, Atenas, Madrid, Dublín, Azores, Recife, Montevideo, Caracas, Nueva York, Ciudad de México, Phoenix, San Francisco, Anchorage, Hawaii, para terminar en las islas de Samoa.

      Un globo que se cimbrará a causa de tantas rodillas que se hincarán en el suelo, o en la piedra fría, o en la arena, o en el mármol, o en el cojín, o en la hojarasca...

      Hincar significa “introducir o clavar una cosa en otra, apoyar una cosa en otra como para clavarla”. El Poema de Mio Cid, al aludir a uno de los momentos más dramáticos del protagonista, cuando es desterrado injustamente por su rey, apostilla: “...e hincándose de hinojos, de corazón rezaba”. En algunas naciones donde se habla el español se utiliza más el verbo “hincarse” que “arrodillarse”.

      Hincarse es también rendirse ante el misterio. Es sentirse anonadado, inclinarse hoy ante un niño que ríe, que llora, que saluda, que busca los brazos de una madre, que juega, que se asusta, que no sabe hablar, y que es Dios.

      Hincarse será también clavarse en el mundo, siguiendo el ejemplo de Aquél que, sin ser de este mundo, quiso clavarse en éste. ¿Qué es encarnarse sino hincar rodilla en tierra para probar el polvo de los hombres?

      Pero hoy las rodillas de ese niño serán aún muy frágiles. Necesitará los cuidados de una madre que con el tiempo le enseñe a arrodillarse, a hincarse. Necesitará fuerzas en esas rodillas que, pese a todo, de camino al Calvario, tropezarán, sangrantes, tres veces.

      En esta Navidad, cristianos de todos los países, arrodillémonos.

      El gesto de ponerse de rodillas durante una partecita del Credo en la misa de Nochebuena me había llamado mucho la atención desde mi primera Navidad en el noviciado (1988). Así que dicho gesto, reflexionado por años, fue el detonador de este escrito.

      La fe de “Azorín”

      José Martínez Ruiz (“Azorín”) fue un gran escritor y periodista español de la Generación del 98, fallecido en 1967.

      Nada que ver con el determinismo. La fe auténtica es libre acogida del misterio que roza la existencia humana. La huella de la fe se detecta y ama o se intenta destruir. Es sólo un intento, porque la fe sembrada en un corazón por el bautismo es indestructible…

      Azorín, el campeón de los epítetos. ¡Con qué maestría epitetal pudo describir también su propia educación religiosa!: clara, sana, profunda e imborrable… En esos cuatro epítetos vemos escondidos la gradualidad, el aspecto poliédrico y el influjo de la fe en tantas esferas de la vida.

      ¡Oh, Señor, da a nuestros niños y jóvenes una educación religiosa clara, sana, profunda e imborrable!

      Mi contacto con las obras de Azorín sucedió cuando estudié humanidades en Salamanca, en el curso escolar 1990-1991. Esa cita me llamó la atención y la guardé por años.

      1 P. Roig, citado por Alejandro Fernández Pombo en: Maestro Azorín, p. 126, Doncel, Madrid, 1973.

      Asterisco asterisco

      Un amigo mío, alérgico a los contestadores automáticos, cuando al llamar por teléfono saltaba una de estas sofisticadas máquinas convertidas en recepcionistas improvisadas, exclamaba (después de la señal, ¡claro!) con impotente desesperación:

      –¡¿No habrá por ahí algún ser humano?!

      Y su grito caía en el vacío virtual inexorable.

      Hay algunas máquinas un poco más comprensibles que te ofrecen varias opciones: “Si quieres decir buenos días, pulsa la tecla 1. Si quieres más información de nuestros productos, pulsa la tecla 2. Si estás enfadado con nosotros, pulsa la tecla 3 seguida de asterisco, asterisco y de todos los símbolos raros que encuentres en el teclado. Y si quieres demandarnos, mejor llama al número de la policía...”.

Fotografía del tulipanero africano o galeana. Nombre científico: Spathodea campanulata.

      Y metidos ya en el siglo XXI, los contestadores van dando pasos tecnológicos asombrosamente agigantados. ¡Ay, la tecnología, no hay quién la detenga! Ahora, algunas máquinas te piden que hables. Sí, te dicen, por ejemplo: “Si usted desea ser atendido en chino, diga con voz clara y pausada la palabra ‘chino’”. Y, ¡anda!, que pasados unos segundos, la políglota máquina te comienza a hablar en chino.

      Si bien, a veces, no te entiende a la primera, te pide que le repitas la palabra, y suele ser un poco lenta al reaccionar. Me imagino que como todavía no tienen mucha práctica estas máquinas, hay que hablarles con mucha paciencia. Tienes que vocalizar mucho y emplear la sintaxis más simple. Como se te ocurra decirle: “Oiga, señorita máquina, la verdad me da igual en qué idioma me va a atender”, sencillamente se bloquea. Es demasiado para ella. Tampoco puedes saber si la buena máquina está de malas o contenta, o si está haciendo horas extras que nadie le paga, o si está ajetreada haciendo mil cosas. Te habla en plan telegráfico. Tienes que ir al grano. Como se te ocurra hacerle alguna broma, no sólo no se ríe, sino que te ignora totalmente, la muy insensible.

      Pero