El libro expandido
Variaciones, materialidad y experimentos
Comunicación & Lenguajes
Colección dirigida por Silvia Ramírez Gelbes
Amaranth Borsuk
El libro expandido
Variaciones, materialidad y experimentos
Índice de contenido
2. El libro como contenido
3. El libro como idea
4. El libro como interfaz
Cronología
Glosario
Otras lecturas y recursos
Borsuk, AmaranthEl libro expandido. Variaciones, materialidad y experimentos / Amaranth Borsuk - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ampersand, 2020.Libro digital, EPUBArchivo Digital: descargaTraducción de Lucila CordoneISBN 978-987-4161-47-51. Historia del Libro. 2. Cultura Digital. I. Cordone, Lucila, trad. II. Título.CDD 002.09 |
Ediciones Ampersand
Cavia 2985 (C1425CFF)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
www.edicionesampersand.com
Colección Comunicación
Título original en inglés, The Book, MIT Press, 2018.
Primera edición, Ampersand, 2020.
Derechos exclusivos de la edición en español reservados para todo el mundo.
© 2018 Amaranth Borsuk
© 2020 de la presente edición en español, Esperluette SRL, para su sello editorial Ampersand
Edición al cuidado de Diego Erlan
Corrección: Belén Petrecolla y Luisa Arditi.
Traducción: Lucila Cordone
Diseño de colección: Colombo+Heinberg
Maquetación: Silvana Ferraro
Imagen de tapa: Imprenta offset, Boonchai Wedmakawand (Getty Images/iStockphoto)
Primera edición en formato digital: julio de 2020
Digitalización: Proyecto451
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante el alquiler o el préstamo públicos.
Inscripción ley 11.723 en trámite
ISBN edición digital (ePub): 978-987-4161-47-5
PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS
El libro pareciera ser, a simple vista, un objeto sobre el cual todos sabemos algo. Para muchos niños es una de las primeras cosas que encuentran para jugar, ya sea un libro de tela de colores fuertes y dibujos remarcados que le dejan en la cuna para estimular el desarrollo de la vista o algún libro chiquito de cartoné con diversas texturas para activar el tacto y palabras simples para ayudarnos a imaginar un mundo prolijamente organizado a partir de narrativas. El libro pareciera ser un objeto sólido pero, sin embargo, hoy pareciera estar listo para disolverse en el aire o, al menos, tenemos que admitir que ha estado amenazando con hacerlo en el imaginario popular desde hace al menos una década con la aparición del lector Sony Reader, en 2006, y, en 2007, con el Kindle de Amazon, dispositivos de lectura que muchos creen que llevarán a la obsolescencia del libro. Podemos rastrear el temor a la decadencia del libro incluso antes, en la primera mitad del siglo veinte, un período de rápidos cambios tecnológicos en el cual el fonógrafo, el cine y la televisión reinventaron el arte de contar historias a gran escala. Leah Price, académica especialista en la historia del libro y estudios victorianos, describe en un artículo que publicó el New York Times en 2012 que aquella preocupación se remonta al Romanticismo, cuando Théophile Gautier profesó que los periódicos burgueses matarían al libro. (1) Ese tipo de declaraciones sobre la muerte del libro abundan y quizás estén sobredimensionadas.
Los dispositivos de lectura digitales existían antes de los lectores electrónicos, pero ninguno había desafiado nuestra definición de libro o despertado una nostalgia por lo impreso de la misma manera, por un lado, o una retórica digital futurista, por el otro. Estos dispositivos (pantallas chatas y livianas con la capacidad de contener una biblioteca entera) se ven muy diferentes a lo que la mayoría de nosotros imaginamos cuando oímos la palabra libro: una pila de papeles impresos de ambas caras, encuadernados por un extremo y encerrados entre dos tapas. Nos resulta cómodo pensar que el término se refiere a un único objeto: el códice, cuyo nombre proviene del latín y significa “tronco de árbol” (2) y cuya imagen, de igual manera, se encuentra enraizada en el imaginario occidental.
Esta forma, que surgió alrededor del año 150 a. e. c., ha gozado de una larga historia. No obstante sus antecesores, la tablilla de arcilla y el rollo de papiro, habían aparecido dos mil años antes. Parece adecuado, entonces, que el lector electrónico haya obtenido cierta preponderancia en el siglo XXI, ubicando al códice como una especie de bisagra en el medio de un período de cuatro mil años en la proliferación del texto. Las formas semejantes al códice, de hecho, preceden al libro de hojas encuadernadas: los rollos plegados a modo de acordeón y los polípticos de tablillas de cera facilitaban la combinación de lectura secuencial y el acceso aleatorio que nos permite el formato del códice. Y si bien nos permiten desplazarnos [scroll] por el texto de manera infinita, los entornos digitales mantienen algunas características del códice, desde poner señaladores o pasar la página hasta estuches de iPad que imitan un libro de tapa dura. Entonces, ¿cómo definimos un libro cuando la tablilla y el rollo nos vuelven a invadir con todas sus fuerzas? ¿Y por qué la proliferación de nuevos dispositivos de lectura ha provocado tanta especulación acerca de la muerte del libro en medios populares?
El códice ha durado más de dos mil años gracias a su utilidad como dispositivo para la diseminación de ideas. No es de sorprender que muchos lectores, incluso quienes han adoptado el lector electrónico, tengan una debilidad particular por su predecesor y reconozcan que leen ambos tipos de libros (digitales e impresos) según el contexto: lector electrónico en el tren o en el autobús, libro de tapa blanda en la playa; lector electrónico en viajes, tapa dura en casa; o lector electrónico para libros de texto y libro impreso para novelas gráficas, para mencionar solo algunas de las variantes. Si alguien no usa alguno de esos dispositivos, es probable que haya leído libros (o partes de ellos) en una computadora o en un teléfono, o en alguno de los tantos precursores al dispositivo digital. El hecho de que el lector electrónico no esté vinculado a un texto en particular nos recuerda que el término libro se refiere tanto al medio como al contenido, más allá de nuestra costumbre de pensar en el códice.
En un tiempo en que tanto la muerte como el futuro del libro (dos caras de la misma moneda) acaparan el interés popular, una época en que se publican himnos de alabanza al placer sensorial que provoca el libro junto a encomios a la capacidad narrativa de la realidad virtual, muchos de nosotros queremos tener una idea más clara sobre lo que el libro es, ha