Скачать книгу

el tiempo, habían ido perdiendo la estrecha relación que habían tenido de niños y en esos momentos Rafe no sabía cómo salvar aquella distancia sin perderse en el proceso. No obstante, sabía que debía estarle agradecido a Jag, aunque su hermano no pensase lo mismo.

      Decidió dejar de pensar en aquello y se dijo que aquel era el motivo por el que no le gustaba volver a casa. Los recuerdos, la sensación de opresión y pesadez, no formaban parte de su vida en esos momentos. Una vida basada en el placer, la belleza y la libertad. Una vida que transcurría sobre todo en Inglaterra, donde había compaginado sus estudios en Cambridge con su primera inversión en tecnología para después comprar su primer bar y club nocturno. Había quien decía que tenía buena mano, una capacidad innata para hacer lo que su clientela quería y transformar cualquier local en el lugar de moda de la ciudad.

      Lo que, con frecuencia, también lo convertía a él en el hombre de moda de la ciudad y hacía que muchas mujeres intentasen hacer que cambiase su estado de soltería, cosa que no tenía intención de hacer. Jamás. Su experiencia le decía que el factor novedad pasaba y, además, tenía el ejemplo del tumultuoso matrimonio de sus padres para pensar que esta no era una institución en la que quisiese participar.

      Era mucho mejor divertirse mientras durase y después pasar página sin hacer daño a nadie. Y si la prensa rosa quería ponerlo de príncipe mujeriego, le daba igual.

      Jag no lo entendía.

      Y seguía enfadado con lo ocurrido el año anterior con la heredera francesa. Rafe no había tardado en aburrirse de aquella fiesta y se la había llevado a su jacuzzi, del que ella había puesto fotografías en las redes sociales, con él. Si Rafe hubiese sabido que su hermano estaba en importantes negociaciones con el padre de la chica, le habría pedido que dejase su teléfono fuera de la habitación.

      Por ese motivo, le había prometido a Jag que esa noche se portaría bien. Algo injusto, teniendo en cuenta que últimamente siempre se portaba bien.

      Vio a su hermana avanzando hacia él entre los grupos de invitados perfectamente ataviados para la ocasión.

      –¿Has desplumado a un avestruz? –bromeó Rafe mirando las coloridas plumas de su falda.

      –Muy gracioso –le respondió Milena–, pero a mí me encanta el vestido y todas las plumas son de las que se les han caído a los animales. ¿Por eso sonreías así hace un momento, como si no estuvieses tramando nada bueno?

      –Me estaba acordando de una heredera francesa a la que conocí en este mismo lugar el año pasado.

      –Por favor –comentó Milena, poniendo los ojos en blanco–, que no te oiga Jag mencionar el tema.

      –Tiene que relajarse. Al final consiguió cerrar el trato con su padre, así que todos salimos ganando.

      –Pero no fue gracias a ti –replicó ella–. ¿Cuándo vas a empezar a salir con mujeres a las que respetes y vas a…?

      –No lo digas –se estremeció Rafe–. En cualquier caso, le he prometido a nuestro hermano que esta noche me portaría bien, así que no te preocupes.

      Sonrió de oreja a oreja a su hermana a pesar de que eso no la tranquilizaría. Tenía seis años menos que él, solo veinticuatro, pero lo conocía muy bien.

      –Eso me preocupa todavía más –admitió Milena–. Y, hablando de Jag, tendrías que echarle una mano. Tiene demasiadas responsabilidades él solo.

      –¿Como por ejemplo?

      –El tema de Berenia.

      –¿Todavía? –preguntó Rafe, arqueando una ceja.

      –Oh, ahí está Jag, buscándonos. De hecho, yo había venido a buscarte a ti para hacernos las fotos oficiales.

      –Vamos –dijo Rafe en tono divertido.

      Sonreiría y asentiría a su hermano para que este no tuviese de qué quejarse al final de la noche. Y, al día siguiente, volvería a su vida normal.

      –Rafa –lo saludó Jag en tono tenso–. No sabía si podrías venir este año.

      –Nunca me lo pierdo, sobre todo, si también asiste alguna heredera francesa.

      –¡Rafa! –lo reprendió Milena–. Lo has prometido.

      Él se echó a reír.

      –No te preocupes, Jag sabe que es solo una broma.

      –Jag tiene la esperanza de que sea una broma –murmuró su hermano–. Que te dedicases a fastidiar a nuestro padre en el pasado no significa que tengas que seguir haciéndolo conmigo.

      –No tengo esa intención –le respondió Rafe sonriendo–. He oído que tienes problemas con Berenia.

      –Ni me hables del tema. No hay personas más testarudas en el mundo.

      Un fotógrafo se detuvo delante de ellos.

      –Es probable que la iluminación sea mejor en la última columna, Majestad. ¿Le importa que nos movamos en esa dirección?

      –En absoluto –le contestó Jag.

      Miró a su alrededor entre la multitud, sonrió e hizo un gesto con el dedo índice para llamar a alguien. Rafe siguió su mirada y vio a la esposa de Jag, que estaba embarazada y muy guapa.

      Cuando esta llegó junto a Jag, Rafe tuvo la sensación de que la pareja pensaba que estaba sola en la habitación. Se preguntó cómo sería querer tanto a alguien, pero decidió que no quería saberlo.

      –Buenas noches, Majestad –le dijo Rafe a su nueva reina–. Estás tan bella como siempre.

      Tomó su mano y se la llevó a los labios.

      –Si te cansas del estirado de mi hermano…

      –Rafa… –le advirtió Jag.

      La reina Regan se echó a reír y agarró a su hermano del brazo.

      –Eres un demonio, Rafaele –comentó sonriendo–. No pienses que es fácil conseguir que una mujer embarazada se ruborice. ¿Dónde está tu acompañante? Tengo entendido que estás saliendo con una modelo española. ¿Cómo se llama?

      –Estela, pero, por desgracia, teníamos distintas prioridades y hemos roto.

      –Te veo muy abatido –dijo Regan, arqueando una ceja–. ¿Puedo saber cuáles son esas prioridades?

      –Si habéis terminado ya de coquetear –los interrumpió Jag–, el fotógrafo nos está esperando.

      –Lo siento –se disculpó Regan–, pero soy una mujer casada y me gusta que Rafaele me cuente sus interesantes aventuras.

      –Luego te contaré yo una historia interesante –le prometió Jag–. Por el momento, sonríe e imagínatela.

      –No sé qué tienen estos dos, pero yo no lo quiero –murmuró Rafe mientras se colocaba al lado de su hermana.

      –Se llama amor –le contestó esta–. Y yo estoy desando vivirlo.

      –No te enamores de nadie sin que yo le dé el visto bueno antes –le advirtió Rafe.

      –Seguro. Eres igual que Jag. No sabéis cuánto os parecéis.

      Rafe pensó que estaba equivocada, pero no protestó. En su lugar, sonrió y pellizcó a su hermana en el costado justo en el momento en el que el fotógrafo hacía la instantánea. Milena le respondió con una patada y ambos compitieron por ver quién hacía reaccionar antes al otro.

      Dos horas después, aburrido, Rafe ya estaba pensando en subirse al jacuzzi solo cuando la vio. Era impresionante, con el pelo moreno, la piel suave color caramelo y un perfil elegante. Sus delicadas facciones se veían complementadas por un cuerpo esbelto y unas piernas muy largas.

      Supo, sin haber hablado con ella, que sus cuerpos encajarían bien. Y se sintió intrigado por el color de sus ojos y el sabor de sus labios. Quiso