no sepa su nombre.
Devolvió la tarjeta a Taylor y sonrió, de manera algo forzada para el gusto de Jayson.
–¿Ah, sí? Ya hablaremos más tarde. ¿Y tú qué me dices, Coop?
–Qué casualidad, mi caso es el mismo –contestó, marcando la casilla del sí.
Gia arrugó la nariz y Jayson evitó mirarla.
–Ya está, tampoco era tan difícil –dijo Taylor con su sonrisa almibarada.
Se dio media vuelta y salió del despacho.
–Uf, es mi mejor amiga y la quiero, pero ¡cielos! –exclamó Gia una vez se hubo ido–. No sabía que estuvieras saliendo con alguien –añadió volviéndose hacia él.
–Yo tampoco sabía que tú también.
Jayson trató de mostrarse indiferente y metió las manos en los bolsillos. Un silencio incómodo se hizo entre ellos.
–Bueno, no quería ir a la boda de mi otro hermano y que pasara lo mismo que en la de Bran –dijo Taylor jugueteando con el bolígrafo–. Aquello fue un error.
Haberlo arrastrado hasta un dormitorio de la mansión de sus padres y haberlo besado apasionadamente había sido un gran error, y no era la única que pensaba así. Desde entonces, a Jayson le había sido difícil concentrarse en el trabajo y evitar adentrarse en terreno sexual en sus conversaciones con ella. No paraba de recordar el delicioso sabor de Gia de aquella noche. Si había un olor ante el que se sentía impotente era la esencia embriagadora de su exesposa.
Después de la boda de Bran y Taylor se habían besado ardientemente, escondidos en el cuarto de invitados, Gia con el vestido subido hasta la cintura mientras lo acariciaba por debajo de los pantalones. El recuerdo de aquellos momentos de fogosidad seguía muy vivo en él.
Entrelazó las manos a la altura de la entrepierna para ocultar su reacción y desvió sus pensamientos hacia lo que los había interrumpido aquella noche: el alboroto que se había formado cuando Taylor se había puesto de parto.
Aquello lo ayudaba a contener el deseo.
–No sabía que tuvieras pareja –dijo Gia en un intento por saber más.
Jayson no estaba saliendo con nadie. El trabajo le había mantenido ocupado y tampoco tenía ningún interés en mantener una relación en aquel momento. Tendría que buscar a alguien, preferiblemente a alguna celebridad, tal y como le había dicho a Gia. No estaba dispuesto a admitir que había mentido solo por salvar las apariencias.
–Llevamos poco tiempo –replicó él–. Yo tampoco sabía que estuvieras con alguien.
En otoño había asistido solo a la boda de Bran. Jayson seguía siendo considerado uno más de la familia. Bran y Royce eran como hermanos. A pesar de eso, aunque fuera cierto que tuviera pareja, ir acompañado a una reunión de los Knox sería incómodo para él y para su acompañante.
No se le había pasado por la cabeza que Gia fuera a ir con alguien a aquella boda. Había asumido que ella también seguía aquella regla no escrita de nada de citas cerca de su ex.
–La actualización de la tableta está a punto de salir –dijo él, derivando la conversación al terreno seguro y neutral de ThomKnox.
Los temas de trabajo eran los límites de aquel terreno neutral. En asuntos laborales compartían objetivos. ThomKnox era una prioridad en la vida de ambos. Siempre harían lo mejor por la compañía.
Tomó asiento y se dispuso a explicarle en detalle la actualización del software. En su situación, lo mejor para la compañía era que se llevaran bien, estuvieran juntos o no.
Capítulo Dos
Seis meses antes, en la boda de Bran
«Esto es una locura. Estás loca, los dos estamos locos».
¡Pero qué bien sabía Jay! Después de tanto tiempo sin sexo, Gia había empezado a preocuparse de los efectos nocivos. Había tenido varias citas en verano. De no haberlo hecho habría sido como admitir que no había olvidado a su ex. Pero cada una de aquellas citas había acabado con un beso de buenas noches que le había recordado a Jayson Cooper. Así que mientras que él había pasado página, ella seguía sin olvidarlo.
Un buen ejemplo era su lengua. Era imposible negar que era muy bueno con ella, la forma en que la entrelazaba con la suya y luego la deslizaba por su cuello… Se entretuvo lamiéndola allí donde más se sentía su pulso a la vez que le subía el vestido y hacía lo que mejor se le daba: proporcionarle placer.
Con la mano bajo sus bragas, le acarició sus pliegues más íntimos. Gia sintió que perdía el sentido y gimió junto a sus labios. Entonces, la besó con fuerza en un intento de acallarla. Lo más increíble de todo, aparte de estar con él, era que aquel encuentro estuviera teniendo lugar en la mansión de sus padres en los viñedos, después de la boda de su hermano. Cuando los invitados empezaron a congregarse alrededor de la chimenea exterior, lo arrastró hasta el dormitorio más cercano.
Nadie los echó en falta ni lo harían si conseguía contener los gemidos, todo un desafío teniendo en cuenta que sus caricias la estaban llevando al borde del orgasmo.
No tardó mucho.
Se aferró a sus hombros, mordió sus labios y se corrió. Apenas se detuvo unos segundos para recuperar el aliento antes de deslizar la mano bajo sus pantalones. Le desabrochó el pantalón, le bajó la cremallera y estaba acariciando su potente erección cuando algo ocurrió.
Se oyó un grito de dolor proveniente del patio de atrás y adivinó que sería de Taylor, que estaba embarazada.
Jayson separó su boca de la de Gia y parpadeó como si estuviera tratando de recuperar el sentido. Ella contuvo la respiración y se quedó escuchando. Taylor volvió a gritar; se había puesto de parto.
–Maldita sea –dijo él.
Gia habría dicho lo mismo si hubiera podido articular palabra después de aquel potente orgasmo. Desde su divorcio, había sido ella misma la que se había dado placer, y ahora se daba cuenta de lo que se había estado perdiendo.
–Vístete, Gia –le dijo Jayson con voz ronca.
Luego le apartó la mano de los pantalones, esbozó una sonrisa que la derritió y la besó en la mano.
–¿Qué hemos hecho? –murmuró ella.
Aunque era consciente de que no debían acostarse, habían estado a punto de hacerlo.
¿En qué estaba pensando?
Gia, con la mirada perdida a lo lejos, parpadeó repetidamente para volver a la realidad.
Había llegado al bar antes de la hora y ya se había tomado medio martini. No quería pensar en su exmarido ni recordar que hacía más de seis meses que no tenía un orgasmo de ese calibre. Había llegado pronto y se había bebido medio martini por la única razón de que necesitaba recuperar la seguridad en sí misma antes de verse con su acompañante famoso.
Miró a su alrededor y respiró hondo. A la luz de las velas, otras parejas disfrutaban de sus bebidas en las mesas. ¿Por qué había elegido un sitio tan romántico? Deberían haber quedado en una cafetería.
Denver «Pip» Pippen, la estrella del monopatín, estaba a punto de ser entrevistado para el papel de su vida, ser su acompañante a la boda de Royce y Taylor. Pero eso él todavía no lo sabía.
No era verdad que tuviera una cita cuando había marcado aquella casilla en la tarjeta. Pero, con Jayson más guapo y atractivo que nunca, se había dado cuenta de que si iba a la boda sola acabaría de nuevo con él en el cuarto de invitados, y no quería que eso ocurriera.
Había dado con el perfil de Pip en una aplicación de citas para la élite rica y poderosa. Una amiga se la había recomendado hacía más de un año con toda su