Abraham Booth

El reino de la Gracia


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      El Reino de la Gracia

      Abraham Booth

       Publicaciones Faro de Gracia P.O. Box 1043Graham, NC 27253

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      Publicaciones Faro de Gracia P.O. Box 1043 Graham, NC 27253

      ISBN: 978-1-629462-12-7

      Este libro fue traducido de una versión abreviada en inglés titulada: “By God´s Grace Alone” preparado por H.J. Appleby y publicada por Grace Publications Trust. La versión original en inglés fue publicado por James Clark & Co., Ltd. y fue titulado: “The Reign of Grace” por el puritano, Abraham Booth.

      Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por Grace Baptist Mission (139 Grosvenor Avenue; London N52NH England) y The Banner of Truth Trust (3 Murrayfield Road; Edinburgh, EH12 6EL Scotland) para traducir e imprimir este libro al español.

      Traducción realizada por Stan Line.

      © Copyright, 2016. Derechos Reservados para la traducción al español.

      Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio – electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro – excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.

      © Salvo que se indique lo contrario, las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

      El Reino de la Gracia

      Abraham Booth

      Contenido

       Prefacio

       INTRODUCCIÓN

       CAPITULO UNO ¿QUÉ SIGNIFICA LA GRACIA?

       CAPITULO DOS LA SALVACIÓN: ¡TODO POR GRACIA!

       Capítulo TRES LA ELECCIÓN POR GRACIA

       CAPÍTULO CUATRO La Gracia y Nuestro Llamamiento

       CAPITULO CINCO El Perdón de Dios Proviene de Su Gracia

       CAPÍTULO SEIS Nuestra Justificación Proviene de la Gracia

       CAPITULO SIETE NUESTRA ADOPCIÓN NOS LLEGA POR GRACIA

       CAPITULO OCHO NUESTRA SANTIFICACIÓN LLEGA POR GRACIA

       CAPITULO NUEVE LA IMPORTANCIA DE LA SANTIDAD Y LAS BUENAS OBRAS

       CAPITULO DIEZ LA GRACIA GUARDA SEGUROS A LOS CREYENTES HASTA QUE ALCANCEN EL CIELO

       CAPITULO ONCE LA GRACIA ES TRIUNFANTE POR CAUSA DE CRISTO

       CAPÍTULO DOCE LA GRACIA TRIUNFA POR CAUSA DE LO QUE CRISTO HA HECHO

       CAPÍTULO TRECE EL PROPÓSITO FINAL DE LA GRACIA DE DIOS

       Otros Títulos en esta Serie Las Obras Clásicas de los Puritanos

      No necesito defenderme por haber escrito este libro. Si sus doctrinas son bíblicas, el rechazo del público no me preocupará. Sin embargo, si no son bíblicas, pues ¡ninguna defensa jamás podría justificarlas!

      He querido declarar las enseñanzas del evangelio no solamente en forma teorética, sino en forma práctica para demostrar su valor para la experiencia cristiana.

      Cuando era joven, me oponía fuertemente contra la verdad de la elección. Ahora me doy cuenta que fue un ataque en la soberanía de Dios. Por ende en esta edición lo considero un deber la explicación sobre la manera en que la elección completa la armonía de todas las otras verdades sobre el evangelio. (Ver capitulo tres.)

      Soy completamente persuadido de que las verdades de la gracia soberana, muy lejos de hacerles negligentes los creyentes, son para el confort y la santidad de los hombres pecadores pero perdonados. Si no era así persuadido yo, nunca volvería a hablar o escribir sobre estas verdades.

      Que el Señor les bendiga mientras lean ustedes estos capítulos. Así la obra tendrá algún uso para la gloria de nuestro Dios.

      Abraham Booth en la última edición de 1794

      Los judíos religiosos en los días de Pablo lo atacaron a el y a los cristianos de entonces por causa de su fe. ¿Era porque aquellos cristianos llevaban una vida inmoral? ¡No!, de ninguna manera. ¿Era porque aquellos cristianos no hacían buenas obras? ¡Tampoco! ¿Por que pues, los perseguían? Era porque la verdad que predicaban hería el orgullo humano.

      Los cristianos predicaban que la salvación era posible solamente por causa de la gracia de Dios mostrada en la muerte de Cristo en la cruz. Pues, decían que así era, aún para la mejor persona sobre la faz de la tierra. No sabían nada de la aceptación por Dios basada en el libre albedrío del hombre, como muchos de hoy en día exigen. Los cristianos del tiempo de Pablo, conocían un solo camino de salvación, el de la gracia de Dios. Pues, esta enseñanza de la gracia no era un asunto que tocaban solamente de vez en cuando. Esta enseñanza brillaba, reinaba, triunfaba; era la única cosa que predicaban. Para ellos toda idea de una salvación merecida o un derecho a ella de parte de los pecadores fue completamente equivocada. Nuestras obras más resplandecientes y nuestras cualidades más valiosas, si bien muy útiles y necesarias en los círculos humanos, no tenían ningún valor para la obra de la salvación.

      La predicación apostólica se dirigía al hombre como desdichado, culpable, condenado y muerto ante los ojos de Dios. Para los tales, la única esperanza de salvación era si Dios les mostraba Su gracia. Dicha enseñanza ofende a muchas personas. La gente decente y moral siente la necesidad de defender lo que llama la aparente “vida recta” (aunque la mayoría de las veces habla de ella sin cumplirla). Se oponen a la enseñanza de la gracia porque dicen que tiene la tendencia de llevarnos a toda clase de inmoralidad.

      Ciertamente esta predicación de la gracia ofende el orgullo humano porque niega que la dignidad humana tenga que ver con la salvación. Pero aún más, hiere porque insiste en que el único camino de salvación es por la gracia de Dios. Dice esta predicación que todos los que la rechazan están bajo una maldición eterna. La gente ofendida responde que este modo de hablar es de personas muy intolerantes. Dicen que es más caritativo dejar a aquellos que son de otra opinión sentirse seguros en sus propias creencias. Sin embargo, Pablo, hablando del evangelio de la gracia, dijo enfáticamente: “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas 1:8).

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