cierto era que cuando se casó con Mark creía que la amaba y que nunca le haría daño… sin embargo, todo había acabado desastrosamente.
Dejó escapar un prolongado suspiro.
–Pensaré en tu proposición, Fabian. Pero quiero que sepas que, a pesar de que mi primer matrimonio fracasara, aún sigo pensando que el matrimonio debería implicar algo más que la mera lógica. Puede que sea una de esas tontas soñadoras que tanto desdeñas. Y ahora, discúlpame. Debería volver al trabajo. La compañía de ópera viene esta tarde y…
–Me alegra saber que estás dispuesta a pensarte mi oferta. Creo que cuando lo pienses bien verás las ventajas que implica. Y, si aceptas, te aportará más beneficios de los que imaginas.
De pronto, Fabian estaba ante ella. Su ligero aroma a colonia, sus intensos ojos azules y el calor que emanaba de su cuerpo invadieron los sentidos de Laura y prácticamente desmoronaron las escasas defensas que tenía contra él. Se aferró a la carpeta que sostenía como si fuera un salvavidas. Fabian alzó las manos y la tomó por los brazos. Laura trató de no sentirse afectada por su tacto, pero sabía que su intento estaba destinado al fracaso.
–Suéltame… por favor –dijo con voz temblorosa–. No puedo permitirme perder más tiempo esta tarde.
Cuando pensó que Fabian iba a soltarla se llevó una sorpresa. En lugar de apartarse de ella, la atrajo hacia sí y la besó. Un calor abrasador se extendió por la sensible piel de sus labios y la consumió en un estallido de sensualidad. Si hubiera sido un bosque, se habría convertido en cenizas. Dejó escapar un ronco gemido, permitió que Fabian la invadiera con su lengua y se sumergió en un mar de ardiente exigencia masculina que le hizo dejar a un lado todas sus dudas y cautela.
Los segundos pasaron a cámara lenta y Laura entró en un mundo de sensaciones que hasta entonces sólo había supuesto que existían.. Fabian le sujetó la cabeza con erótica destreza y su interesado beso, pues Laura no tenía ninguna duda de que eso era, se volvió más profundo y exigente.
La carpeta que sostenía contra el pecho se deslizó al suelo y, temiendo perder el equilibrio, se aferró a los hombros de Fabian.
–¿Lo ves? –murmuró él mientras apartaba unos milímetros sus labios de los de ella y la miraba con una expresión ligeramente divertida–. No hay nada que temer en lo referente a nuestra intimidad. Como ya había supuesto, en ese terreno todo irá bien. Y ahora, por agradable que sea lo que estamos haciendo, necesitamos volver al trabajo. Creo que será mejor que hablemos de este asunto después del concierto, ¿te parece?
Entre las risas y el sentimiento de realzada anticipación que reinaba la víspera del concierto aniversario en el lujoso salón de Villa Rosa, donde los elegantes invitados de Fabian disfrutaban del mejor champán y de los exquisitos aperitivos preparados por María y su equipo, éste se encontró pensando más a menudo de lo debido en el impacto sexual del beso que había compartido con Laura. Su piel se acaloraba en cada ocasión.
Al parecer, el matrimonio de conveniencia que le había propuesto tendría sus compensaciones. No les haría precisamente daño sentirse mutuamente atraídos. Pero Laura había permanecido muy silenciosa el resto de la tarde. Ocupada con las exigencias de la organización del concierto, tan sólo había hablado con él cuando no le había quedado más remedio que consultarle algo. En realidad, el sentimiento de anticipación que él estaba experimentando no tenía nada que ver con el concierto que iba a tener lugar al día siguiente, sino con la respuesta que Laura había prometido darle en lo referente a su proposición de matrimonio.
Un famoso tenor estaba estrechándole la mano y hablando de la última vez que habían quedado a comer en Roma, diciendo que debían volver a repetir el encuentro. Pero Fabian estaba tan distraído con sus propios pensamientos que apenas lo escuchó. ¿Dónde estaba Laura? Miró por encima del hombro del cantante y vio que en aquel momento entraba en el salón con su discreción habitual y se reunía con los invitados. Llevaba un recatado vestido color crema de manga larga con unos pantalones blancos y su expresión parecía aún más cautelosa de lo habitual. No parecía tan relajada como habría convenido. Hacía una tarde muy calurosa y la mayoría de las mujeres que había en el salón llevaban vestidos mucho más reveladores que el de Laura.
Fabian ya había notado su empeño en cubrirse lo más posible. ¿Sería tan dolorosamente consciente de su delgadez y fragilidad como parecía? Cuando estuvieran casados, trataría de hacer algo al respecto. Tal vez, cuando compartieran el lecho de matrimonio podría enseñarle a ser menos consciente de sí misma, incluso a sentirse orgullosa de los dones con que había sido agraciada por la madre naturaleza. Aquel pensamiento reavivó el acaloramiento de Fabian, que notó que estaba a punto de excitarse.
Tras despedirse del último invitado, Fabian volvió al salón y encontró a Laura charlando con María y las dos jóvenes ayudantes de ésta, que habían empezado a recoger después de la fiesta. Tras felicitar a la encargada de la casa por su trabajo, Fabian salió con Laura a la terraza.
–Has manejado magníficamente la situación esta noche. Varios de mis invitados me han comentado lo encantadora que eres –dijo Fabian a la vez que desabrochaba el único botón de su elegante americana, bajo la que llevaba una camiseta negra.
–¡Tantos rostros conocidos del mundo de la ópera! –dijo Laura con una expresiva mueca–. Normalmente no soy dada a la mitomanía, pero en más de una ocasión he tenido que pellizcarme para convencerme de que no estaba soñando.
–Creo que ellos se habrían sentido aún más impresionados contigo si hubieran tenido el privilegio de escucharte cantar.
–¿Con su increíble talento? ¡Lo dudo! Habría sido lo mismo que comparar un pura sangre con un jamelgo –dijo Laura con un gesto de autodesprecio.
–¿Por qué subestimas tu talento de ese modo? No lo entiendo.
–Tal vez sea por cómo vemos los británicos la vida. No somos dados a la presunción.
–¡No creo en esa falsa modestia! Tendrías que sentirte orgullosa de un talento como el tuyo, y no comportarte como si te avergonzara y quisieras ocultarlo.
Mientras observaba el gesto de desaprobación de los labios de Fabian, Laura recordó el beso que habían compartido, aunque lo cierto era que apenas lo había olvidado unos segundos durante el transcurso de la tarde… y tampoco su sorprendente proposición. Tenía la sensación de estar cayendo a toda velocidad por una pendiente rocosa sin la perspectiva de que algo detuviera su vuelo, excepto otra roca.
«No tengo ninguna ilusión en lo referente al amor», había afirmado Fabian casi con violencia, y Laura había sabido en aquel instante que la traición de su ex mujer había destruido su fe en el amor. Nunca la había recuperado. Su corazón se conmovió por él, pero, aunque ella también había sufrido a causa del amor, sabía que no había renunciado a la esperanza de volver a amar y a ser amada.
–Volviendo a hablar del concierto –dijo Fabian a la vez que pasaba una mano por su firme mandíbula–, quiero que mañana estés conmigo en la entrada para recibir a los invitados y también quiero que te ocupes de presentar a los intérpretes.
–¿Qué? –dijo Laura con expresión asombrada.
–Te has ganado el derecho, Laura –murmuró Fabian a la vez que deslizaba una mano bajo su pelo y le acariciaba el lateral del cuello.
Laura sintió al instante que sus huesos se volvían de goma. Sabía que debería haberse apartado de él para demostrarle que no iba a caer en la palma de su mano como una manzana madura, pero fue incapaz de moverse.
–Sólo he hecho el trabajo para el que me contrataste –replicó–. Y tal vez deberías dejar de tocarme así… alguien podría vernos.
–Te he hecho una proposición de matrimonio, Laura. ¿Crees que cuando mis empleados se enteren les sorprenderá que quiera tocarte?
La inesperada y de algún modo provocativa respuesta de Fabian sirvió para que Laura encontrara finalmente la fuerza necesaria para apartarse de él.
–Según