sino la suma de todas las ex parejas, los fantasmas del pasado y de sus miedos a repetir las viejas historias de dolor.
Las relaciones que funcionan son conscientes (maduras emocionalmente) y se establecen entre dos personas que se sienten completas, porque no creen que les falte su “media naranja”, se sienten una “naranja completa”. Por supuesto, no significa esto que no quieran tener pareja (o una amistad). La desean, pero no la necesitan, son cosas muy diferentes.
Las personas conscientes comparten su plenitud, no se relacionan para completar sus supuestos vacíos, ni para mitigar la necesidad de estar en compañía. Y entonces, de alguna manera, lo que está completo atrae a lo completo, y lo que está incompleto a lo incompleto. Los iguales se atraen. Intuitivamente entendemos que cuando dos personas se encuentran, y se reconocen completas en sí mismas y no necesitadas, las relaciones empiezan y fluyen con suavidad.
¿Cómo encontrar una persona completa en sí misma, no necesitada? Puede parecer extraño, pero la clave es reflejar las cualidades que buscamos en la pareja ideal. Si alguien quisiera tener a su lado a una persona cariñosa, lo mejor será mostrarse cariñoso; si desea conocer alguien educado, lo propio es mostrase educado… Cuantas veces olvidamos esta sencilla regla: “Sé tú la persona que quisieras tener a tu lado”… y tarde o temprano aparecerá y se fijará en ti (cómo no iba a hacerlo si se verá reflejada).
Las personas conscientes que establecen una nueva relación, en realidad no buscaban una relación aunque tal vez la esperaban. Buscar la pareja ideal, o el amigo ideal, sería tanto como buscar una aguja en un pajar. Porque “buscar”, por definición, significa implícitamente: carencia, ausencia, necesidad…
No puede buscarse una relación, todo lo que puede hacerse es crearlas.
Muchas personas no entienden porqué siempre llega a su vida un mismo estereotipo de persona, ya hablemos de parejas o de amistades. Una y otra vez sus parejas, o amigos, parecen fotocopias siguiendo un mismo patrón. Parece que no haya otra clase de persona disponible para ellas. No sirve de mucho buscar a la persona con tal o cual cualidad. En su lugar, ser la persona adecuada y en posesión de esas cualidades, sí es útil. Como los iguales se atraen, aparecerá alguien con esas cualidades.
En lo que refiere a las relaciones, hay una estrategia mucho mejor de la que sigue el ego y se basa en el amor consciente, algo así como “amor sabio” pero no una sabiduría de la cabeza, sino del corazón.
Para saber estar en pareja es necesario antes saber estar solo. No es sencillo encontrar personas que no odien estar solas. Llegar a tolerar, incluso amar, estar solo, y sentirse bien, es un gran logro personal. Por esa razón, no es aconsejable empezar una nueva relación justo al terminar otra. El campo también necesita un tiempo de regeneración entre cosechas, lo llaman “barbecho”.
Nosotros podríamos llamar a ese tiempo: “dieta de relaciones”, para referirnos al tiempo que una persona se regala a sí misma para: recomponerse, centrase, atenderse y prepararse para la siguiente relación.
Cuando se resuelve el miedo a la soledad, se deja de creer en las relaciones superficiales, egoístas e inconscientes como escudo de protección. Estar solo no es una garantía de no sufrir más sino que al contrario añade más sufrimiento. La soledad no es buena ni es mala. Es lo que cada uno hace con ella, es como un desierto (los desiertos nunca están vacíos), pero como todos los desiertos, un día terminan y es la salir de ellos cuando se reconoce su valor.
Llegar hasta el final de la soledad, la agota como sistema de aprendizaje y la cancela. Tratar de suspenderla, de forma artificial, solo pospone el proceso necesario de la soledad para más adelante…
Logramos cruzar el desierto de la soledad y la desesperación gracias a la confianza en el propósito del proceso. En esa difícil travesía, el ego sucumbe.
Cuando se resuelve el miedo al abandono, empezar una relación no es una amenaza sino una nueva oportunidad. El mayor logro de la relación consciente es que ambas personas están dispuestas a amar como si nunca antes hubiesen sido heridas, sin volcar en la nueva relación el dolor de relaciones anteriores. En realidad, esas dos personas son “nuevas” y por ello destilan frescura y atractivo (no están resentidas, no son desconfiadas, no rezuman amargura y por eso atraen tanto)…
Cuando se resuelve desactivar al ego, la nueva relación no está debilitada por el temor a amar sin condiciones ni apegos. El final del ego es lo que la mente podría interpretar como la destrucción de la individualidad, la anulación, cuando en realidad es una transformación y la salvación de la relación.
El ego es el estorbo número uno en cualquier relación personal, ya sea de amistad o de pareja, y la causa de que fracasen, como suele suceder. Si tan solo las personas mantuvieran su ego a un lado, fuera de escena, la historia sería otra. Las relaciones seguirían empezando y acabando, según su tempo y propósito, pero no tendrían el sabor amargo que a menudo dejan en el recuerdo...
…Cuando todo eso ocurre, las personas conscientes descubren que en realidad no temían empezar una nueva relación, o acabarla; sino que en su inconsciencia, temían el infierno en el que, con anterioridad, habían convertido sus relaciones.
Raimon Samsó, autor
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