Pablo Neruda

Veinte poemas de amor y una canción desesperada


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      veinte poemas de amor y una canción desesperada

      veinte poemas de amor y una canción desesperada

      Pablo Neruda

      l’Aleph

      Pablo Neruda

      veinte poemas de amor y una canción desesperada

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      © 2020 Wisehouse Publishing | Sweden— Edtorial l-Aleph

      www.l-aleph.com

      ISBN 978-91-7637-712-3

       poema i

       poema ii

       poema iii

       poema iv

       poema v

       poema vi

       poema vii

       poema iix

       poema ix

       poema x

       poema xi

       poema xii

       poema xiii

       poema xiv

       poema xv

       poema xvi

       poema xvii

       poema xviii

       poema xix

       poema xx

       la canción desesperada

      Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,

      te pareces al mundo en tu actitud de entrega.

      Mi cuerpo de labriego salvaje te socava

      y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

      Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros

      y en mí la noche entraba su invasión poderosa.

      Para sobrevivirme te forjé como un arma,

      como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

      Pero cae la hora de la venganza, y te amo.

      Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.

      Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!

      Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!

      Cuerpo de mujer mía, persistirá en tu gracia.

      Mi sed, mi ansia sin limite, mi camino indeciso!

      Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,

      y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

      En su llama mortal la luz te envuelve.

      Absorta, pálida doliente, así situada

      contra las viejas hélices del crepúsculo

      que en torno a ti da vueltas.

      Muda, mi amiga,

      sola en lo solitario de esta hora de muertes

      y llena de las vidas del fuego,

      pura heredera del día destruido.

      Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro.

      De la noche las grandes raíces

      crecen de súbito desde tu alma,

      y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas.

      de modo que un pueblo pálido y azul

      de ti recién nacido se alimenta.

      Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava

      círculo que en negro y dorado sucede:

      erguida, trata y logra una creación tan viva

      que sucumben sus flores, y llena es de tristeza.

      Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose,

      lento juego de luces, campana solitaria,

      crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,

      caracola terrestre, en ti la tierra canta!

      En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye

      como tú lo desees y hacia donde tú quieras.

      Márcame mi camino en tu arco de esperanza

      y soltaré en delirio mi bandada de flechas.

      En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla

      y tu silencio acosa mis horas perseguidas,

      y eres tú con tus brazos de piedra transparente

      donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.

      Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y dobla

      en el atardecer resonante y muriendo!

      Así en horas profundas sobre los campos he visto

      doblarse las espigas en la boca del viento.

      Es la mañana llena de tempestad

      en el corazón del verano.

      Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,

      el viento las sacude con sus viajeras manos.

      Innumerable corazón del viento

      latiendo sobre nuestro silencio enamorado.

      Zumbando entre los árboles, orquestal y divino,

      como una lengua llena de guerras y de cantos.

      Viento que lleva en rápido robo la hojarasca

      y desvía las flechas latientes de los pájaros.

      Viento que la derriba en ola sin espuma

      y sustancia sin peso, y fuegos inclinado.

      Se rompe y se sumerge su volumen de besos

      combatido en la puerta del viento del verano.

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