Sigmund Freud

Sigmund Freud: Obras Completas


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       [DIE VERDRÄNGUNG]

       GLOSARIO DE TÉRMINOS ALEMANES Y VARIANTES DE TRADUCCIÓN

      1873 [1941]

      Por la noche.

      Viena, 16 de junio de 1873.

      QUERIDO amigo:

      Si no temiese escribir la majadería más abyecta de nuestro siglo majadero, con toda razón podría exclamar: «¡El bachillerato ha muerto; viva el bachillerato!» Pero este chiste me gusta tan poco que preferiría haber pasado ya también por el segundo bachillerato. Después del examen escrito, desperdicié toda una semana preso de secretos remordimientos y de angustias, y sólo desde ayer estoy en camino de recuperar el tiempo perdido y de rellenar mil y una lagunas harto antiguas. Usted, por supuesto, nunca quiso escucharme cuando yo me acusaba de pereza, pero creo que hay algo de cierto en ello y, a fin de cuentas, soy yo quien mejor debe saberlo.

      Su curiosidad por tener noticias de mis exámenes habrá de darse por satisfecha con unas pocas sobras frías, pues llega demasiado tarde, concluida ya la comida y levantada la mesa. Desgraciadamente, ya no puedo ofrecerle una patética descripción de todas las esperanzas y vacilaciones, del desconcierto y del júbilo, de las luces que repentinamente se le encienden a uno y de los inexplicables golpes de la suerte que se comentan «entre colegas»: para todo eso, el examen escrito ha perdido ya demasiado del interés que tenía para mí. Quisiera escatimarle los resultados: se entiende que tuve ya suerte, ya desgracia; en ocasiones tan importantes, la benévola providencia y el maligno azar siempre meten baza. Ocasiones como éstas no se ajustan al común suceder de las cosas. En suma, ya que no quiero, después de todo, dejarlo pendiente de algo tan trivial, le diré que en las cinco pruebas obtuve las calificaciones de sobresaliente, bueno, bueno, bueno, suficiente. En cuanto a fastidioso, bien que lo fue. En latín nos dieron un pasaje de Virgilio que casualmente había leído, cierto tiempo atrás, por mi cuenta; eso me indujo a hacer el trabajo precipitadamente, en la mitad del tiempo prescrito; malográndome de tal modo el «distinguido». Así; otro sacó esta nota, y mi trabajo fue el segundo, con «bueno». La traducción del alemán al latín parecía muy fácil, pero en esa facilidad residía su dificultad: empleamos sólo la tercera parte del tiempo para hacerla, con la consecuencia de que fue un vergonzoso fracaso, o sea «suficiente». Otros dos examinandos alcanzaron sólo a «bueno». La prueba de griego para la que dieron un pasaje de 33 versos del Edipo rey, salió algo mejor: «bueno»; el único «bueno» que hubo. También este pasaje lo había leído por mi cuenta, sin ocultar tal circunstancia. El examen de matemáticas, que habíamos enfrentado temblando de pánico, fue un éxito completo: anoté «bueno» porque todavía no conozco la calificación definitiva. Por fin, asignaron un «sobresaliente» a mi prueba de alemán. Tratábase de un tema eminentemente moral -«Sobre las consideraciones en la elección de una profesión»-, y yo escribí más o menos lo mismo que dos semanas antes le había escrito a usted, sin que por ello me asignara un «sobresaliente». Mi profesor me dijo, al mismo tiempo -y es la primera persona que ha osado decirme tal cosa-, que yo tendría eso que Herder tan elegantemente ha llamado «un estilo idiótico»; es decir, un estilo que es al mismo tiempo correcto y característico. Quedé maravillado como corresponde por ese hecho increíble, y me apresuro a difundir a los cuatro vientos un suceso tan feliz, el primero que me ocurre en su especie. Se lo comunico a usted, por ejemplo, que seguramente no se sospechaba que ha estado carteándose con un estilista de la lengua alemana. Ahora, empero, se lo aconsejo como amigo -no como parte interesada-: ¡consérvelas, átelas, guárdelas bien, que nunca se sabe!…

      He aquí, mi querido amigo, las pruebas escritas de mi bachillerato. Deséeme usted metas más vastas, y éxitos más puros, y rivales más fuertes, y afanes más serios: ¡cuánto podría deseárseme, sin que el resultado mejorara ni en un ápice! Si el bachillerato fue fácil o difícil: no atino a decirlo en términos generales; admita usted que fue cómodo.

      Estuve ya dos veces en la exposición. Hermoso; pero no me subyuga ni me maravilla. Mucho de lo que a otros debe gustarles, ante mis ojos no sale bien parado, pues no soy ni esto ni lo otro, ni soy, en realidad, nada muy a fondo. Así, sólo me cautivaron los objetos de arte y los efectos generales. No pude encontrar