Óscar Mejía Quintana

Posontológico, posfundacional, posjurídico


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la de objetivación como un proceso social necesario, para continuar con el de división del trabajo, donde, según Ricoeur, reside la esencia del planteamiento marxista maduro y la solución de continuidad con la categoría hegeliana para, finalmente, desde la perspectiva de la economía política, plantear el fetichismo de la mercancía como la forma específica que la alienación toma bajo el capitalismo.

      Para Ricoeur, ya en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Marx reconoce en la objetivación un proceso social que indica la forma en que el trabajo humano se realiza de manera creativa, produciendo un ser-objeto que es independiente de su creador y del entendimiento que lo conoce, siendo este el ingrediente esencial por medio del cual el ser humano humaniza el mundo y el mundo mundaniza al ser humano. Pero ahí mismo se empieza a desarrollar igualmente la noción de trabajo enajenado, que irá aparejada a los conceptos de democracia plena y hombre total, por cuanto la superación de la alienación (emancipación del ser humano) requiere de la realización de las potencialidades y un contexto político que lo posibilite, como ya había planteado el joven Marx en la Crítica de la filosofía del estado de Hegel.

      Si es claro que la categoría de alienación adquiere entonces una connotación crítico-materialista, superando la interpretación idealista hegeliana que había cargado hasta la Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, la prueba definitiva de que esta se mantiene y se reformula en términos explícitamente marxistas es su presencia en La ideología alemana donde, para Ricoeur, se metamorfosea en cuanto división del trabajo, enriqueciendo la categoría más adelante con las nociones de autoactividad, pérdida de la autoactividad y reapropiación de la autoactividad, con lo que se consagra el paso de la problemática de la alienación del joven Marx al Marx maduro.

      Sin embargo, en su momento fue imposible deducir estas consideraciones por el desconocimiento que de estas obras se tuvo prácticamente hasta la década de 1930. De ahí que el marxismo ortodoxo relegara exclusivamente la alienación al problema del fetichismo de la mercancía, por lo que el cambio del modo de producción capitalista implicaría que en el socialismo se eliminaría la alienación, lo cual evidentemente no ocurrió. Lo anterior sería sin duda una de las razones por las que el estalinismo forzaría más tarde a Lukács a abjurar de su teoría de la cosificación, para ocultar la alienación que persistía y se había agravado pese al triunfo del socialismo.

      Lukács: reconstrucción marxista de la ontología

      El mérito de Lukács que se evidencia ya en Historia y conciencia de clase reside en dos puntos: en primer lugar, en su aplicación de la categoría de racionalización weberiana al capitalismo, la relación que establece con el fetichismo de la mercancía y las consecuencias que de ello deduce en términos de cosificación de las relaciones sociales; y, en segundo lugar, en esa línea, la consideración de que el proletariado accede a una conciencia revolucionaria, a través de la posibilidad objetiva de subvertir el sistema capitalista en su momento de crisis revolucionaria. Ello desvirtúa el dogma ortodoxo desde el cual la conciencia de clase del proletariado es traída desde afuera, desplazando consigo la comprensión de un marxismo interpretado por la vanguardia proletaria, influida por la pequeña burguesía que lo dirigía hacia un materialismo burgués mecanicista1.

      Pese a que el estalinismo lo obliga a rectificar su planteamiento de Historia y conciencia de clase, su estudio posterior sobre El asalto a la razón (Lukács, 1976) puede ser interpretado como la explicitación del proceso de autoalienación de la conciencia burguesa desde el siglo XIX hasta la subida al poder del nacionalsocialismo, señalando el rol y la responsabilidad que tiene en todo este desarrollo la filosofía de la vida y los elementos de irracionalismo que lentamente se apoderan del pensamiento burgués posilustrado, en un análisis que no dejará de recordar las consideraciones análogas de la Escuela de Frankfurt.

      El último texto en la obra de Lukács será su voluminosa Ontología del ser social (Ontologie des gesellschaftlichen Seins, [1971]), de la que se han ido conociendo a lo largo de los años fragmentos de sus tres partes constitutivas: ontología de Hegel, ontología de Marx y ontología del trabajo. En español, la publicación ha sido aún más fragmentaria, y de ahí la dificultad que ha tenido la asunción de lo que fue el gran legado del que sin duda es el mayor filósofo marxista heterodoxo y uno de los grandes del siglo XX, eclipsado por el estalinismo, de una parte, y por quienes además terminaron paradójicamente acusándolo de estalinista, de otra.

      La categoría de partida en Lukács, en general en toda su obra pero especialmente en su Estética y en las reflexiones previas a su ontología, será la categoría de totalidad concreta, que Lukács toma de Hegel, pero despojada de sus derivaciones idealistas, junto con la lectura crítica del joven Marx, del que deriva su abordaje metódico de interpretación societal que él mismo calificó como dialéctica materialista. Lukács retoma la separación entre alienación-objetivación de Marx (conclusión que extrajo de manera intuitiva), que se reconfigura en alienación, para finalmente, junto a Habermas, asentarla en la cosificación. Incluso la separación sujeto-objeto, pese a las críticas que tendrá Lukács en Historia y conciencia de clase, hará también parte del acervo epistemológico de esta dialéctica materialista de corte heterodoxo.

      En su Estética la base ontológico-social se evidencia permanentemente. Por medio del arte, el ser humano tiene una ventana a la historia, que le permite fugarse de la alienación a la que está sometido en la modernidad tardía. La ontología del ser social propone la plenitud del hombre total, utilizando como instrumento el arte que permite subsumir lo universal y lo individual a manera de acercamiento, posibilitando un reflejo de lo externo que viene desde el hombre y lo dirige hacia él y que, contrario a la ciencia que pretende explicar lo exterior al arte, promueve el conocimiento y reconocimiento dentro del mundo y la historia que lo atraviesan. De ahí que mientras la estética se interesa por el reflejo la ética se interese por la acción.

      Las consideraciones ontológico-sociales se concretan en Lukács en tres aspectos principalmente: alienación, totalidad concreta y mediación. Desarrolladas la alienación y la totalidad concreta, se tiene que la mediación hace referencia a la relación en la que existen dos polos: el ser humano como particularidad concreta, unidad última irreductible (Meszaros, 1973), y la sociedad como complejo de complejos. En consecuencia, la totalidad concreta es la verdadera categoría de la realidad, en la que la sociedad se compone de relaciones particulares complejas y las totalidades parciales se generan gracias a agrupamientos temporales de dichas relaciones, que se encuentran en constante transformación y cambio (Meszaros, 1973), de lo que se deriva, según Lukács, que le realidad sea esencialmente histórica.

      Pero quizás donde Lukács más adelanta elementos puntuales de su Ontología del ser social será en sus famosas conversaciones con varios profesores: Holz, Kofler y Abendroth (1971), que fueron publicadas en español bajo el título Conversaciones con Lukács. Lukács plantea allí la importancia de la ontología: las diversas formas del ser se interrelacionan en nuestra vida cotidiana y constituyen su base primaria. El ser y las transformaciones del ser son lo fundamental. Esa organización del ser es la base de la ontología social.

      Desde Lukács, la ontología tiene lo existente como su objeto de análisis, postulado desde el cual el ser no es una construcción acabada, dado que está rodeado de unas condiciones históricas que imposibilitan su conocimiento pleno y evidencian su complejidad. Propone como estructura del ser tres grandes dominios: inorgánico, orgánico y social, que se encuentran en interdependencia y relación de reciprocidad permanente. La ontología exalta el carácter complejo de la vida cotidiana, de los problemas que la atraviesan y la base ontológica para su resolución, aunque en principio ello pase desapercibido.

      Lo anterior hace incuestionable que la ontología se sobrepone a las ciencias particulares en cuanto ciencia básica, y que su tarea adicional es llenar los resquicios entre las diferentes disciplinas y fungir como mediadora entre ellas, por medio de la modelación de esquemas de representación que posibilitan la interpelación recíproca de los conocimientos para abordar la constitución del ser desde las especificidades de las ciencias, pero integrándolas en el análisis para permitir la asunción de la totalidad del ser.

      El trabajo ocupa en la ontología de Lukács un papel vertebral. La dimensión del trabajo, que