Fluía, era delicioso. Era lo que se sueña, a veces.
—¿Ves? A eso me refería hace rato. Pero no importa ya. No le des vueltas. Déjame ir, despídete tranquilo de la vida que viviste, ¿no? Eso deberíamos hacer todos, despedirnos en calma de la vida.
—No como Almudena…
—Sí, no como ella.
—Entonces te vas…
—Fue un gusto verte, Cristóbal. Reencontrarte. No sé ni siquiera cómo fue que decidí marcarte, pero ya ves. Qué bueno que sigues teniendo el mismo teléfono. Me hubiera dado coraje no verte, no darte yo esta noticia. Pero ya está.
Él asintió, con la mirada baja y una sonrisa a medias formándosele en la boca. Dijo:
—¿Y ahora qué?
Ella se encogió de hombros, parecía más cansada que antes. Seguramente harta de que la retuvieran con preguntas, de tener que seguir ahí.
—Ahora nos damos un abrazo, antes de que me vaya.
Cristóbal sabía que no se verían más. Que ésa era una despedida por fin, una verdadera y, como ella decía, con calma. Se estaban despidiendo de la vida que habían compartido, al menos de manera fragmentada. Ella, bien vestida y perfumada, seguía con una existencia que le parecía mejor que la suya propia, envidiable: como había sido antes, años atrás. Milagros se iría llevándose puesto el cuerpo de Almudena y la idea misma de esa otra mujer. Él dio un paso para abrazarse a ella, para tenerla cerca y olerla otra vez. Al tocarla, percibió su propio olor, rancio, a ropa húmeda. Vio su departamento con la nuca de la gemela bajo su barbilla y su cara recargándosele en el hombro; tenía frente a sí un panorama marrón, desencantado y sucio. Eso era él.
—Que te vaya bien, Milagros.
—A ti también, Cristo. A ti también.
—¿Estamos bien, no? No debo nada.
—Nada. Estamos muy bien.
La acompañó a la puerta y la vio caminar con un movimiento suave en las caderas, en las piernas que se veían fuertes a pesar de la vida que habían llevado.
Cerró la puerta del departamento, cerró también las persianas, volvió a su habitación y se metió en la cama, a sabiendas de que la noche estaba por caer y podría dormir a su antojo.
ø ø ø
Julieta García González
Nació en Ciudad de México en 1970. Es narradora, editora y articulista. Ha sido colaboradora de distintos medios en México y el extranjero como articulista y periodista. Su trabajo aparece en más de 30 antologías literarias. Es autora de la novela Vapor (Joaquín Mortiz, 2004), de los libros de cuentos Las malas costumbres (FCE, 2005) y Pasajeros con destino (Cal y Arena, 2013), así como del libro para niños El pie que no quería bañarse (SM, 2012). Su más reciente novela es Cuando escuches el trueno (Random Literatura, 2017).
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