Julio Amador Bech

Ensayos de hermenéutica


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cualquiera sea el camino que recorras, tan profundo es su fundamento” (2011: 83 [22 B 45]). Por tal razón, aconsejará: “No hagamos conjeturas al azar acerca de las cosas supremas” (2011: 83 [22 B 47]). Para él, “Una sola cosa es lo sabio: conocer la Inteligencia que guía todas las cosas a través de todas” (2011: 82 [22 B 41]). Las referidas sentencias nos encaminan hacia la necesidad de una comprensión más profunda de las cosas que nos permita ir más allá de lo evidente, para hallar lo que se oculta detrás de ellas y de los discursos que hablan de ellas, por eso afirma que “se equivocan los hombres respecto del conocimiento de las cosas manifiestas” (2011: 84 [22 B 56]). Más aún, dirá: “La armonía invisible vale más que la visible” (2011: 84 [22 B 54]).

      Sin embargo, para él, la comprensión es algo inherente al ser humano:

      103 A todos los hombresles es dado por igual conocerse a sí mismosy pensar con sentido. [F 116] (Heráclito, versión de Álvarez y Hülsz, eds., 2015: 32)

      Según Ernst Cassirer, el concepto del logos tiene una importancia central en la filosofía y comienza a ganar mayor complejidad y riqueza en el pensamiento de Heráclito y, a pesar de que Cassirer no lo mencione explícitamente, en su interpretación de Heráclito se vislumbra la presencia del cuestionamiento hermenéutico sobre lo que podemos conocer:

      De acuerdo con la lectura que lleva a cabo Cassirer, “para Heráclito la comprensión del lenguaje se erige en expresión típica y auténtica de la comprensión del universo” (1982: 26).

      No sólo las cuestiones más profundas, incluso las cuestiones cotidianas plantean problemas para la comprensión, así lo piensa la filosofía de Heráclito:

      10 Aunque este Discurso existeperpetuamente se quedan los hombres sin entenderlo,ya sea antes de haberlo escuchado,ya sea nada más escucharlo.Pues, aunque todas las cosas sucedensegún este Discurso, a gente sin experiencia se parecen cuando experimentanpalabras y accionestal cual yo las expongo,distinguiendo según naturalezay mostrando cómo son. [F 1a]

      11 ¡Obtusos! Tras haber escuchado,a sordomudos se parecen;de ellos da fe el refrán:“Presentes, están ausentes”. [F 34]

      12 ¡Incrédulos!No sabiendo escuchar, tampoco saben hablar. [F 19]

      13 Con cuanto continuamente tratan,el Discurso *que habita todo el universo*,de eso se apartan.Y las cosas que se topan todos los días,esas les parecen extrañas. [F 72] (Álvarez y Hülz, eds., 2015: 20-21)

      Me abstengo de comentar las sentencias de Heráclito, recién citadas, para permitir que el lector reflexione sobre ellas, libremente. Si eso se dificulta, podemos recurrir a la interpretación de Cassirer, quien indica que para Heráclito el mundo “está sujeto a una regla universal que une a todo ser y a todo acaecer individuales indicándoles su justa medida” (2016: 86). Más aún: “esta ley del cosmos en sí inmutable se expresa en forma distinta pero intrínsecamente igual a sí misma en el mundo de la naturaleza y en el del lenguaje” (2016: 86). Pero este complejo de sentido no se nos revela si lo pretendemos aprender de manera fragmentaria, “despedazado en una multiplicidad de ‘cosas’ particulares, sino sólo cuando lo contemplamos y aprendemos como un todo viviente” (2016: 86).

      Otro autor que nos permite, desde la perspectiva actual, considerarlo como iniciador del pensamiento que más tarde dará origen a la hermenéutica es Parménides. Entre los hexámetros que parecen haberse recuperado de lo que él recitó y escribió, encontramos el siguiente: “Un solo camino narrable queda: que es. Y sobre este camino hay signos abundantes” (2011: 35 [32 (28 B 8, 1-3)]). El enunciado nos conduce hacia la idea de polisemia, que proviene del griego: pολυσημία, es decir, polὑ (poli): muchos y σῆμα (sema): signo, señal; a lo anterior podemos agregar: σημασἰα (semasia): significación. La polisemia nos lleva, por sí misma, tanto a la pluralidad de signos con los cuales podemos referirnos a lo “que es” como, al mismo tiempo, a la pluralidad de significados que esos signos contienen, es decir, a la interpretación de su significado. Queda, así, planteado de raíz el problema hermenéutico implícito en el lόgoς (logos), en el decir: lἐgειν (legein), en el pensar: νοεῖν (noein).

      De acuerdo con Mauricio Beuchot, “la hermenéutica interviene donde no hay un solo sentido, es decir, donde hay polisemia. Por eso, la hermenéutica estuvo, en la tradición, asociada a la sutileza. La sutileza era vista como un trasponer el sentido profundo, incluso oculto, o cómo encontrar varios sentidos cuando parecía haber sólo uno” (2015: 17-18).

      Los propios versos de Parménides hacen referencia a la polisemia:

      Las yeguas que me llevan tan lejos como mi ánimo alcance,me transportaron cuando, al conducirme me trajeron al camino, abundante en signos, de la diosa, el cual guía en todo sentido al hombre que sabe.

      Ahí fui enviado, pues ahí me llevaban las yeguas muy conocedoras,tirando del carro, y las doncellas iban delante en el camino (2011: 34 [30 (22 B 1, 1-5)]).

      Destacamos del fragmento la frase: “me trajeron al camino, abundante en signos”, evidentemente, se trata de la referencia a la polisemia.

      Según Heidegger, la diosa a la que se refiere Parménides es la verdad: “¿Quién es la diosa? La respuesta que nosotros anticipamos proporciona en primer término el todo del ‘poema didáctico’. La diosa es la diosa ‘verdad’. Ella misma –‘la verdad’– es la diosa. Por eso evitaremos el giro que hablaría de una diosa ‘de la verdad’” (2005 [1982]: 10). Vemos cómo, para Parménides el deso­cultamiento de la verdad no se da directa y explícitamente, sino por medio de un rodeo, sólo se puede alcanzar, o mejor, sólo podemos hablar de ella valiéndonos de un lenguaje enigmático, metafórico.

      Al respecto debemos referir una distinción, establecida por Parménides, entre dos tipos de discurso; Jean Grondin la pone de relieve en su Introducción a la metafísica:

      El reino de las opiniones es aquel en que, escribe Parménides, “el ojo ciego, el oído sordo y la lengua (glōssa) todavía lo gobierna todo”. Lo que los mortales ven nacer y perecer no son sino apariencias suscitadas por el poder del lenguaje y de los nombres. El Poema distingue aquí dos tipos de discurso: de un lado el decir (legein) “lo que es”, esto es, el discurso verdadero que corresponde con lo pensado (noein) y del otro, el discurso vacío que se queda en el plano de entidades nominales (frag. 8, 38: onomasthai) que depende de la charlatanería y de la glosolalia (2006 [2004]: 47).

      Su texto versificado nos lleva a pensar que es la diosa quien se lo revela:

      Y ahora es necesario que te enteres de todo:por un lado, el corazón inestremecible de la verdad bien redonda;por otro, las opiniones de los mortales, para las cuales no hay fe verdadera (Parménides, 2011: 33 [28 (28 B 1, 28-32)]).

      Queda implícito, aquí también, el problema hermenéutico: saber distinguir entre discurso verdadero y discurso vacío. El problema hermenéutico queda situado de cara a la interpretación de los discursos. Al respecto, Gadamer afirma: “La lingüisticidad le es a nuestro pensamiento algo tan terriblemente cercano, y es en su realización algo tan poco objetivo, que por sí misma lo que hace es ocultar su verdadero ser” (1999 [1960]: 457). Tal ocultación es la que da lugar a la interpretación, a la hermenéutica como disciplina sistemática de la interpretación. Grondin completa esta idea comentando: “Desde la plena concepción del έρμηνεύειν [expresar, interpretar, traducir] parece claro que detrás de lo literalmente enunciado hay algo diferente, algo más, que requiere un mayor esfuerzo hermenéutico justamente porque el sentido inmediato y verbal resulta incomprensible” (2002 [1994]: 50).

      Al