Jean-Yves Camus

La extrema derecha en Europa


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se ha visto acompasada por un mensaje eficiente y unas políticas orientadas en esa dirección. El intento de mostrarse como protectores de sus patriotas se ha quedado únicamente en actitudes estéticas poco convencidas, que aún no han fraguado. Un ejercicio retórico poco creíble con el que no incidieron de manera profunda: “Sólo los ricos se pueden permitir el lujo de no tener patria”, expresó Santiago Abascal citando a Ramiro Ledesma Ramos, uno de los ideólogos de la Falange Española. Una frase que marcaba ese intento de virar de forma discursiva a la línea del Estado de Bienestar chauvinista, pero que solo fue acompañada por la apertura de campaña para las elecciones europeas de un taller de carpintería y un vídeo en el que Rocío Monasterio, candidata de Vox en Madrid, denunciaba la proliferación de casas de apuestas en un barrio madrileño. Por ahora el proteccionismo obrerista de Vox es simplemente una retahíla de mensajes plagiados, repetidos y sin profundidad ni riesgo; escénico y sin capacidad de enraizar de manera profunda en la clase obrera tradicional. Sin embargo, el hecho de que hayan visto el potencial crecimiento de votantes en esa dirección convierte al partido de derecha radical en una amenaza que conviene considerar.

      Su carácter eminentemente nacionalista y nativista convierte al partido de Santiago Abascal en una formación con capacidad suficiente para transformarse en hegemónica si son capaces de centrar sus esfuerzos en las tremendas fortalezas que un discurso nacionalista español puede aportarles en un contexto de polarización regional. El mensaje de Vox está aderezado de constantes referencias históricas al pasado imperial de España intentando adaptar la historia nacional a los intereses de una determinada visión política. Las referencias a don Pelayo y Agustina de Aragón aparecen de manera constante y van destinadas a afianzar varias claves interrelacionadas. La lucha contra el invasor musulmán, la herencia cristiana del país y la expulsión del invasor francés, elementos consolidados con sus ataques constantes a Manuel Valls y Emmanuel Macron. Su concepción épica de la idea de España sirve para vincular la identidad a un pasado glorioso a la vez que muestra a un enemigo externo que, ayudado por sus aliados interiores, impide recuperar esa idea de una España grande, magnánima e imperial.

      Esta visión nacionalista por encima de cualquier otra consideración, unida a la impugnación de la nación por los hechos de octubre de 2017 por parte de los movimientos independentistas catalanes, propiciaron que –al igual que el PP– Vox lograra captar casi todos los votos y miembros de partidos de extrema derecha que hasta entonces se encontraban dispersos y atomizados en diversas formaciones. Multitud de elementos de Falange, Alianza Nacional, Democracia Nacional, Alianza por la Unidad Nacional y Círculo Español de Amigos de Europa (CEDADE) pasaron a ser parte del partido de Santiago Abascal. El granero ultra alimentó las filas de Vox gracias al llamamiento por la unidad nacional y el servicio a la patria. La urgencia patriótica y el cuestionamiento de la unidad territorial sirvieron para que esa multitud de elementos con diferencias en principio insalvables las olvidaran para elegir a Vox como una organización de salvación nacional.

      Para comprender a Vox es imprescindible concederle que haga de la coherencia discursiva un elemento prescindible en aras de un bien superior. No importa defender una posición y a la vez la contraria si sirve para lograr el poder. Si es preciso mentir de forma descarnada o unirse a aquellos que pueden servir en Europa a sus objetivos aunque defiendan posiciones contradictorias o antagónicas, se hará sin ningún tipo de rubor o complejo. Esta conducta es un elemento central en la derecha radical europea, pero que en el caso español adquiere en ocasiones formas grotescas.

      En un primer momento, tras su aparición en el panorama español, mostrarse en Europa junto a Matteo Salvini podía ayudar a hacerse ver como un partido atractivo para ciertas capas de la sociedad que admiraban la lucha incesante contra la inmigración del entonces ministro del Interior italiano. Salvini se había convertido en el hombre fuerte de la internacional de la extrema derecha en Europa, con Marine Le Pen como escudera. Acudir a reuniones y eventos con estos líderes servía a Vox como elemento legitimador para su electorado potencial y a la vez le otorgaba una presencia europea útil para asimilarlos con una fortaleza que ellos aspiraban lograr.

      La internacional de la extrema derecha tiene características muy heterogéneas. La ofensiva contra la Unión Europea está comandada por Matteo Salvini y Marine Le Pen, entre las formaciones de derecha radical de carácter proteccionista del Sur de Europa. Por otro lado, el Grupo de Visegrado liderado por Víktor Orbán comanda la ofensiva desde el Este de Europa. Es en este grupo ideológico donde finalmente Vox ha encontrado su lugar tras unirse después de las elecciones europeas al Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (GCER) junto con los polacos de Ley y Justicia (PiS) o los ultras holandeses del Foro por la Democracia. Un grupo que se define por su visión ultraliberal de la economía y su rechazo a la inmigración masiva y la defensa de los valores tradicionales cristianos de Europa.

      Las contradicciones de estos grupos de derecha radical, aun compartiendo grupo y estrategia, son casi insalvables y en ocasiones tienen posiciones contrapuestas, pero acuerdan programas de ejes mínimos que coinciden en un frente contra Emmanuel Macron y sus intentos por consolidar políticas comunes europeas que diluyan la soberanía de los países. Todos estos partidos de derecha radical tienen intereses contrapuestos incluso cuando las ideas son compartidas. Su visión ultranacionalista choca con medidas como el reparto de inmigrantes en cuotas. La propuesta de Matteo Salvini de repartir inmigrantes en el resto de los países choca frontalmente, al ser Italia un país receptor, con los intereses del grupo de Víktor Orbán o Jaroslaw Kaczynski; un problema similar enfrenta al Frente Nacional con Vox por la devolución en la frontera de inmigrantes por parte de las autoridades francesas. El ultranacionalismo es incompatible con la resolución de problemas migratorios de forma colegiada.

      Las grandes incoherencias de Vox en Europa alcanzan una dimensión superior cuando se trata del problema territorial español. La cuestión de la integridad territorial es una diferencia insalvable con muchos de sus potenciales socios de la derecha radical. Matteo Salvini proviene de un partido del norte de Italia que surgió como representante de unas elites que defendían la soberanía de Padania. La Liga Norte (Lega Nord) llegó a proclamar la independencia de Padania en 1996 en un acto del entonces líder Umberto Bossi en Venecia. Posteriormente se celebró un referéndum para consolidar dicha independencia de la región. Hechos que fueron considerados simples actos partidistas por el gobierno italiano de entonces, pero que muestran el carácter secesionista con el que surgió la Liga Norte. Años después, no es ya sólo la Liga Norte la cuestión, sino que busca ser el “Frente Nacional Italiano”, pero eso no le impide ser sensible a actos secesionistas como el que sucedió en octubre de 2017 en España. El apoyo de Salvini al proceso independentista catalán ha sido constante y habitual, y solo de manera coyuntural dejó de defenderlo, al considerar que era incompatible con las alianzas potenciales con Vox antes de las mencionadas europeas, para intentar atraer a la formación española al grupo de la internacional de la extrema derecha en el Parlamento Europeo con el que aspiraba dinamitar las estructuras políticas de Bruselas. Durante los escarceos políticos de ambas formaciones, Vox llegó a asegurar que había logrado que Salvini dejara de apoyar el proceso de independencia de Cataluña, una afirmación que el líder italiano dejó que circulara hasta que su proyecto de toma de las instituciones europeas fracasara en los comicios europeos de mayo de 2019.

      Este problema se repite con los nacionalistas flamencos con los que Vox comparte espacio en el Grupo Parlamentario de Conservadores y Reformistas Europeos. La Nueva Alianza Flamenca (N-VA) es quizás el máximo apoyo de Carles Puigdemont y los soberanistas catalanes en Europa. El partido belga de extrema derecha es el que ha dado soporte durante estos años al ex presidente de la Generalitat de Cataluña a través de sus líderes Theo Francken y Bart de Wever. El choque de identidades quedó patente en marzo de 2019, tras la comparecencia de Javier Ortega Smith en la Eurocámara invitado por Kosma Zlotowski, del partido polaco Ley y Justicia, en la que tuvo un durísimo enfrentamiento con Mark Demesmaeker, europarlamentario belga del N-VA. A pesar de las líneas discursivas incompatibles de Vox y N-VA, tras las mencionadas elecciones europeas ambos partidos comparten grupo, por lo que la formación de derecha radical española aseveró que entraban en el grupo de los conservadores y reformistas debido a que los nacionalistas