no hay ningún motivo por el cual ligar el lenguaje a la prisa o a la urgencia o a la inmediatez. También el lenguaje puede ser una forma de detención, una pausa que sirva para habitar un tiempo hondo, que nos vincule más a la intensidad que a lo cronológico. No se trata tanto de una cuestión de géneros ni de generaciones, sino de esa tensión –tan viva, tan obsesiva– entre el lenguaje de la información que exige premura y consumidores y el del lenguaje literario que intenta hacer respirar de otra manera a sus lectores.
Las redes sociales han modificado las formas de escribir y comunicarse y sin duda afectan el acto de leer. Pero por más masivas y ahora “naturales” que se vuelvan esas prácticas, hay algo en el lenguaje que hace que sobreviva a cualquier intento de fijación o moda. Es verdad que uno puede expresarse en 140 caracteres pero también es cierto que lo puede hacer por millones. No hay ninguna razón para asumir una posición definitiva al respecto pues es el carácter contemporáneo el que resuelve la convivencia o no entre lo nuevo y lo anterior. Y no hace falta suicidar formas de escritura y de lectura en nombre de la novedad. Hay un enorme tesoro en el lenguaje y poder encontrarlo es de algún modo una tarea que nos relaciona no solo con el futuro sino, sobre todo, también con el pasado. El escritor holandés Cees Nooteboom en su libro Tumbas sugiere que el pasado es un tesoro que está al alcance de nuestras manos. Se trata de realizar una travesía, de estirarnos hacia un libro, hacia una idea, hacia una palabra, hacia la escritura, hacia otras personas.
Más allá de toda discusión sobre lo nuevo, lo novedoso, lo actual y lo contemporáneo en el lenguaje, aún las preguntas esenciales suponen un temblor siempre presente: ¿Hay algo para decir? ¿Hay algo para escribir? Y en esa tentación al expresionismo y la productividad de la palabra: ¿Hay alguien allí, por dentro de lo que dice, por dentro de lo que escribe? Y aún más: si la cuestión es apenas un problema de quién y qué es lo que emite ¿hay alguien del otro lado que escuchará y leerá? ¿Alguien que, simplemente, desee una detención, una pausa?
IV. Yo no sabía la mayoría de estas cosas hasta que llegó este libro a mis manos. No quiero decir que las ignorara. Pero no las había escrito antes. Las escribo ahora porque leí un libro gigante. “Estrategias de escritura en la formación”. ¿Qué más puedo decir que invitar a la lectura y desear que haya más cofradía?
* Carlos Skliar: CONICET / FLACSO, Argentina.
INTRODUCCIÓN
La escritura y el escribir
PELÍCULAS QUE YA VIMOS
Dice Foucault en su Arqueología del Saber que no es fácil decir algo nuevo sobre un asunto cualquiera. Que no basta con abrir bien los ojos y prestar atención para que una nueva mirada, un nuevo vocabulario, salgan a la luz. Para que nuevos objetos puedan salir a la superficie, en cambio, es preciso repasar lo ya sabido, atreverse a ponerlo en duda, explorar las tesis que a primera vista parecen ilógicas, inmorales, desprolijas, desequilibradas. Incluso, o aún más, aquellas que se aparecen como obvias e incuestionables. Es preciso seguir y abandonar intuiciones, desafiarse y contradecirse. Los modos en que habitualmente abordamos los problemas educativos son necesariamente función de discursos que nos atraviesan, del conjunto de escenarios que los libros y las investigaciones –pero también las charlas en sala de profesores, los mensajes posteados en facebook, las discusiones en clase– nos invitan a habitar. Paisajes en los que hay senderos muy transitados, y otros un poco más escondidos. Y sucede que las avenidas son a veces más confortables que las callejuelas.
En los debates educativos en materia de escritura universitaria, creemos, pasa un poco lo que en el cine de Hollywood: lo que nos presentan como gran estreno, huele con frecuencia a fórmula reiterada.
Un alto ejecutivo enfrenta un momento de grandes definiciones en la empresa. Tan ocupado está, tan pendiente de las llamadas de sus jefes, que ha incumplido muchas promesas a su pequeño hijo (que ansia ser llevado por su padre al partido de béisbol). Promete no decepcionarlo, pero una y otra vez debe hacerlo. Hasta que un día se decide, y arroja el celular al río desde un puente.
Los estudiantes escriben mal, no logran salirse de sus modismos del lenguaje oral, no saben citar la bibliografía, ¡escriben barbaridades en los exámenes!
Un policía veterano se halla a punto de retirarse cuando un nuevo caso lo compromete en forma personal, pues es la reaparición de un antiguo expediente que había quedado sin resolver.
Es necesario darles un documento con las normas de la American Psychological Association (APA) para que citen bien. O mandarlos a un taller de escritura formal fuera del horario de la cursada regular, para que puedan incorporar los procedimientos de la escritura académica.
Al salir de la cárcel tras cumplir una condena por un crimen que no cometió, un ex policía debe cobrar venganza por quienes lo incriminaron y vengar a su vez la muerte de su compañero.
La culpa es de la escuela secundaria, que no los prepara adecuadamente para los desafíos intelectuales que deberán afrontar luego, en los espacios de formación del nivel superior.
Un forastero llega a un pequeño pueblo, donde se esforzará por desentrañar un misterio. Va estableciendo contacto con distintas personas hasta que comienza a sospechar que allí se guarda celosamente un oscuro secreto.
El verdadero problema se halla en los dispositivos de evaluación: escriben mal porque escriben desde sus ganas de aprobar, y no desde sus saberes reales. Lo que debemos hacer es quitarle a la evaluación ese sesgo de medición y testeo que le quita significatividad a la tarea de escribir.
Un grupo de jóvenes amigos comparte un viaje de aventura y diversión a un lugar remoto. Ya instalados, mientras se divierten con bromas y juegos, descubren que una entidad sobrenatural y maligna los amenaza. Uno a uno los va matando de maneras crueles y sanguinarias.
Se copian todo de Internet porque les faltan incentivos para actuar honestamente… eligen el camino más rápido, que es sacar las respuestas de Wikipedia, elrincondelvago.net o monografías.com.
Un hombre y una mujer se aman, pero ven frustrado su romance por una serie de malentendidos y desencuentros. Con el tiempo, ella se compromete con otro hombre y olvida a su viejo y genuino amor. Pero al punto de consumarse el matrimonio, cuando el sacerdote está por tomarle el juramento, el verdadero pretendiente se interpone y logra impedir la boda. Ambos huyen de la mano.
Argumentos que ya escuchamos, películas que ya vimos. Nos permiten decir cosas que pueden ser dichas para asumir en los problemas que rodean a la escritura roles que pueden ser asumidos. Nos ofrecen un lugar más o menos seguro desde el cual hablar sobre un objeto que, si bien resulta conocido, se recrea cada vez que se lo nombra. Esas palabras que elegimos para nombrar nunca son neutrales, y el lugar desde el cual decimos lo que decimos nunca da lo mismo. Argumentos, en fin, que nos brindan un repertorio de aseveraciones aceptables que, desde una postura pretendidamente crítica nos entretienen, nos sacan del apuro.
“Pensar distinto de como se piensa y percibir distinto de como se ve” es para Foucault el impulso y el objetivo de todo ejercicio reflexivo. Reflexionar sobre la escritura implica entonces un desafío: salir de nuestros confortables discursos condenatorios y mirar nuestras prácticas con ojos nuevos. Y dejar advenir así otras tramas, otros relatos.
DE LA ESCRITURA AL ESCRIBIR
Las palabras recogen vestiduras abandonadas y regresan después empujando al pensamiento.
Roberto Juarroz
Este libro no trata sobre la escritura, sino más bien sobre el escribir. Esto es: no ya sobre la huella que deja la mano en movimiento, ni sobre los trazos de signos, sino sobre la mano en sí misma, sobre la voz que se pronuncia para producir su gesto escritural y sobre el encuentro que habilita la soberanía de esa voz. La propuesta teórica central de este libro se reúne alrededor de tres grandes núcleos que aportan, desde lugares distintos pero relacionados y complementarios, a la comprensión del acto de escribir (y de sus condiciones)